Asil estaba asustado, aterrorizado. Ninguna de las brujas que bahía conocido, y durante su larga vida había conocido a muchas, había sido capaz de hacerle algo semejante a un lobo con poco más que la magia a su disposición. A un humano sí; a un humano muerto. Se dio cuenta de que había cometido un error. La había estado viendo como la niña que había sido, quien, por muy poderosa que fuera, no podía compararse con la bruja que había dispuesto de doscientos años para adquirir poder y conocimientos.
Con precaución, sondeó los enlaces de la manada hacia su Alfa y… no sintió nada. ¿Le había hecho a Bran lo mismo que le hizo a Sarai? Dos siglos son mucho tiempo para estudiar y aprender. Tal vez había descubierto el modo de crear otro guardián, un modo de hacerlo en unos cuantos minutos en lugar de cuatro días de torturas.
Entonces comprendió que era Bran quien había bloqueado el enlace, que los vínculos de la manada seguían intactos. Aquello le dio esperanzas: volvió a mirar al Marrok, pero continuó viendo simplemente una tenue inteligencia que tenía muy poco que ver con el hombre que había sido… que era.
Para asegurarse, Asil volvió a comprobar los vínculos de la manada, pero alguien los mantenía sellados. Y la única persona que podía hacer algo semejante era el propio Bran.
Aunque no estaban perfectamente sellados.
Algo fluyó de Bran y le tocó con unos dedos fríos y negros, extendiéndose lentamente por su alma. Sarai gimió levemente al darse cuenta de lo que era antes que él; ella siempre había sido mejor con aquel tipo de cosas. Siempre había creído que la ira era algo caliente y afilado. Aquello era peor.
Berserker.
Estaba en el norte de África cuando ocurrió, hacía más de un siglo. Pero incluso hasta allí llegaron las historias. Dadores de Muerte. Pueblos enteros masacrados, desde ancianas hasta niños. Se compusieron historias y canciones, la mayoría de ellas perdidas hacía tiempo.
Una bruja había forzado la Transformación de su hijo y su nieto, por el mero hecho de jugar con ellos. Durante años los retuvo como mascotas que le proporcionaban todos sus deseos. Aquello la convirtió en la bruja más peligrosa de las islas británicas. Hasta que un día el hijo se liberó.
Mató a su madre y se la comió. Luego mató a todo ser vivo a varios kilómetros a la redonda. Encontró una casa en lo más recóndito de los bosques galeses y, durante años, nada creció a un día de distancia de su guarida.
Los grandes cazadores de su generación, humanos, hombres lobo y otros, pretendieron obtener honor o demostrar su coraje enfrentándose a él. Todos murieron. Algunos fueron a su encuentro para vengar a sus seres queridos. Todos murieron. También murieron los perturbados que no comprendían las advertencias y los desventurados que se aproximaban demasiado al monstruo.
Hasta que un día, o eso había oído, Bran salió del bosque con su hijo a su lado. Ya no era un berserker, sino simplemente un arpista, un contador de cuentos, y un lobo solitario.
Con el tiempo, incluso las historias más horripilantes se convierten en leyenda y, más adelante, desaparecen. Asil estaba prácticamente seguro de ser el único, con la excepción de Samuel, por supuesto, que sabía lo suficiente para entender lo que había hecho la bruja.
Mariposa creía tener al Marrok bajo su control. Pero Mariposa siempre había interpretado la realidad según sus deseos.
– … him of eagum stod ligge gelicost leoht unfaeger -citó Asil en voz baja.
– ¿Qué has dicho? -Mariposa estaba pálida y visiblemente agotada, pero su control seguía siendo poderoso e inexpugnable.
– Beowulf -le dijo Asil-. Creo que vendría a ser algo así como… «sus ojos desprendían una luz llameante y maléfica». No puedo traducirlo en verso, no soy un poeta.
Mariposa observó con recelo a Bran, pero solo vio unos ojos apagados que parecían más marrones que ambarinos. Asil sabía porque no apartaba la mirada de él.
