Dorothy Sayers - Los secretos de Oxford

Здесь есть возможность читать онлайн «Dorothy Sayers - Los secretos de Oxford» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los secretos de Oxford: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los secretos de Oxford»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando Harriet Vane regresa a la Universidad de Oxford, encuentra a los profesores y alumnos de su college nerviosos por los extraños mensajes de un lunático. Con la ayuda de lord Peter Wimsey, Harriet empieza una investigación para desenmascarar al autor de las amenazas.
Una novela de misterio, e incluso de terror, Los secretos de Oxford es también una obra sobre el papel de las mujeres en la sociedad contemporánea, una reflexión sobre la educación y una historia de amor entre dos mentes privilegiadas.
Una de las mejores novelas de misterio del siglo XX y la obra maestra de Sayers, precursora de Patricia Highsmith, Iris Murdoch o A.S. Byatt.

Los secretos de Oxford — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los secretos de Oxford», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Dio la casualidad de que al día siguiente era el cumpleaños de la decana. Harriet salió poco después del desayuno para comprarle un obsequio floral en el mercado, y al salir a High Street con la intención de pedir hora en la peluquería, se encontró con la inesperada recompensa de ver dos espaldas masculinas que salían del Mitre y se dirigían hacia el este, al parecer en perfecta armonía. La del hombre más bajo y más delgado la habría reconocido entre un millón de espaldas, y tampoco resultaba fácil confundir la imponente anchura y altura de la del señor Reginald Pomfret. Ambos fumaban en pipa, circunstancia por la que Harriet llegó a la conclusión de que el destino de su paseo difícilmente podría ser Port Meadow con pistolas o espadas. Iban paseando parsimoniosamente, lo propio después de desayunar, y Harriet se cuidó muy mucho de no acercarse a ellos. Esperaba que lo que lord Saint-George denominaba «el famoso encanto de la familia» se estuviera aplicando con buen fin; se sentía demasiado mayor para disfrutar de la sensación de que se pelearan por ella; los tres hacían el ridículo. A lo mejor diez años antes se habría sentido halagada, pero le daba la impresión de que el deseo de poder era algo que se iba perdiendo con la edad. Lo que se necesitaba era paz y liberarse de la presión de ciertos personajes demasiado coléricos y nerviosos, pensó en el aire viciado de perfumes de la peluquería. Pidió hora para la tarde y continuó su camino. Al pasar junto a Queen's College, Peter bajaba las escaleras, él solo.

– ¡Hola! ¿Y esos emblemas florales? -preguntó.

Harriet se lo explicó.

– ¡Pero vaya por Dios, con lo bien que me cae la decana! – Libró del peso de las rosas a Harriet-. Yo también quiero llevarle un regalo.

Trénzale una lozana guirnalda de azur colombina ,

adorna la diadema con dulces eglantinas ,

con delicadas rosas de Jericó blanquirrojas ,

sutiles prímulas de Jerusalén y estrelicias

»Aunque no sé qué son las prímulas de Jerusalén, y a lo mejor no es la temporada.

Harriet volvió con él al mercado.

– Tu joven amigo ha venido a verme -añadió Peter.

– Si ya lo he visto. Y ¿«le clavaste una mirada ausente y con tu noble cuna le diste muerte?»

– ¿A mi pariente en decimosexto grado por parte del padre de mi madre? No; es buen chico, y lo que realmente conquista su corazón son los campos de deporte de Eton. Me contó todas sus penas y le ofrecí toda mi compresión, al tiempo que insistía en que hay mejores maneras de matar el dolor que ahogándose en un barril de vino de malvasía; pero, ¡oh, Dios!, «retrasa el universo y devuélveme el ayer». Anoche llevaba una cogorza prodigiosa, desayunó antes de salir y ha vuelto a desayunar conmigo en el Mitre. Lo que envidio no es el corazón de los jóvenes, sino su cabeza y su estómago.

– ¿Te has enterado de algo más sobre Arthur Robinson?

– Solamente que se casó con una joven llamada Charlotte Ann Clarke, y que tuvo con ella una hija, Beatrice Maud. Eso fue fácil, porque sabemos dónde vivía hace ocho años y pude consultar el registro civil de la localidad, pero todavía siguen investigando para averiguar cuándo murió, suponiendo que esté muerto, o cuándo nació el segundo hijo, que, si es que llegó a nacer, podría indicarnos adónde se fue después del incidente de York. Desgraciadamente, das una patada y te salen miles de Robinson, y su nombre, Arthur tampoco es raro, y si se cambió de apellidos, es posible que no aparezca ninguna inscripción. Otra de mis investigadoras ha ido a la antigua pensión de Robinson, donde, si lo recuerdas, cometió la imprudencia de casarse con la hija de la casera, pero los Clarke se han trasladado, y nos va a costar trabajo encontrarlos. Otra posibilidad sería indagar entre las agencias de empleo para profesores y las escuelas privadas de poca categoría, porque es probable que… No me estás escuchando.

