– David, no sabes nada de esa gente ni de su negocio. He visto cosas…
– Mira, no tienen por qué ser mis amigos. Ellos venden, nosotros compramos. Vamos, que en doce días Knight ya no existirá más que como una división de Tartan. ¿No lo ves, Hu-lan? Iré a China por diferentes negocios. No sólo seré el representante de Tartan, sino que el bufete ya tiene en vista otros negocios. Marcia, la secretaria de Miles, ya ha organizado varias reuniones para el lunes próximo. No me preguntes dónde porque todavía no tengo ofician.
Hu-lan tenía muchas preguntas pero David siguió hablando…
Era asombroso lo fácil que salía de una vida y entraba en otra. Después del almuerzo había vuelto al bufete con Miles. Tal como le había dicho Keith la noche de su muerte, las oficinas de Phillips, MacKenzie amp; Stout seguían iguales. Las zonas comunes eran oscuras, lujosas y conservadoras. Cada socio recibía una asignación para decorar su propio despacho, lo que significaba que había un poco de todo: desde Luis XV hasta colonial, desde caoba hasta arce, desde pósters baratos hasta Hockneys originales. Como socio de las altas esferas, David tenía derecho a un despacho de esquina en alguna de las cinco plantas del bufete, la última de las cuales albergaba el centro del poder. Pero como David se iba a China, le asignaron un despacho amplio entre el de Miles y el de Phil Collingsworth, que tenían uno en cada esquina.
En circunstancias ordinarias, los socios habrían tenido que reunirse para votar si aceptaban a uno nuevo, pero, como Phil había señalado el día del funeral, allí todo el mundo conocía a David. Un par de llamadas al comité ejecutivo había dejado claro que era una decisión unánime. Cinco minutos más tarde, Miles le pidió a David que le llevara el pasaporte y éste lo sacó del bolsillo de la chaqueta ahí mismo. Miles sonrió.
– Tendría que haber negociado más duramente tu comisión -le dijo.
Los dos rieron, porque era evidente que David quería volver a China desde el primer momento en que Miles se lo había mencionado. El socio principal le dio el pasaporte a su secretaria y le dijo que lo llevara deprisa al consulado chino para el visado. Después, Miles y David se reunieron con Phil y otros socios para un improvisado brindis con champán. Como en los viejos tiempos…
– ¿Preguntaste por Keith? -lo interrumpió Hu-lan.
– ¿A qué te refieres?
– Al soborno.
La voz de David se perdió entre los ruidos de la línea, y le pidió que repitiera la respuesta.
– Le pregunté a Miles y después también hablé de ello con Madeleine y Rob. Todos dijeron que no podía creer todo lo que decían los periódicos. Debo reconocer que es algo de lo que tú y yo sabemos bastante. Ya no me acuerdo la última vez que no tergiversaron mis declaraciones.
– No me gusta.
A pesar de la distancia, Hu-lan lo oyó suspirar.
– ¿Qué parte no te gusta? -preguntó David. El dolor en su voz era palpable-. ¿No quieres que vaya a China?
– Pero qué dices -se apresuró a responder ella-. Te quiero y deseo que vengas, pero no me gusta lo que he visto en la fábrica Knight y… no sé… sucede todo tan deprisa. Miles nunca hace nada sin deliberación.
– Es lo que trataba de decirte. Miles no es la única voz aquí. Todo el mundo en Phillips, MacKenzie amp; Stout hace mucho tiempo que se lo estaba pensando. -Se le quebró la voz, y Hu-lan comprendió que lo había herido muy profundamente-. Es muy precipitado, pero es una oportunidad. Es nuestra oportunidad. -Se perdió su voz en otra oleada de interferencias-. Se acabaron las malas comunicaciones, a partir de ahora estaremos juntos.
– ¿Cuándo llega tu vuelo?
– A las siete y cuarto del diez -dijo, y aclaró-. El jueves, para ti.
