Anne Perry - Una visita navideña a Romney Marshes

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Una visita navideña a Romney Marshes: краткое содержание, описание и аннотация

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Mariah Ellison, la irritable abuela de la serie del inspector Pitt, se ve forzada a pasar la Navidad en Romney Marshes con los Fielding. Pero pasar la Navidad con ellos es algo muy diferente a lo que está acostumbrada. Cuando llega una prima de la familia, Maude Barrington, la abuela ya se ve al límite de su aguante. Maude le parece una persona poco fina, algo rara… y fascinante, aunque se ocupa bien de no decírselo a nadie y manifestar en público un ligero desdén. Pero cuando aparece muerta, la abuela, intentando descubrir lo que ocurrió, deberá enfrentarse a revelaciones sorprendentes sobre su propio pasado. Una visita navideña en Romney Marshes tiene la combinación perfecta de misterio y crimen en la ambigua sociedad victoriana, sin olvidar una ración generosa de alegría navideña.

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¿Por qué Zachary seguía mirando a Bedelia? ¿Sería por una trivial fascinación masculina por la belleza? ¿O simple cuestión de educación porque estaba viviendo en su casa?

Arthur no la miraba del mismo modo.

Agnes los miraba a ambos, y también parecía darse cuenta. Había cierta tristeza en sus ojos. ¿Sería la conciencia de que no podía competir con Bedelía? Quizá era la sensación de fracaso lo que Mariah detectaba y comprendía. Lo conocía muy bien: un rostro poco agraciado, sin magia en los ojos ni en la voz; y sobre todo la conciencia de no ser amada.

¿Sentía envidia? ¿O incluso odio, tras el paso de los años? ¿Por qué? ¿Simplemente por su belleza? ¿Tanto importaba? Muy pocas mujeres son algo más que agradables en su juventud, pensó Mariah, y tal vez adquieran cierto estilo, incluso cierta chispa al llegar a la madurez. Y Agnes no se había quedado para vestir santos. Pero existía cierta rivalidad entre las hermanas. Era inevitable. ¿Era cuestión de dinero, y ahora también de título nobiliario?

La conversación prosiguió en torno a ella, y se preocuparon por aquellos que durante las fiestas navideñas estarían solos y necesitados, y también por aquellos que tenían mala salud, con el fin de decidir a quién podían o debían hacer un pequeño regalo. ¿Se estropearía el tiempo?

– ¿Suelen quedarse aislados por la nieve? -preguntó Mariah con interés-. Debe de ser una experiencia espantosa.

– En absoluto -la tranquilizó Zachary-. Estaremos muy seguros. Tenemos comida y leña, y no suele durar más que un día o dos. Pero no se preocupe. Si ocurre, suele ser en enero y febrero. Ya conoce el refrán: «Cuando el día se hace más largo, el tiempo va empeorando». -Sonrió, y la seriedad anterior se transformó en una sorprendente calidez.

Mariah le devolvió la sonrisa, disfrutando de una repentina e inexplicable sensación de libertad.

– He descubierto que suele ser cierto -dijo con aprobación-. Y estoy segura de que son ustedes lo bastante prudentes para protegernos ante cualquier posible emergencia. Yo estaba pensando más bien en cosas tales como caer enfermo. Pero me atrevería a decir que es una dificultad para toda la gente que vive en los parajes más agrestes y hermosos.

Ella seguía mostrándose encantadora. Era como tener un juguete nuevo. Se dirigió a Bedelia.

– ¿Sabe, señora Harcourt?, nunca había visto Romney Marsh más que como una costa sin relieve, bastante vulnerable, con un permanente olor a sal, hasta que conocí a la señorita Barrington. Pero en nuestro paseo, ¡pude observar que ella era consciente de muchas más cosas! Me habló de las flores silvestres durante la primavera y de los pájaros. Conocía los nombres de muchos de ellos, ¿sabe?, y sus costumbres. En especial de las aves acuáticas.

Mariah iba inventado, al menos en parte, a medida que hablaba. Era muy emocionante. Los rostros sorprendidos y ansiosos que la rodeaban aumentaban la sensación de aventura. Tomó aliento y prosiguió.

– Nunca antes me había dado cuenta de cómo todo encaja perfectamente en su lugar en el orden de las cosas.

– ¿En serio? -dijo Bedelia con voz inexpresiva-. Es un interés que había desarrollado hacía poco. En realidad, después de irse de Inglaterra. Debió de adquirirlo a través de la lectura. Desde luego nunca los vio al natural.

– ¿No paseaba mucho? -preguntó Mariah con inocencia.

– Solo se quedó aquí unas horas -le informó Bedelia-. No le dio tiempo a salir. Sin duda le habrá contado que llegó sin avisar, y por eso no pudimos albergarla. ¿Cree que le habríamos pedido a Joshua Fielding que le brindara su hospitalidad si hubiéramos podido alojarla nosotros?

