Karin Fossum - ¿Quién teme al lobo?

Здесь есть возможность читать онлайн «Karin Fossum - ¿Quién teme al lobo?» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

¿Quién teme al lobo?: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «¿Quién teme al lobo?»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En la pequeña localidad noruega de Finnemarka, la anciana granjera Halldis Horn es hallada muerta de un hachazo en su cabaña. El sospechoso principal es Errki, un muchacho esquizofrénico, al que las habladurías acusan también de haber matado a su madre. El carismático comisario Sejer es encargado del caso.

¿Quién teme al lobo? — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «¿Quién teme al lobo?», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Errki dudó. Vio el espacio libre en el diván y comprendió que era para él. Vacilante, puso la chaqueta sobre los hombros de Morgan. Un coro de risas subía desde el Sótano y le zumbaba en los oídos.

– ¡Calla! -gritó irritado.

– No he dicho ni una palabra -dijo Morgan-. ¿Qué dicen esas voces tuyas? Háblame de ellas, de cómo son. Así, al menos me moriré siendo más sabio.

El whisky le quemaba en el estómago y se sentía mejor.

– ¿Por qué las escuchas? ¿No comprendes que no están ahí? He oído decir que los locos saben que están locos. Pero eso no lo entiendo. Oigo voces, dicen. Joder, y yo también, a veces. Voces interiores, en la imaginación. Pero sé que no es más que eso, imaginación, y jamás se me ocurriría hacer lo que me dicen.

– ¿Excepto cuando te piden que atraques un banco? -preguntó Errki con ironía.

– Ah, no, eso fue por decisión propia.

– ¿Cómo puedes estar tan seguro?

– Reconozco mi propia voz cuando la oigo.

Errki seguía mirando el espacio libre sobre el diván. Morgan lo observaba con curiosidad.

– Háblame de ellas. ¿Puedes ver qué aspecto tienen? ¿Tienen colmillos y escamas verdes? ¿Dicen alguna vez algo agradable? No dejes que te traten así. Para ser sincero, creí que iban a matarte. Quizá yo podría hablar con ellas. ¿Escucharían a alguien ajeno? -preguntó, y se rió entre dientes.

– Se suele decir que a los perros y a los niños locos hay que mandarlos con el vecino.

Se incorporó con gran esfuerzo y se quedó sentado cerca de Errki. Levantó la mano y le dio tres golpecitos en la frente.

– ¡Escuchad, los que estáis ahí dentro! ¡Tenéis que dejar de aterrorizar al chico de esa manera! Está agotado. Buscad otro coco que atormentar. ¡Ya está bien!

Errki parpadeó, inseguro. Morgan estaba hablando en serio, luego se rió.

– ¿Hay más de uno? ¿Toda una pandilla?

– Varios. Dos.

– ¿Dos contra uno? Joder, qué cobardes. Dile a uno de ellos que se largue y luego arreglas las cosas con el jefe, de hombre a hombre.

Errki se rió, una risa entrecortada.

– Al Abrigo no hay que hacerle caso. Siempre está echado en un rincón, temblando.

– ¿El Abrigo? -preguntó Morgan, mirándolo sorprendido. Estaba empezando a entender en serio la envergadura de la locura de ese hombre.

– Estaba colgado en una percha de la entrada.

El tiempo cambió repentinamente de dirección. Todo lo que había ocurrido volvió a la mente de Errki. Entremedias vio caras y manos, ceños fruncidos, espaldas hostiles, seda y terciopelo, bobinas de hilo de muchos colores. Fue hacia atrás a toda prisa por un camino lleno de baches con la cuneta verde; ya se estaba acercando a la casa. La puerta de la calle. La estrecha entrada. La escalera que subía. Él sentado en el escalón más alto. La había hecho su padre con tablas de pino. La madera estaba llena de ojos estrechos que miraban, que siempre lo observaban.

– Estaba allí colgado. El abrigo de mi padre. No contenía nada, solo aire. Aleteaba un poco por la corriente del desván. Una vez se puso del revés, justo cuando ella se iba tambaleando por la escalera, y puso en movimiento el aire.

– ¿Tambaleando?

Morgan lo miró con curiosidad.

– Mi madre. Se tropezó en la escalera. Yo la empujé.

– ¿Por qué? ¿La odiabas? -preguntó Morgan bajando la voz.

– Dije a todo el mundo que yo la empujé.

– ¿Pero no lo hiciste? ¿O no estás seguro? ¿Entonces por qué lo dijiste?

Errki veía delante de él las imágenes, difusas sobre los bastos troncos de la pared. Levantó la mano y señaló. Morgan giró la cabeza instintivamente para seguirle la mirada. No veía más que la madera sucia. Errki se quedó callado.

