Manolito no quería dejarla, ni por un momento, pero ella estaba jadeando, inclinando la cabeza, intentando aguantar mientras el dolor arrasaba su cuerpo. Se puso de rodillas, inclinándose sobre el lateral de la cama, vomitando repetidas veces.
Estaba ocurriendo rápido, casi demasiado rápido. Intentó alcanzarla, pero las convulsiones comenzaron de nuevo. En la mente de ella, podía sentir a la loba alzándose, intentando protegerla. La loba no pensaba en salvarse. Era una guardiana y MaryAnn sufría.
Su propio lobo era parte de él. Debía haber confianza entre ellos, y él tampoco quería que su compañera soportara el dolor. Manolito mantuvo su mente firmemente enlazada con la de MaryAnn, intentando cargar con la agonía él mismo, pero salió de su cuerpo físico, permitiendo al lobo asumir el control.
MaryAnn se agitaba, desesperada por aliviar el dolor, y su mano chocó con un grueso pelaje. Giró la cabeza y vio que el lobo yacía a su lado. Sus ojos estaban fijos en los de ella. Un profundo ámbar con destellos negros que los atravesaban. Unos hermosos ojos. Un bello pelaje.
Suéltala Déjala salir. Oyó las palabras resonando en su mente mientras se convulsionaba otra vez, mientras el dolor ardía a través de cada órgano y en su mismo cerebro.
Podría morir.
No lo consentiré. Si no lo haces, ella no sobrevivirá. ¿Puedes sentir su lucha? Nunca aceptará lo que le ocurre sin un guía.
No sé cómo ayudarla.
Yo si lo sé. Déjala salir.
Era tan arrogante y protector como Manolito. No sabía si podría aguantar el dolor en los estrechos confines de ese espacio, pero no quería dar ocasión a que su loba muriera. Se obligó a abandonarse, aunque la sensación fue peor; no podía aferrarse a nada, no tenía un ancla a la que agarrarse. Oyó su propio grito desesperado, y entonces Manolito estuvo allí, en su mente, calmándola, murmurando en su oído. Su lobo estaba también allí, murmurando palabras tranquilizadoras.
El dolor se alivió, se volvió distante, aunque podía sentir las convulsiones arrasando su cuerpo. Podía oír a la loba jadeando y gimiendo, alzando la voz en ocasiones. Sintió el toque tranquilizador de una lengua de terciopelo cuando su compañero le facilitaba el atravesar la conversión. Más que eso, ella sintió a los machos tomando el dolor para sí mismos, trabajando conjuntamente uno con el otro para tomar todo lo que podían.
Pasaron horas, tal vez días. Pareció interminable. Exhausta, segura de que acabaría sucumbiendo hasta morir, Manolito por fin la llamó para emerger a la consciencia.
No tenía fuerzas. A su loba no le queda mucha tampoco. Ambos yacían jadeantes, tan cansados que no podían moverse o responder. El macho alfa dio un empujón a la hembra, restregándole el hocico por el cuerpo, claramente tratando de ayudarla.
MaryAnn les sentía en su mente otra vez, Manolito la llamaba. Debía ir a la tierra. Era la única forma de detener el dolor de todos ellos, la única forma de sanar sus cuerpos. Hizo un esfuerzo supremo y se abrió paso hacia arriba, enviando calor y amor a su loba que se retiraba.
Manolito la acogió entre sus brazos, sosteniéndola mientras abría la tierra y los levitaba a ambos al interior. Acunándola, cerró la rica y oscura tierra sobre ellos, compeliéndola a que durmiera el sueño rejuvenecedor de los cárpatos.
– ¿Dónde están? -preguntó ansiosa Jasmine. No le gustaba estar en casa sin los hombres cárpatos. Caminaba de una ventana a otra, examinando fijamente la selva.
MaryAnn permaneció silenciosa durante un momento, la mente de Manolito la tocaba muy ligeramente.
– Están ayudando a Luiz. Se ha alzado como Cárpato, y está muy hambriento.
Juliette alisó el pelo de Solange.
– No hay nadie, Jazz. Yo lo sabría. En cualquier caso, los hombres no están lejos. Dudo que alguien intentara otro ataque.
