– Por Dios, Anna, lo siento…
– No hay problema, chef. … -dijo Anna-. Yo también me olvido todo el tiempo de que Paul ya no está entre nosotros. Iré con Henk a investigar el club gay y cualquier cosa que podamos averiguar sobre el pasado de Hauser.
Fabel siguió a Anna fuera de la oficina y avanzó hasta el escritorio de Maria, que estaba justo enfrente del de Werner. Notó que ambos escritorios estaban perfectamente ordenados y limpios. El había puesto juntos a Maria y Werner porque le parecía que combinaban habilidades y enfoques muy diferentes: una reunión de opuestos complementarios. La ironía era que ambos tenían un sentido idéntico del orden. Fabel recordó cómo acababa de confundir a Paul y Henk al hablar con Anna. Siempre se había permitido el autoengaño de pensar que era innovador y creativo en su elección de los miembros de su equipo. Pero tal vez no era tan innovador después de todo; tal vez, sin pensarlo, sólo escogía diferentes variaciones de un mismo tema.
– Es hora de que vayamos a la oficina del Kriminaldirektor Van Heiden -le dijo a Maria-. ¿Tienes alguna idea de qué va todo esto?
Era habitual que Fabel tuviera que presentarse en la oficina de su jefe, en especial durante una investigación de alto nivel, pero era muy poco común que Heiden solicitara específicamente la presencia de un agente de menor rango.
Maria se encogió de hombros.
– Ni idea, chef.
Para Fabel, su jefe representaba al perpetuo policía: siempre había habido policías como Horst van Heiden, en todas las fuerzas de seguridad de todas las regiones del mundo, desde el primer día en que había existido el concepto de policía. Incluso antes: Fabel podía imaginar a alguien como Van Heiden en el papel de vigilante de un pueblo medieval o alguacil de una aldea.
El Kriminaldirektor Van Heiden tenía unos cincuenta y cinco años y no era un hombre particularmente alto, pero su espalda siempre erguida y sus amplios hombros le daban una presencia desproporcionada respecto de su tamaño. Siempre se vestía bien pero sin imaginación y ese día se había puesto un traje azul de buen corte y una inmaculada camisa blanca con una corbata color ciruela. El traje, la camisa y la corbata parecían caros, pero de alguna manera Van Heiden siempre se las arreglaba para que hasta el traje más caro pareciera un uniforme de policía.
Además de Van Heiden, había dos hombres más aguardando a Fabel y a Maria. Fabel reconoció a uno de ellos, un hombre de baja estatura y físico robusto, también vestido de traje. Era Markus Ullrich, de la BKA, Bundeskriminalamt, la Oficina Federal del Crimen que operaba en todo el territorio alemán. Fabel y Ullrich se habían cruzado antes en un par de investigaciones importantes y el hombre de la BKA le había parecido a Fabel alguien fácil de tratar, aunque con una tendencia a proteger su propio territorio.
El otro hombre tenía la misma altura que Ullrich pero carecía de su desarrollo muscular. Llevaba gafas de montura ligera detrás de las cuales las pequeñas canicas de sus ojos celestes brillaban con una aguda inteligencia. Tenía el pelo rubio y tupido, meticulosamente cepillado hacia atrás y dejando al descubierto una frente amplia.
– Ya conoce a Herr Ullrich, por supuesto -dijo Van Heiden-. Pero permítame presentarle a Herr Viktor Turchenko. Herr Turchenko es un investigador de alto rango en la policía ucraniana.
Fabel sintió un frío en su interior, como si alguien le hubiera dejado la puerta abierta a un invierno olvidado. Se volvió para mirar a Maria pero el rostro de ella no reveló nada.
– Es un placer conocerlos a los dos -dijo Turchenko mientras extendía la mano primero a un agente y después al otro-Su cara se abrió en una sonrisa amplia y agradable, pero e 1acento fuerte y poco natural de su alemán le trajo recuerdos a Fabel y le hizo sentir que el frío en su interior se intensificaba.
– Herr Turchenko ha venido aquí a causa de una investigación que está realizando en Ucrania -continuó Van Heiden una vez que todos se sentaron-. El pidió que tuviéramos esta reunión. Herr Turchenko quería hablar específicamente con usted, Frau Klee.
