Kelley Amstrong - Secuestrada

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Cuando una bruja joven le cuenta a Elena que un grupo de humanos está secuestrando seres sobrenaturales, Elena ignora la advertencia. Vamos, obviamente todo el mundo sabe que no existe nada parecido a las brujas. Simplemente el pensamiento de otros “sobrenaturales”, bueno, Elena no tenía el menor interés en explayarse demasiado en el asunto.
Muy pronto, sin embargo, se ve enfrentada a la verdad de su mundo, cuando es secuestrada y lanzada a un bloque de celdas lleno de brujas, hechiceros, medio-demonios, y otro werewolf. Tal y como Elena pronto descubre, tratar con sus compañeros de cautiverio es el menor de sus problemas.
En esa prisión, el verdadero monstruo es el que lleva las llaves…

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– Adam Vasic -murmuró Matasumi.

– ¿Sabe mi nombre? Me siento halagado.

Adam agarró la mano de Matasumi y la sacudió. Matasumi gruño y trató de quitar su mano. Contempló los manchones rojos brillantes en su palma, luego jadeó hacia Adam, como si fuera incapaz de creer que él lo había quemado.

– Ups -dijo Adam-. Lamento esto, Doctor. No he logrado completamente mantener el control aún -Adam se giró hacia el ordenador-. ¿Estaba trabajando? Es un pedazo de hardware. ¿Paige, ves esto? ¿Qué es?

Adam se inclinó y bizqueó hacia la cpu. Extendió la mano y la tocó. Chispas volaron. Los circuitos reventaron. Matasumi se sacudió atrás.

– ¡Maldición! -dijo Adam-. Esto tiene mala cara. ¿Crees que puedes arreglarlo, Paige?

– Lo siento, no soy técnico.

Adam sacudió su cabeza-.Supongo que somos unos pobres sin suerte, Doctor. Lamento esto. ¿Qué hacía usted de todos modos? ¿Descargar archivos? -Adam hizo reventar el disco de la unidad. Chisporroteó, luego se derritió como cera entre sus dedos-. ¡Ay! Espero que tenga copias de seguridad.

Los ojos de Matasumi parpadearon hacia un anaquel cerrado con llave arriba. Clay avanzó y lo rompió. Adam observó un puñado de discos. Estos se desintegraron a su toque, dejando sólo pedazos carbonizados de plástico y metal.

– ¿Ves? -dijo, mostrando a Clay su puño lleno de cenizas-. Esto es lo que pasa cuando me ayudas a reforzar mis poderes. Incluso peor que la maldición del Rey Midas. Al menos el oro tiene valor -se dio vuelta hacia Matasumi y se encogió de hombros-. Lo siento, Doctor, pero realmente es para mejor. No podemos dejar que esa información salga fuera de estas paredes, ¿verdad? Oh, espere. Hay un banco de memoria más que tengo que apagar. Mis disculpas de antemano.

Adán quitó un cable del ordenador y se lo puso alrededor del cuello de Matasumi. Durante un segundo, Matasumi no pareció comprender lo que pasaba. Entonces sus manos volaron a su garganta. Demasiado tarde. Cuando Adam tiró el cable con fuerza, éste se encendió, llameó, luego murió cuando Matasumi cayó de lado, tieso.

– Disfrutaste demasiado -dijo Paige.

Adam sólo sonrió abiertamente -¿Qué esperas? Soy un demonio.

– Medio demonio.

– Y un demonio entero habría torturado al pobre tipo primero. Al menos yo fui misericordioso.

– Termina de destruir los archivos y el ordenador -dijo Clay-. Luego nos movemos.

***

– ¿Debería ponerme en contacto con Kenneth ahora? -preguntó Paige cuando dejamos el cuarto.

Clay sacudió su cabeza y siguió andando.

– Pero Jeremy dijo que los notificáramos una vez que estuviéramos dentro y tuviéramos los sistemas abajo.

– No, él dijo que lo notificaras cuando Elena te dijera que lo hicieras.

Paige me echó un vistazo.

Sacudí mi cabeza -No todavía.

– Pero podríamos usar su ayuda.

– ¿La ayuda de quién? -dijo Clay, deteniéndose de repente y girando hacia ella-. ¿Kenneth? Él no puede luchar. ¿Cassandra? Ella podría luchar, si quisiera hacerlo. Los llamaremos cuando esté claro.

– Pero…

– Pero nada -Clay frunció el ceño hacia Paige-. Me estás pidiendo que ponga a mi Alfa en una posición potencialmente peligrosa donde no sólo es el único luchador, sino que donde además es responsable de las otras dos personas. No haré eso.

– Lo siento -murmuró Paige mientras Clay se daba la vuelta.

