Chris Mooney - Secuestradas

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A Darby McCormick le han propuesto la investigación de un nuevo caso. Se trata de la desaparición y posterior asesinato de dos jóvenes universitarias: Emma Hale, hija de un poderoso magnate y. alumna de primer curso en Harvard, cuvo cuerpo fue hallado a orillas del río, y Judith Chen, una estudiante ejemplar que se costeaba sus estudios con su trabajo en una cafetería. Nada parece relacionar ambos crímenes, salvo la causa de la muerte, un disparo en la nuca… y que las dos llevaban una estatuilla de la Virecn dentro de sus bolsillos.
Darby se incorporará a la recién creada CSU, Unidad Especial de Científicos Forenses, donde deberá trabajar codo con codo con el inspector Bryson, un hombre hosco y reservado. En el curso de sus indagaciones toparán con Malcolm Fletcher, un ex agente federal perseguido por la ley que podrfa ser la clave para dar con el paradero del homicida. La doctora McCormick tendrá que actuar contrarreloj, puesto que una nueva joven acaba de desaparecer y quién sabe cuánto tiempo puede pasar antes de que corra la misma suerte que sus predecesoras…

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– No le culpo por sentirse decepcionado, aunque necesitamos…

– Me han devuelto la casa de mi hija. Yo les he permitido el acceso. Creo que tengo derecho a saber por qué.

– No somos el enemigo, señor Hale. Perseguimos el mismo objetivo.

Hale hizo ademán de tomar otro trago de su copa, se dio cuenta de que el vaso estaba vacío y buscó la botella con la mirada.

– He visto que no ha empaquetado usted ninguna de las cosas de Emma -señaló Darby.

Hale dejó el vaso encima de la mesa, se recostó en el sillón y cruzó las piernas.

– Es difícil de explicar -dijo al cabo de un momento. Se aclaró la garganta varias veces al tiempo que se quitaba una pelusa de los pantalones-. La casa de Emma, la manera como dejó sus cosas… es lo único que me queda de ella. Sé que esto les va a sonar irracional, pero cuando estoy allí dentro, mirando sus cosas, tal como ella las dejó, siento… todavía la siento. Es como si aún estuviera viva.

– ¿Cuándo fue la última vez que estuvo en el apartamento de Emma? -le preguntó Bryson.

– La semana pasada -contestó Hale al tiempo que se levantaba.

– ¿Ha contratado a algún detective privado para que investigue la muerte de su hija?

– Yo no lo llamaría así. -Hale se encaminó a la esquina de la habitación, extrajo una botella de bourbon Maker's Mark del pequeño bar y se llenó el vaso-. El doctor Karim es un asesor forense.

– ¿Ali Karim? -preguntó Darby.

– Sí -respondió Hale mientras volvía a acomodarse en su sillón-. ¿Lo conoce?

Darby lo conocía de nombre. Ali Karim, un patólogo que había trabajado para la ciudad de Nueva York y, sin lugar a dudas, uno de los mejores en su especialidad, dirigía ahora su propia empresa de asesoría. Karim había sido contratado como perito judicial en un buen número de casos criminales de especial relevancia, la mayoría de los cuales habían aparecido en los medios de comunicación. Había escrito varios superventas y era un habitual en el circuito de los programas de entrevistas.

– ¿Por qué contrató al doctor Karim? -quiso saber Darby.

– Quería que alguien me dijera la verdad -contestó Hale.

– No le comprendo.

– A mi hija le dispararon en la nuca con un arma del calibre 22. El detective Bryson me dijo que murió en el acto. Lo cierto es que no es así; por la forma en que la bala penetró en su cerebro, Emma permaneció con vida durante varios minutos. Mi hija sufrió. Terriblemente.

Bryson trató de defenderse.

– Señor Hale…

– Entiendo por qué lo dijo, y no le culpo. -Hale tomó un sorbo de su vaso-. No sabía lo de su hija, detective Bryson.

– ¿Cómo dice?

– Me han dicho que su hija murió. De leucemia.

– ¿Qué quiere decir con eso, señor Hale?

– Usted sabe lo que es perder a un hijo. Conoce esa clase de dolor, y si bien le agradezco su intención de tratar de ahorrarme los detalles de la muerte de mi hija, le he pedido, en repetidas ocasiones, que me proporcione información. Le he pedido que me diga la verdad. Quiero saber cómo murió, lo que le hizo esa persona; quiero saber hasta el último detalle. Por eso contraté al doctor Karim. Están examinando el caso desde una perspectiva completamente nueva.

