Lisa See - La Trama China

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La trama china explora el fascinante y emocionante mundo de las regiones más remotas de China, donde la lealtad, la codicia y el amor se enfrentan con aterradoras consecuencias.
La detective china Liu Hu-lan y su prometido, el abogado estadounidense David Stark, se ven enfrentados a una asombrosa trama de violencia y conspiración cuando una vieja amiga -de una aldea del interior de China- le pide a Hu-lan que descubra la verdad sobre el sospechoso suicidio de su hija.
El caso resulta alarmantemente personal por partida doble, ya que involucra el propio pasado de la detective y el siniestro secreto de una fábrica estadounidense de juguetes ligada al bufete de David.
Una subyugadora novela de intriga, con una ambientación generosa en matices y enriquecida con la complejidad de las relaciones entre dos culturas diferentes.

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Phil Collingsworth, que llevaba más tiempo en el bufete que Miles Sotut, le dio una palmada en la espalda y le dijo que los tres debían hablar un rato más tarde. David saludó también a otra socia que, después de que Hu-lan lo dejara años atrás, lo había animado para que saliera y se casara con Jean. Ese matrimonio había sido un error, pero tras el divorcio, Marjorie, como muchas otras personas y cosas, había acabado en la mitad de los bienes gananciales de Jean. Pero ahí estaba Marjorie, que le daba un abrazo y le decía que se alegraba mucho de volver a verlo después de tanto tiempo. Le preguntó si quería ir a cenar una noche y ver cómo habían crecido los niños.

Era agradable volver a estar entre amigos, pero una sombra se proyectaba sobre la mayoría de las conversaciones. Nadie mencionaba las acusaciones que planeaban sobre Keith ni la presencia de David en el momento de la muerte, pero éste sentía que estaba allí. Al cabo de un instante, el intercambio de cortesías cesaba, se instalaba un incómodo silencio, el grupo se dispersaba y se formaba otro.

En un momento dado David se encontró solo. Miró alrededor, captó una mirada de lástima del agente Baldwin y rápidamente apartó la vista. Sus ojos se posaron en la hermana de Keith, que estaba con una pareja mayor. Los tres parecían agotados y fuera de lugar en esa atmósfera de fiesta. David se abrió paso entre los diferentes corrillos, se acercó a la familia de Keith, les tendió la mano y se presentó.

La anciana suspiró acongojada y el marido le pasó una mano protectora por el hombro, mientras tendía la otra mano y se la estrechaba a David con firmeza.

– Matt Baxter, encantado. Soy… era el padre de Keith. Y ella es la madre, Marie. Ella es Anne.

Pero, al parecer, estas presentaciones eran lo máximo que podía hacer en aquel momento. David observó cómo le apretaba el hombro a su mujer, esta vez para darse fuerzas a sí mismo.

Pasaron un rato en silencio, hasta que Anne, con lágrimas en los ojos, miró a David.

– Así que usted es la persona que estaba con Keith cuando…

– Así es -confirmó él-. ¿Puedo sentarme?

– Por supuesto -dijo Anne.

David acercó una silla de jardín. En cuanto se sentó con Anne y su familia percibió un olor muy fuerte y espantosamente dulce que le recordó a la muerte.

– ¿Puede hablarnos de Keith durante esa última noche? -pidió la hermana.

David estaba tan inmerso en el sentimiento de culpa, que no se le había ocurrido que la familia de Keith, si tenía la oportunidad, le haría esa pregunta. ¿Qué podía decir? ¿Qué Keith había bebido mucho? ¿Qué estaba muy preocupado por su trabajo? No eran palabras de consuelo. Así que contestó con verdades a medias.

– Tomamos una botella de vino y comimos pescados. Estaba de buen humor. Bromeó y me pinchó para que volviera al bufete -dijo.

La familia de Keith sonrió con tristeza.

– ¿Pero dijo algo? -insistió Anne.

¿Preguntaba por las acusaciones que Pearl Jenner había lanzado en el Times? No podía ser.

– En aquel momento nada parecía tan importante -dijo tratando de no ahondar en el tema-. Una charla de amigos que se ponen al día sobre sus respectivas actividades. Me preguntó por juicios en los que había estado trabajando. Ya saben, conversaciones de abogados…

– No sé cómo puede decir eso -repuso Anne sin ocultar su sarcasmo.

– Anne, por favor -imploró Matt a su hija, pero ésta no le hizo caso.

– Yo también hablé con él ese día. -Su voz se había vuelto seca y dura, mientras miraba fijamente a David esperando que respondiera.

