Él la colocó suavemente en medio de la alfombra gruesa.
– Sabes dulce, como fresas. Ya soy adicto. Voy a pasarme toda la vida devorándote. -Se montó a horcajadas sobre ella, inclinándose para encontrar los senos con el calor de la boca.
Ella jadeó y se arqueó. Jackson subió las manos, acunando el suave peso, los pulgares chasquearon sobre los pezones, tironeando para crear un continuo rayo que iba de los senos a la matriz. Ella estaba frenética por él, por sentirle y saborearle, estirándose para acunar su cabeza contra los senos, retorciendo las caderas bajo él. Su respiración entraba en ansiosos y pequeños jadeos.
Jackson adoró la manera en que ella se movía contra él, su cuerpo anhelando el suyo. No retenía nada, era una sensual mujer necesitándole, deseando que se enterrara profundamente dentro de ella, acariciando su polla con dedos ansiosos, sin vergüenza de anhelarle. Elevó su propio placer saber que le deseaba con cada parte de sí misma tanto como él a ella.
Al mirar sus ojos esmeraldas, sintió una sacudida de algo cercano al miedo, no, miedo no: terror. Desde el primer día que había oído su voz en ese campo de prisioneros, hacia tanto tiempo, ella había sido su mundo. No podía imaginarse cómo sería estar sin ella, ni siquiera quería saberlo, y a pesar de eso había tratado de despacharla esta noche. ¿En qué había estado pensando?
Rodó, yaciendo a su lado y le agarró los senos en las manos, tirando de sus pezones, hasta que ella jadeó y vino hacia él.
– Cabálgame, nena. -No iba a sujetarla debajo, todavía no. No hasta que se acostumbrara a su posesión. No había necesidad de correr el riesgo de devolver el miedo a sus ojos, no cuando estaban tan calientes de pasión. La guió usando la presión en los senos, levantando la cabeza para chasquear en los picos con la lengua, forzándola a inclinarse hacia delante y hacia abajo encima de él.
Podía sentir el aire frío en su polla que daba tirones, inflamándole aún más. Quería sentir el cierre de su funda, apretada y suave como el terciopelo, sujetándose a su alrededor. Ella gimió suavemente cuando él deslizó las manos sobre su trasero, las palmas grandes frotando y dándole masajes mientras la levantaba sobre su miembro dolorido. Guió su cuerpo sobre el suyo y levantó las caderas mientras la bajaba sobre él. La sensación de su cuerpo abriéndose como una flor, desplegando pétalos para tomarlo le robó el aliento y envió llamas rugiendo por sus venas.
Elle tembló cuando asentó su cuerpo sobre el de Jackson, los ojos entreabiertos, saboreando la sensación de plenitud mientras la estiraba casi hasta arder. Él no se movió durante un momento, dejándola acostumbrarse a su tamaño antes de atraerla aún más abajo, empujando a través de los músculos apretados y alojándose tan hondo que ella pensó que estaba casi en su garganta.
– Mírame, Elle -instruyó Jackson-. Esto, nosotros juntos, me siento en casa por fin. Aquí es a donde pertenezco. Dentro de ti. Mírame. Sigue mirándome.
El sedoso pelo se deslizó alrededor de la cara cuando la mirada de Elle se centró en la suya y empezó a cabalgarlo ante el impulso de sus fuertes manos en las caderas. Se movió con ella, empujando profundamente, rápidamente y luego lento, mirando su cara ruborizada por el deseo, mirando el calor en sus ojos, la manera en que su respiración cambiaba a pequeños jadeos frenéticos mientras su cuerpo entraba en una espiral más y más apretada alrededor suyo.
Jackson ahuecó los senos, los pulgares excitaron los pezones. Mirándola a los ojos agarró los pezones y los pellizcó, tirando de ella hacia abajo y sobre él, viendo el estallido de calor en su mirada con la boca abierta para darle uno de sus sexys y asombrosos gemidos y bañaba su polla en fuego líquido.
Mantuvo el cuerpo de Elle sobre el suyo, tomando el control, deleitándose en su rendición mientras él marcaba el ritmo, empalando con fuerza y rápidamente, conduciéndola al pico, buscando su propia liberación en los empujes frenéticos de las caderas. Hundió los dedos profundamente en su carne suave, sosteniéndola quieta, todo el tiempo ella mantuvo su mirada centrada en la suya. Quería sentir su rendición, ver el placer en sus ojos. Entonces ella se quedó sin respiración. Lloriqueó cuando la primera onda de fuego la desgarró a través de su centro y se asentó en el vientre para esparcirse como una bola de fuego.