– Oye -dijo Morgan, incorporándose-, sería la monda si tus voces pudieran hablar con las de los demás pacientes del manicomio en lugar de contigo. Así podrían regañar entre ellas y dejaros a vosotros en paz. Joder, a veces soy un genio. ¿Sabes cómo librarte de ellas? La estrategia de siempre. Enemistar a las unas con otras, así se aniquilarán al final entre ellas. ¡Dame la botella!

Errki cogió la botella del suelo y se quedó con ella en la mano.

– ¡Dámela! ¡Quiero más! -gritó alargando la mano para cogerla.

Errki se resistió.

– El que está en guerra contra la fuente muere de sed -dijo en tono solemne. Luego soltó la botella.

Morgan dio dos tragos.

– ¿Por qué se cayó tu madre por la escalera? Háblame de ello. Venga, cuéntaselo al tío Morgan. Conoces eso, ¿no? Háblame de ello, hijo, y todo se arreglará.

Se rió entre dientes por lo bajo. Estaba bastante borracho.

Las manos de Errki palparon torpemente las perneras del pantalón negro. Puso una mano sobre el revólver y notó cómo se calmaba. Su mano encajaba en el arma como si de un guante se tratara. Eso significaba algo, tenía algún sentido.

– Ella cosía para la gente.

– ¿Era modista?

– Vestidos de seda de novia, trajes de caballero y trajes de chaqueta para las señoras. También venían clientes con ropa vieja para que ella la deshiciera y la reformara. Eso es lo que estaba haciendo aquel día. Estaba deshaciendo un traje viejo.

– Tómate un trago -interrumpió Morgan-. Cuesta volver sobre viejos recuerdos.

Errki dio un trago. En el Sótano había silencio. El polvo se había posado, todo estaba gris. Por un instante de locura pensó que tal vez hubieran desaparecido. En el silencio, su voz se volvió clara como el cristal. Su propia voz. Las palabras no estaban planificadas de antemano, se iban formando poco a poco y, cuando dudaba de algunas, emergían nuevas exigiendo salir. Una palabra daba lugar a otra, y él no tenía fuerzas para detenerlas.

– Estaba jugando en la escalera -dijo en voz baja-. Tenía ocho años.

No estabas jugando. Estabas poniendo una trampa. No cambies la realidad, nosotros estábamos allí y lo vimos todo. El Abrigo lo vio, estaba colgado en la entrada .

Errki gimió. Su ira iba creciendo cada vez más. ¿O era la desesperación? ¿Cómo podía estar allí sentado con la boca abierta vertiendo basura? Enfermedad, muerte y miseria; babosas, gusanos y sapos. Hizo un gesto encolerizado con la cabeza. Morgan escuchaba. Errki sintió que escuchaba de una manera completamente física, piel contra piel, y él no aguantaba que lo tocaran. Ni siquiera Sara y su ola. En la mente, oía la hermosa arpa que siempre acompañaba a su voz.

– ¿Por qué en la escalera?

Morgan seguía bebiendo. Por el momento, no tenía más planes que emborracharse como una cuba. Una meta a muy corto plazo, pero también muy agradable.

– Quiero decir que hay muy poco espacio en una escalera.

– La escalera -dijo Errki con pesadumbre-. El desván. La lámpara de la entrada estaba encendida. Oía el ruido de la máquina de coser, como un reloj. Yo jugaba en la escalera porque quería estar cerca de ella.

– Ya está montado el escenario -señaló Morgan-. El drama puede empezar. La lámpara está encendida, la máquina de coser está en marcha, el pequeño Errki tiene ocho años.

– Había encontrado un viejo sedal en el sótano y había montado un teleférico que iba desde el escalón de arriba del todo, antes del desván, hasta la planta baja.

Morgan se quedó embobado.

– ¿Colgaste un jodido sedal?

– Había hecho agujeros en viejas cajas de cerillas para convertirlas en vagones, que llenaba de almendras y pasas, y las mandaba abajo por el sedal. Ella solo había bajado dos escalones cuando sonó el teléfono. Gritó: ¿Lo coges tú, Errki? No quise, estaba jugando. Acababa de llenar un vagón de almendras y estaba esperando en la escalera. Entonces ella apareció en la puerta, dio un paso, se le enganchó un pie en el sedal y cayó de cabeza escaleras abajo. Siempre era muy silenciosa, pero entonces hizo mucho ruido. Cayó dando golpes contra los escalones, como si alguien hubiera tirado un mueble por la escalera.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «¿Quién teme al lobo?»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «¿Quién teme al lobo?» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «¿Quién teme al lobo?»

Обсуждение, отзывы о книге «¿Quién teme al lobo?» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x