– Puede que llegues a Pekín antes que yo -le explicó. Aún tenía que hablarle a David de las peculiares circunstancias de la muerte de Miao-shan, lo extraño que era el recinto de la fábrica Knight y de su ahora postergado plan de entrar allí, pero lo haría cuando se vieran en Pekín-. No sé cuánto tardaré en volver a Pekín, pero trataré de llegar a tiempo para ir a esperarte. Si no estoy, te mandaré a mi nuevo chofer. No te preocupes, te encontrará.
Hablaron unos minutos más.
– Pronto tendremos todo el tiempo del mundo para hablar -dijo David-, pero ahora será mejor colgar. Debo estar en el bufete muy temprano y mañana tengo mucho que hacer para cerrar esta etapa de mi vida. Estaremos juntos, Hu-lan, y seremos felices.
– Eso espero, David, de veras -la vieja cautela reapareció en la voz de Hu-lan.
Colgaron sabiendo que había quedado mucho por preguntar y responder.
Al día siguiente, David pasó la primera hora otra vez en las lujosas instalaciones del bufete con la secretaria de Miles. Marcia le explicó que a partir de ese momento ella se ocuparía de la agencia y las facturas de David. Organizaría su trabajo cuando él estuviera en la ciudad y atendería sus cosas personales, como hacerle llegar el correo a China. También cuidaría de que le llegaran todos los memorandos internos a Pekín -o dondequiera que estuviese. Y que todas las llamadas para él fueran derivadas a su número en China. Le dijo que el bufete acababa de contratar a la señorita Quo Xue-sheng, como secretaria e intérprete en China. La señorita Quo ya estaba buscando oficina y arreglando algunas reuniones para después de su llegada.
Después, Marcia lo dejó solo con varias carpetas que lo pondrían al día de las actividades generales y el plan estratégico de la empresa. Al mediodía, David volvió a pasar por la fiscalía, donde Rob y Madeleine habían organizado una pequeña fiesta de despedida. Después volvió de nuevo al despacho de Miles para recibir las últimas instrucciones sobre el asunto Knight.
– Hace veinte años que me ocupo de los negocios de Tartan y Randall Craig -dijo Miles-. El trato con Knight es una gran oportunidad. Hay mucho dinero en juego, setecientos millones, pero ahora es muy difícil que algo eche a perder el negocio. Estamos en ese momento en que la operación ya tiene su propia dinámica y nosotros estamos preparados para seguir el proceso.
– ¿Hay algún problema que deba saber?
Miles meneó la cabeza.
– Todo en orden. Henry Knight es viudo y tiene un hijo adulto. Es una persona muy ética, bastante parecido a ti. Siempre administró su negocio limpiamente a pesar de que podría haber tomado algún atajo de vez en cuando. Sus motivaciones nunca han sido sólo los grandes beneficios.
Pero la fábrica estaba en China, señaló David, y eso tenía que reducir los costes.
– Por supuesto, pero eso es un beneficio tangencial. Se considera un filántropo. Dona dinero a hospitales, organizaciones infantiles, asociaciones humanitarias. Para Henry, China es sólo otra causa. Siempre le ha gustado el país. No sé, creo que le viene de la época de la guerra. En todo caso, cree que ayuda a la gente que contrata. Como yo vengo del campo, sé muy bien qué vida de mierda puede llegar a ser. -Miles se encogió de hombros como para espantar los recuerdos-. Cuando llegues, te reunirás con el gobernador Sun y su ayudante Amy Gao. Están en el gobierno local.
– ¿Los conoces?
– Conocí a Sun en mi primer viaje a China, pero a partir de entonces siempre he tratado con la ayudante. Tiene un nombre chino pero, como muchos chinos, se ha puesto una versión occidental de su nombre y después el apellido. Amy Gao es una mujer lista y ambiciosa. Ha venido a vernos aquí, al bufete. Te gustará. Si tienes algún problema habla con ella. Yo iré al final para la firma. -Y añadió-: No te preocupes, no me meteré. A partir de ahora es tu asunto. Y cuando digo que te ocupes tú, hablo en serio. Aunque no creo que haya mucho de lo que ocuparse. El trabajo está hecho. Ahora lo único que necesitamos es una firma. Y la firma final sí no me la puedo perder. Randall Craig y Tartan han tenido un papel importante en mi carrera.
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