¿Qué sabía Anne exactamente? ¿Estaba, como él, preocupada por la reputación de su hermano? Lo único que David pensaba en aquel momento era que no quería hablar de todo eso delante de los padres de su amigo.

– Mi hermano estaba angustiado. Acababa de morir su novia… -Anne se echó a llorar.

¿Su novia? Keith no le había mencionado nada. ¿Acaso David había malinterpretado a su amigo? No, no si lo que decía el Times era verdad.

– No le hemos dado las gracias por llamarnos esa noche.intervino la madre de Keith-. Para nosotros fue muy importante que nos llamara un amigo en lugar de la policía. Creo que no lo habría soportado.

– Si la situación hubiera sido a la inversa, Keith habría hecho lo mismo por mí.

– ¿Está seguro? -preguntó Anne.

– Absolutamente.

– ¿Me refiero a que usted cree que la situación habría podido ser a la inversa?

– Anne -le rogó Matt Baxter a su hija.

Anne se secó las lágrimas enfadada y se volvió impaciente hacia su padre.

– ¿Qué pasa, papá? ¿Quieres que me olvide de que mi hermano murió por culpa de este hombre? Pues no pienso hacerlo. Y creo que nadie de los que están aquí, salvo mamá y tú, van a olvidarlo.

A David se le encogió el estómago. ¿era eso lo que pensaría la gente de ahora en adelante?

– Perdonen. -Todos levantaron la mirada y vieron al agente Eddie Wiley, que dijo con voz extremadamente oficial-: Señor Stark, necesito urgentemente su presencia.

David se levantó y, sin dejar de mirar a Anne, se dirigió a los padres:

– Bueno, reciban nuevamente mi más sincero pésame. -Inclinó ligeramente la cabeza, bajó los ojos ante la dura mirada de Anne y siguió a Eddie hasta la cabaña.

– Gracias -le dijo.

– No hay de qué. Era evidente que necesitaba que lo rescataran.

– Sí, supongo que sí.

– Tendrá que aprender a tratar con ese tipo de putadas. -David lo miró intrigado, y Eddie explicó-: Preguntas que hace alguna gente que no quiere oír la respuesta.

– ¿Y qué hago?

– Mándelos a paseo.

– ¿Le parece? ¿Lo hace usted?

– Es parte del trabajo.

– Quizá el suyo…

Eddie no respondió. No hacía falta. Ambos sabían cuántas muertes había dejado el Ave Fénix sobre la mesa de trabajo de David.

– Eddie, ¿puede hacerme un favor?

– Por supuesto.

– Quiero reunirme a solas con la hermana de Keith.

– ¿Qué? ¿En ese invernadero de mierda o algo así? No me parece buena idea.

– Tengo que explicarle algunas cosas de esa noche.

– No, no le debe ninguna explicación.

– Quiero hacerlo… -David dio un paso hacia el ventanal de la cabaña, pero Eddie se interpuso en su camino.

– ¿No me ha oído? No puede dejar que la culpa se apodere de usted.

Por segunda vez, una voz conocida acudió en su ayuda.

– Ah, David, estás aquí -lo llamó Miles desde el ventanal-. Hace rato que te busco. Phil y yo queremos que vengas a dar un paseo con nosotros. -Le hizo una seña a Eddie con la cabeza-. ¿Le parece bien? No saldremos de la casa. Nos quedaremos en la terraza de aquí debajo. Déme unos minutos en privado con mi antiguo colega.

Eddie se apartó y David y Miles se abrieron paso entre la gente hasta la terraza.

– Estos últimos días han sido muy duros -comentó Miles-. ¿qué tal estás?

David miró el barranco, donde el zumaque y otros matorrales servían de contrapunto al lujo y el refinamiento de los jardines de Stout.

Como David no parecía muy dispuesto a contestar, Miles continuó:

– Ha sido mala suerte. Quiero que sepas que ninguno de nosotros te culpa.

– Creo que la hermana de Keith sí -soltó David.

– ¿Y ella qué sabe? No estaba allí. -Miles cerró los ojos y puso la cara al sol-. ¿Pero para qué os reunisteis Keith y tú?

– Para nada en especial sólo para cenar. -Otra vez una verdad a medias, pero David no quería volver a lo mismo.

– ¿Te habló del trabajo, del bufete?

– Sí, supongo. -Se encogió de hombros-. Hablamos un poco sobre Tartan y Knight.

– Trabajaba conmigo en la compra. Hacía un año que trabajábamos en esa operación. El bufete estaba completamente absorbido.

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