Sus ojos desprendían una luz llameante y maléfica. El tiempo de Bran como Berserker le debía bastante a Grendel, como también otras historias trasmitidas a lo largo de los siglos. Pero la falta de inteligencia en los ojos del Alfa y la fría y negra ira que fluía lentamente de Bran y se extendía a todos los hombres lobo conectados a él resultaba mucho más aterradora que Grendel o la madre de Grendel, los dos monstruos del poema épico. Asil confiaba en que solo estuviera propagándola a su manada aunque temía que pudiera extenderse más allá de esta.
La muerte se extendería por el mundo como no lo había hecho desde la Peste Negra, cuando una tercera parte de Europa había sucumbido ante ella. No volvería a haber un instante de paz en este mundo para los hombres lobo.
– Tienes miedo -le dijo Mariposa-. Es comprensible. Por ahora te permito que seas tú mismo, pero si continúas molestándome, te convertiré en mi mascota, corno he hecho con él. Las mascotas no son tan útiles como Sarai, ya que solo responden a órdenes directas. Tenía planeado convertirte en un guardián, como Sarai. Será mejor que no me hagas cambiar de idea.
Mariposa creía que tenía miedo de ella. Y lo había tenido, hasta que el monstruo que había creado la superó. No tenía ni idea.
Mariposa avanzó un par de pasos hacia Asil y lo abofeteó con fuerza. Asil no hizo ademán de defenderse. Su escasa altura le dificultó el golpe, pero lo hizo con todas sus fuerzas, las fuerzas de Sarai. Asil se lamió la sangre del labio de forma refleja.
– Eso es por mentirme sobre quién era realmente el hombre lobo. Es el Marrok, no un estúpido lobo menor. Lo sabías, lo sabías, y me has hecho creer que era otra persona. Podría haberme hecho daño. Y se supone que debes defenderme, ¿lo recuerdas? Te dieron mi tutela para que me mantuvieras a salvo.
Con el tiempo, los lobos pierden contacto con la realidad. La primera crisis se produce cuando muere toda la gente que conocen y no queda nadie que recuerde cuando eran humanos. La segunda varía según el lobo, cuando los cambios en el mundo les dejan sin un lugar donde sentirse seguros.
Y Mariposa nunca había sido precisamente estable, ni siquiera antes de matar a Sarai. Sin embargo, si creía que deseaba protegerla … significaba que había perdido la cabeza definitivamente.
– Aunque tu traición no tiene importancia -le dijo con un movimiento infantil de la cabeza-. Sé cómo protegerme a mí misma. Ese lobo me pertenece. -Contempló a Bran-. Transfórmate. Quiero verte la cara. Nunca he podido encontrar una foto tuya, Bran Cornick.
Asil se dio cuenta de que estaba conteniendo el alíenlo mientras su Alfa obedecía las órdenes de la bruja. ¿El dolor de la transformación liberaría al monstruo de sus cadenas?
Asil, la sombra que había sido su pareja y la bruja contemplaron la transformación en el frío invernal. Sus alientos se elevaban como una cortina de vapor, recordándole a Asil, por alguna extraña razón, el día en que Bran llevó a la manada del Marrok, a todos los lobos que le pertenecían, en un autobús alquilado al gran hotel del Parque de Yellowstone en lo más crudo del invierno. Había alquilado todas las habitaciones para que la manada pudiera correr y aullar toda la noche por la llanura del geiser sin nadie que les viera salvo unos cuantos búfalos y alces.
– No puedes ocultarte eternamente en tu invernadero -le había dicho cuando Asil le pidió amablemente que le dejara quedarse en Aspen Creek-. Algún día deberás crear nuevos recuerdos.
Asil cerró los ojos y rezó por primera vez desde el día que perdió a Sarai. Tiempo atrás había sido un hombre muy devoto. Rezó a Alá para que Bran no se convirtiera en un monstruo y destruyera su creación: el hogar, el refugio que había construido para sus lobos.
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