– Claro que sí -replicó Harriet distraída-. Su esposa se llamaba Charlotte y lo estás buscando en un centro de enseñanza privado. -Al entrar en el mercado se derramó sobre ellos una fragancia profunda y húmeda, y Harriet se sintió invadida por una extraña sensación de bienestar-. Me encanta este olor… es como el invernadero de los cactus en el Jardín Botánico.

Su acompañante abrió la boca, a punto de hablar, la miró, y como si pensara que iba a malograr su buena fortuna, dejó que el nombre de Robinson se le marchitara en los labios.

Mandragorae dederuni odorem .

– ¿Qué dices, Peter?

– No, nada. «Las palabras de Mercurio son duras tras los cánticos de Apolo.» -Le puso delicadamente una mano sobre el brazo-. Vamos a entrevistarnos con el dispensador de fragancias.

Y una vez despachados a su destino claveles y rosas, en esta ocasión con recadero, parecía natural acercarse al Jardín Botánico, ya que se había mencionado su nombre, y puesto que, como observa Bacon, un jardín es el más puro de los placeres humanos y el mayor alivio para el espíritu, e incluso los ignorantes incapaces de distinguir entre Leptosiphon hybridus y Kauljussia amelloides que preferirían haraganear a romperse la espalda plantando y escardando podrían entablar amena conversación con él, sobre todo si conocieran los antiguos nombres de las flores y tuvieran cierto conocimiento de los líricos menores de la época isabelina.

Y después de haber recorrido el Jardín Botánico, cuando estaban sentados a orillas del río, Peter, volviendo desgarradoramente al sórdido presente dijo:

– Me parece que voy a tener que hacerle una visita al un viejo amigo tuyo. ¿Sabes cómo pillaron a Jukes con todo el equipo encima?

– Ni idea.

– La policía tiene un anónimo.

– ¡No!

– Pues sí. Uno de esos que recibís allí. Por cierto ¿has intentado averiguar cuál era la última palabra del que iba dirigido a ti, el que encontramos en el aula de ciencias?

– No, y no podría haberlo terminado. No quedaba ni una sola vocal, como para haber puesto h… de…

– Eso fue un descuido tremendo. Es lo que yo pensaba. Bueno, Harriet, la persona que buscamos, sabemos cómo se llama, ¿no?, pero otra cosa es probarlo. El incidente del aula tenía que ser la última jugarreta nocturna, y probablemente lo será, y la mejor prueba estará en el fondo del río a estas alturas. Es demasiado tarde para cerrar las puertas herméticamente y poner a alguien a vigilar.

– ¿Vigilar a quién?

– ¿Es que no lo sabes ya? Harriet, seguro que tienes que saberlo, si es que te has tomado alguna molestia por todo esto. La ocasión, los medios, el móvil… si es que salta a la vista. Olvídate de los prejuicios y piensa un poco, por lo que más quieras. ¿Qué te pasa, que no eres capaz de atar cabos?

– No lo sé.

– Pues si no los sabes, no voy a ser yo quien te lo diga -replicó Peter secamente-. Pero si prestas atención unos momentos al asunto que nos traemos entre manos y revisas tu informe debidamente…

– ¿Sin dejarme intimidar por algún soneto que me encuentre por casualidad?

– Sin dejarte intimidar por ningún motivo de tipo personal -soltó Wimsey casi con enfado-. No, tienes razón. Eso fue una estupidez. Mi habilidad para hacerme sombra a mi mismo es casi genial, ¿no?, pero cuando llegues a una conclusión sobre todo esto, ¿te acordarás de que fui yo quien te pidió que adoptaras una actitud desapasionada y que fui yo quien te dijo que el peor de los males posibles es el amor incondicional…? No me refiero a la pasión. La pasión es como un caballo dócil y estúpido, que tirará del arado seis días a la semana si lo dejas en paz los domingos, pero el amor es una bestia nerviosa, insoportable y torpe, y si no le pones freno, lo mejor es no tener trato con él.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los secretos de Oxford»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los secretos de Oxford» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los secretos de Oxford»

Обсуждение, отзывы о книге «Los secretos de Oxford» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x