Su mirada esmeralda nunca le abandonó. Miró el rubor que avanzaba por su cuerpo hasta consumirla. La obsevó rendirse al éxtasis caliente, a él. La vio darse a sí misma sobre él, cuerpo y alma completamente. La belleza de su regalo sólo se añadió a su propia liberación y dejó ir cada pensamiento, todo, y se dio simplemente a ella.
La música de sus suaves gemidos lo rodeó, llevándole a otro lugar donde sólo estaba el cuerpo de Elle sujetándose alrededor del suyo como un torno caliente de terciopelo, las notas líquidas de placer vibraban entre ellos, mientras su cuerpo erupcionaba en una gloriosa liberación que le fundía los huesos. Nunca, ni una vez apartó ella la mirada de él, bebiendo de su expresión mientras los dos flotaban juntos.
Pasó mucho tiempo antes de que él se revolviera para apartarle el cabello de la cara y deslizara la mano sobre la nuca.
– Estás donde perteneces, Elle.
Ella asintió.
– Me siento como si estuviera en casa, Jackson. Por fin. Estoy aquí. -Las lágrimas brillaron en sus ojos.
La acercó más para lamerlas con la lengua.
– Espero que no tengas mucho sueño, nena, porque voy a querer hacerte el amor toda la noche.
Por respuesta, ella bajó la boca sobre la suya y permitió que su cuerpo se fundiera alrededor del suyo.
Jackson gimió y giró la cabeza para mirar por la ventana al alba que se arrastraba a través del cielo. Estaba extendido de espaldas en la gruesa alfombra delante de la chimenea, en su cuarto de música. La mayor parte de las velas habían ardido y pocas estaban enteras. El olor a lavanda y sexo colgaba pesado en el aire y lo aspiró. Elle y Jackson. Era un perfume vertiginoso y su cuerpo se agitó a pesar de que le había hecho el amor toda la noche.
Elle estaba tumbada sobre su cuerpo, los senos a través de los muslos, los labios contra su polla, las manos le ahuecaban las pelotas. Con cada aliento que tomaba, cada vez que ella exhalaba, él lo sentía contra su suave miembro. Su polla dio un tirón y latió al mismo tiempo que la respiración de Elle, pero Jackson yacía sin fuerzas y drenado, deleitado después del mejor sexo que había tenido jamás. Si hubiera tenido algo dentro de él, habría estado sobre ella, pero no podía moverse. Sólo podía estar allí tumbado sintiendo satisfacción absoluta. Puro contento.
Quería despertarse cada mañana durante el resto de su vida, justo así, con Elle encima de él, los suaves senos sobre sus muslos y la boca contra su polla. Se sentía vivo. Se sentía renovado. Sentía como si tuviera un hogar por primera vez en su vida.
Pasó los dedos por la gruesa masa de seda roja que se derramaba por la espalda de Elle y se esparcía por sus muslos. El cabello parecía tal sensual cascada de brillante rojo cayendo sobre las caderas y las piernas, que le hacía desear poder moverse. Se moría de hambre, pero no estaba enteramente seguro de tener algo de fuerza para levantarse y cocinar, mucho menos para hacerle el amor otra vez.
Elle se revolvió, el pelo se deslizó por la piel desnuda de Jackson al moverse ligeramente. Su aliento caliente excitó su polla. La lengua salió como una flecha y lo lamió. El cuerpo de Jackson dio un tirón.
– Eres un pequeño demonio -la acusó él-. Vas a matarme.
Ella le acarició la ingle con la nariz, inhaló, aspirando su masculino olor, único de Jackson, llenando su mente con él, y con lo que quería hacerle. Él emparejó su rápida inhalación con una propia, leyendo las imágenes eróticas en su mente, sabiendo que ella deliberadamente le estaba excitando. Los senos presionaban contra la parte superior de los muslos mientras se movía, tentándolo con la suave sensación de ellos. Sus pezones le rozaban, unos picos duros, tentadores. Toda mujer. Su mujer.
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