¡De modo que estaba en lo cierto! Alguien de aquella casa le había dado a Maude la dosis única de pipermín. Tenía que pensar deprisa. Mejor batirse en retirada que provocar una disputa, aunque tenía muchas palabras en la punta de la lengua. ¿Era preferible pasar por una tonta inofensiva o por una mujer que sabía demasiado y a la que había que vigilar? Tenía que decidirse de inmediato. No podía ser las dos cosas, y el tiempo apremiaba.

Bedelia aguardaba. Todas las miradas estaban puestas en Mariah. Una brillante idea pasó por su mente: podía parecer tonta y extraordinariamente inteligente ¡si fingía ser un poco sorda!

Respiró hondo, por decirlo así, y se disculpó. Luego, justo antes de hacerlo, tuvo otra idea muchísimo más brillante: ¡si pretendía estar sorda más tarde podían negar cualquier prueba que consiguiera!

Mariah se tragó su orgullo, algo que no había hecho nunca, salvo en una innombrable ocasión de su pasado que surgía ante ella como un cadáver que sale a la superficie de un río. Pero si había sobrevivido a aquello, nada de lo que aquella familia hiciese podría mellar su coraza interior.

– Tiene razón -dijo con humildad-. Había olvidado que Maude había estado fuera tanto tiempo. Si antes no había demostrado ningún interés, debió de haberlo adquirido a través de la lectura. Tal vez echase de menos los inmensos cielos, el viento con olor a salitre y el rugido del mar.

Un destello de triunfo cruzó los ojos de Bedelía, un conocimiento de su propio poder. Mariah lo percibió con la misma intensidad de una descarga eléctrica, como la que produce tocar ciertos metales cuando el aire es muy seco. Había leído que los depredadores huelen la sangre de ese modo, y aquello le produjo un escalofrío de miedo y despertó en ella la intensa conciencia de su vulnerabilidad, algo que de repente hacía la vida gratificante y frágil a la vez.

¿Era aquello lo que Agnes había sentido toda su vida o se estaba dejando llevar por su imaginación? ¿Y Maude? ¿También se sentía oprimida? ¿Era aquel el motivo por el que se había ido de Inglaterra, se había alejado de todas las cosas familiares que sin duda amaba y se había ido a todo tipo de países antiguos, bárbaros y espléndidos, donde nadie la conocía ni ella conocía a nadie? ¿Había sido una huida desesperada?

Quizá, bajo la superficie, se escondía mucho más de lo que Mariah había soñado cuando se encontró en la habitación junto al cadáver de Maude aquella mañana.

Bedelia sonreía.

– Es posible -dijo Bedelia en voz alta-. Pero podía haber vivido junto al mar de haberlo querido. La pobre Maude no estaba demasiado capacitada para tomar decisiones, sobre todo las correctas. Es mala suerte.

– Esperábamos salir más, después, cuando ella regresó… -Agnes miró a Bedelia-. Para año nuevo… o… o cuando hubiéramos estado seguros de que… -No concluyó la frase; sabía que de algún modo había metido la pata.

Mariah se quedó mirándola fijamente, instándola a que se explicase.

Bedelia suspiró con impaciencia.

– Agnes, querida, ¡no sabes morderte la lengua! -Se volvió hacia Mariah con cierta exasperación-. Será mejor que sepa la verdad, señora Ellison, o le pareceremos una familia cruel. Y no es así. Maude era nuestra hermana mediana, y siempre fue una rebelde, de las que llaman la atención por ser diferente. A veces ocurre en las familias. Los mayores reciben atención porque son los primeros, los pequeños porque son los bebés, y los medianos se sienten excluidos, y se hacen los interesantes, por usar una expresión corriente.

– Maude no se hacía la interesante -la corrigió

Arthur-. Era una mujer entusiasta. Hiciera lo que hiciese, lo hacía con todo su corazón. No había nada de afectación ni nada artificioso en ella.

Bedelia no apartó la vista de Mariah.

– Mi marido es un hombre de un espíritu extraordinariamente generoso. Su majestad le está ofreciendo un título nobiliario por su trabajo para los menos afortunados. Estoy muy orgullosa de él porque es por la más noble de las causas, nada escabroso como las finanzas o el apoyo político. -Sonrió haciendo gala de paciencia-. Pero a veces su juicio tiene más de bondadoso que de objetivo. En cuanto llegó Maude, quedó claro que había viajado a lugares donde la educación y las costumbres son muy distintas de las nuestras. Me temo que incluso su lenguaje era tal que no habríamos podido imponerlo a nuestros invitados ni su… su pintoresca conducta. Sabíamos que Joshua, como es actor, sería más tolerante con las excentricidades. Claro que no sabíamos que usted también se alojaría con él, y si Maude la ha impresionado o la ha incomodado, entonces somos culpables de ello, y en nombre de todos nosotros, le pido disculpas. Nuestra falta de consideración a este respecto es lo que ha turbado a Agnes.

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