– Sólo quiero salir de aquí, -dijo Jasmine presionándose de forma protectora el estómago con la mano.
– Hemos llamado al avión, -le aseguró Juliette- no queremos que tú y Solange vayáis por la selva hasta el rancho. Está demasiado lejos y es demasiado peligroso. Ahora que sabemos que el maestro vampiro usa a los hombres-jaguar para tratar de capturar a Solange, no podemos correr ningún riesgo.
– El rancho está al borde de la selva, -indicó Jasmine-. Todavía está aislado de la gente. Tal vez no estemos seguras ahí tampoco.
Juliette intercambió una larga mirada con MaryAnn, y ambas miraron a Solange.
Ella apretaba la mano de su prima. Está bien. Sé que ahora no estoy segura en ninguna parte. No se lo digas a Jasmine. Me hubiera gustado quedarme en el rancho, pero no quiero ponerla en más peligro del que ya está. Está embarazada, Juliette, y necesita cuidados.
Juliette habló en voz alta para tranquilizar tanto a su hermana como a su prima.
– Hay varias casas en la finca. Una ha sido construida sólo para vosotras, para que podáis tener intimidad. Rafael y Colby son cárpatos y tienen su propia casa en el rancho. El hermano menor de Colby y su hermana viven con ellos. Riordan y yo también tenemos una casa allí. Nicolas y Zacarías comparten la casa principal. Manolito y MaryAnn tendrán su propia casa. Aparte de esto, la familia Chávez reside y trabaja en el rancho. Están bien equipados tanto en conocimiento como en armas para luchar contra cualquier vampiro o cualquiera que intente haceros daño. Ahora mismo el rancho es el lugar mas seguro que podrías encontrar, con ocho cárpatos para protegeros.
Solange suspiró.
– Tiene razón, Jasmine. Probablemente estaremos más seguras en el rancho que en cualquier otro sitio. De todos modos necesito algún tiempo para recuperarme. Y siempre me han gustado los caballos.
Jasmine se volvió, por primera vez interesada en la conversación.
– No lo sabía. Nunca me lo dijiste.
Solange intentó parecer despreocupada. Raramente descubría nada sobre sí misma, últimamente ni siquiera a su familia.
– Cuando era más joven solía montar a caballo.
– Yo si lo recuerdo, -dijo Juliette-, Entonces eras muy atrevida. Siempre que montabas a pelo asustabas completamente a Mamá.
La luz se apagó en los ojos de Solange y se echó otra vez en el canapé. Juliette y Jasmine echaron una mirada indefensa a MaryAnn, como preguntándole que debían hacer.
MaryAnn esperó hasta que Jasmine se sentó en el canapé junto a Solange antes de sacar su esmalte de uñas. Sostuvo el frasco en alto.
– ¿Alguien quiere utilizarlo?.
– Nunca en mi vida me he pintado las uñas, -dijo Solange, pareciendo ligeramente sorprendida-. ¿Podéis imaginarme con las uñas rojas?.
– Rojo no. -MaryAnn sacudió la cabeza, frunciendo el ceño como si Solange hubiera cometido una metedura de pata enorme-. Rosa pasión.
– Rosa pasión , -pinchó Juliette a su prima-. Es para morirse. Nunca te he visto con nada rosa, y mucho menos rosa pasión.
– ¿Por qué no rojo? -preguntó Jasmine.
– No combinaría con su tono de piel. -dijo MaryAnn de forma erudita- Tiene unas manos hermosas. Quieres que la gente lo aprecie.
Solange puso las manos detrás de la espalda.
– No estoy interesada en que los hombres se fijen en mí.
MaryAnn se rió.
– Tonta. ¿Realmente crees que las mujeres se visten sólo para los hombres? Algunas lo hacen, pero la mayoría se viste para darse coraje en cualquier situación. Si te gusta tu apariencia, tienes más confianza. Por ejemplo, si tú y Jasmine dais una cena, desearéis lucir mejor que el resto de las mujeres para no parecer las parientes pobres. Las mujeres son mucho más complicadas que los hombres.
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