– Ah, ¿sí? -El tono de Maria estaba teñido de recelo.
– En efecto, Frau Klee. Creo que usted ha trabajado en un caso… en dos casos, en realidad… que tienen una conexión directa con mi investigación. -Turchenko extrajo una fotografía de su maletín y se la entregó a Maria. Al hacerlo, reemplazó su cálida sonrisa por una expresión sombría-. Tengo un nombre para usted… un nombre que creo que usted estaba buscando.
Maria miró la fotografía. Se trataba de una adolescente, de más o menos diecisiete años. La imagen era poco nítida y María dedujo que era el detalle de una ampliación. La chica en la fotografía parecía sonreírle a alguien o a algo que estaba fuera de campo. Lejos. Tal vez, pensó Maria, estaba mirando hacia el Oeste.
– ¿Cómo se llamaba? -preguntó con voz inexpresiva-. Me refiero a su verdadero nombre.
Turchenko suspiró.
– Magda Savitska. Dieciocho años. Proveniente de las afueras de Lviv, en el oeste de Ucrania.
– Magda Savitska… -Maria dijo el nombre en voz alta cuando le pasó la fotografía a Fabel-. Olga X.
– Es de la misma zona de Ucrania que yo -continuó Turchenko-. Su familia es buena gente. Creemos que Magda cayó víctima de un fraude que es la fachada de una red de tráfico sexual. Llevó a su casa una carta en la que le prometían un curso de peluquería en un instituto de Polonia, y después le garantizaba empleo en una peluquería de Alemania. Verificamos ladirección del instituto de Varsovia. Desde luego, no existe ningún instituto en Polonia, ningún trabajo en Alemania.
– Ha venido desde muy lejos sólo para encontrar a esta chica -dijo Fabel, devolviéndole la fotografía al ucraniano. Turchenko la cogió y la miró durante un momento antes de contestar.
– Esta chica es una entre muchas. Son miles las chicas engañadas o secuestradas y sometidas a esclavitud… cada año. Magda Savitska no es especial. Pero es representativa. Y es la hija de alguien, la hermana de alguien. -Apartó la mirada de la fotografía-. Creo que han atrapado a su asesino.
– Así es. El caso está cerrado -dijo Maria, e intercambió una mirada con Fabel-. Estaba trabajando aquí en Hamburgo como prostituta y uno de sus clientes la asesinó. Ya tenemos la confesión. Pero le agradezco que nos proporcionara su verdadera identidad.
– Herr Turchenko no ha venido aquí para encontrar al asesino -dijo Ullrich, el hombre de la BKA-. Como ya les ha dicho, su visita se relaciona con otro caso.
– Busco a los criminales organizados que trajeron a Maria y la obligaron a prostituirse -dijo Turchenko-. Específicamente, quiero dar con la cúpula de la organización. Lo que me trae al otro caso en el que usted está implicada… -Turchenko sacó otra fotografía de su maletín y se la entregó a Maria.
– Joder -dijo Maria con una vehemencia repentina. Le echó una breve ojeada a la fotografía y se la pasó a Fabel. No le hizo falta examinar la cara. Después de todo, la perseguía en sus sueños y también durante la vigilia. Era la misma cara, una copia de la misma fotografía que ella llevaba en su bolso-. ¡Lo sabía! Sabía que ese hijo de puta estaba relacionado con el Mercado de los Agricultores. ¡Malditos ucranianos!
Turchenko lanzó una risita y se encogió de hombros. -Le aseguro, Frau Klee, que no somos todos iguales. Fabel contempló la fotografía de Vasyl Vitrenko. -Sé que esto reabre viejas heridas… -dijo Ullrich. Fabel lo interrumpió.
– Ésa es una expresión de bastante mal gusto, Herr Ullrich…
– Lo lamento… No era mi intención… Maria restó importancia a la disculpa de Ullrich. -Sabía que había ucranianos relacionados con el tráfico d emujeres a Hamburgo. Sospechaba que Vitrenko estaba detrás de todo esto.
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