Clay giró hacia ella -¿Qué?

– Dije, lo siento.

Clay vaciló, le lanzó un brusco asentimiento, y luego nos hizo señas para que calláramos y comenzó a avanzar otra vez.

***

Encontramos el armario de armas. Para mi sorpresa, realmente era un cuarto entero. Hey, nunca he estado en la milicia. Oigo el término “armario de armas” e imagino un armario de escuela secundaria lleno de AK-47 y granadas en vez de calcetines malolientes y emparedados de jamón de semanas.

Me moví sigilosamente hacia una entrada abierta, eché una ojeada a la vuelta de la esquina, y vi a Tucker garabatear en un sujetadatos. No sólo estaba solo, sino que nos daba la espalda. Tal vez Bauer había tenido un punto cuando hizo ese pequeño discurso sobre la sobreconfianza en la tecnología en la época postindustrial. Estos tipos estaban tan convencidos de la impenetrabilidad de su sistema de seguridad de alta tecnología que, mientras que ninguna alarma resonara, se sentían seguros. Tucker ni siquiera estaba armado. Realmente, ¿dónde estaba el desafío?

Retrocedí ante la puerta e hice señas a Clay. Él se arrastró a mi lado, echó un vistazo alrededor de la puerta, y sacudió su cabeza. Nos lanzamos a una conversación de signos. Entonces asentí con la cabeza, retrocedí, y le hice señas a Adam y a Paige para que avanzaran. Clay se deslizó alrededor de la puerta, sus zapatos silenciosos contra el linóleo. Cuando Adam trató de seguirlo, puse mis manos para detenerlo. Clay podía manejar esto solo. Mejor si nos quedábamos escondidos.

Cerré mis ojos para afilar mi oído y rastreé el susurro de la respiración de Clay, trazando un mapa contra Tucker. El espacio entre ellos se cerraba. Entonces, cuando esperé el sonido del ataque, dos clics fuertes rompieron el silencio. Armas.

Embestí contras la entrada abierta. Paige agarró la espalda de mi camisa, deteniéndome mientras dos guardias salían de sus escondrijos, sus armas en la cabeza de Clay.

ANIQUILACIÓN

Clay se congeló a mitad del paso. Sus ojos vacilaron de una guardia al otro, pero no se movió, ni siquiera completó su paso. Tucker se dio vuelta para afrontarlo, sonriendo.

– Entonces eres tú -dijo Tucker-. El bruto que sacó a mis hombres cerca de Augusta. Si no hubiéramos encontrado la cámara, yo no lo habría creído. Tres de mis mejores hombres. Asesinados por un perro rabioso.

Clay no dijo nada. Adam, Paige, y yo esábamos parados en la entrada abierta. Tucker no hizo caso de nosotros.

– No fue una mala idea, inutilizar las radios y alarmas -dijo Tucker-. Nada mal, pero tampoco brillante. Subestimaste cuán bien he entrenado a mis hombres. Tan pronto como Jackson comprendió que teníamos una violación, él envió a uno de su equipo para advertirme personalmente.

Paige sostuvo mi brazo. Mientras Tucker hablaba, ella lo apretaba. Pensando que estaba asustada, no la alejé. Entonces ella me pellizcó con tanta fuerza que tuve que morder un gemido. Cuando la fulminé con la mirada, ella asintió con la cabeza casi imperceptiblemente hacia el guardia cercano. Le devolví una sacudida de cabeza igualmente discreta. No había manera de que yo pusiera en peligro la vida de Clay atacando un guardia. Paige apretó mi brazo con más fuerza y me lanzó una mirada impaciente. Me di vuelta lejos.

Tucker continuó -Sí, sé que estamos cuatro a tres ahora mismo. No son probabilidades excepcionales para nuestro lado, pero espero que mejoren en cualquier momento. Uno de mis hombres reúne la reserva mientras hablamos -Él inclinó su cabeza-. ¿Oigo pasos? Creo que lo hago. Pero tú eres el que tiene audición biónica. Dime, ¿Cuántos hombres se acercan? ¿Cuatro? ¿Seis? ¿Diez?

Paige murmuró en voz baja. No sonaba como español… ¡Mierda! Ensayaba lanzando un hechizo. Antes de que pudiera detenerla, el guardia que estaba más lejos de nosotros se tensó. Miró de un lado al otro, sólo con movimiento de ojos, lentamente entrando en pánico. Supe entonces lo que Paige había lanzado: un hechizo de agarre. Paige liberó su apretón a mi brazo y volé hacia el guardia más cercano. Mientras me lanzaba hacia él, un tiro salió despedido hacia el techo. Tiré el arma de sus manos mientras caíamos al suelo. El segundo guardia se daba vuelta ahora, el hechizo roto.

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