– ¿Están?

– Karim ha recomendado los nombres de varios investigadores para que estudien las pruebas.

– ¿Cómo se llaman los investigadores a los que ha contratado?

– No he contratado a nadie todavía.

– ¿Conoce usted a esas personas?

– No.

– ¿Cómo encontró a Karim?

– Lo he visto en distintos programas de televisión estos últimos años. Tiene experiencia en esta clase de homicidios, así que decidí llamarlo y él accedió a revisar la autopsia de Emma. Corroboró todos los resultados de los médicos forenses, por cierto.

Llamaron a la puerta; cuando se abrió, el ama de llaves asomó la cabeza y, en un inglés deficiente, dijo:

– Señor Hale, policía están al teléfono. Han dicho una emergencia.

Hale se excusó y descolgó el teléfono de la mesa. Escuchó varios minutos, luego dijo «Gracias» y colgó.

– Lo siento, pero voy a tener que dar por finalizada esta reunión -anunció-. Han entrado a robar en uno de mis edificios. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarlos?

– Sí -contestó Bryson-, el señor Marsh nos dijo que las copias de las cintas de seguridad del edificio se guardan en su oficina de Newton.

Hale asintió con la cabeza.

– Las cintas se pasan a DVD. Así se ahorra espacio de almacenamiento.

– Me gustaría echarles un vistazo.

– Y supongo que no me querrá decir por qué.

– Tenemos que comprobar una hipótesis.

– Ya -repuso Hale, y suspiró-. Será mejor que me acompañen a Newton, porque es allí adonde me dirijo. Por lo visto, un ladrón ha entrado en el edificio.

– ¿Cuál es la dirección?

Hale la anotó en una hoja de papel.

– Me encontraré allí con ustedes -dijo mientras arrancaba la hoja de papel del bloc para dársela a Bryson-. Si me perdonan, ahora tengo que hacer algunas llamadas.

Darby le dejó su tarjeta de visita encima de la mesa.

– Si se le acerca ese hombre, o si se acuerda de alguna otra cosa, puede llamarme a mí o al detective Bryson. Gracias por su tiempo, señor Hale. Siento muchísimo la pérdida de su hija. Se lo digo sinceramente.

Capítulo 21

El sol de la tarde se reflejaba en la superficie ondulada de las capas de nieve y hielo, y Darby se puso las gafas para protegerse del brillo cegador. Esperó hasta estar dentro del coche de Bryson para hablar.

– ¿Sabías que Hale había contratado a Karim?

– No.

– Pues no pareces sorprendido.

– Es lo que hacen los ricos. Ellos lo resuelven todo a golpe de talonario. -Bryson arrancó el coche y se recostó en el asiento, para que el motor tuviera tiempo de calentarse-. Acuérdate de lo que pasó en el caso de JonBenét Ramsey. Su hija pequeña muere asesinada y ¿qué es lo que hacen los padres? Se esconden detrás de un ejército de abogados y contratan a los mejores científicos forenses del país. Meten en el ajo a todos esos supuestos expertos y, como quien no quiere la cosa, levantan todos los muros posibles para impedir que el caso vaya a juicio.

– La policía de Boulder actuó con negligencia en la escena del crimen… y no me hagas hablar sobre la actuación del fiscal del distrito.

– Lo que quiero decir es que los ricos creen que juegan en un campo de juego distinto -explicó Bryson-. ¿Y sabes qué? Pues que es verdad.

– ¿Quieres hablar con Karim?

– Tú eres colega suya. Hay más posibilidades de que esté dispuesto a compartir la información contigo que conmigo.

Darby no se hacía demasiadas ilusiones; legalmente, Karim no tenía por qué compartir información.

– ¿Qué te ha parecido nuestra conversación de ahí dentro? -preguntó Bryson.

– Cuando hablábamos del intruso, Hale no dejaba de moverse, inquieto; ha apagado el habano, se removía en el asiento y tenía la mirada perdida en la copa. Casi no nos miraba a la cara.

– Puede que esté cabreado con nosotros porque no queremos compartir información y no hemos podido ofrecerle ninguna conclusión.

– Parecía nervioso.

– A mí también me lo ha parecido. Aunque la verdad es que yo también estaría nervioso si hubiese contratado los servicios del cuarto criminal más buscado del país.

– Eso es suponer demasiado, ¿no crees, Tim?

– Tal vez.

Bryson maniobró con el cambio de marchas y enfiló hacia el camino que llevaba al exterior de la finca.

– Parecía genuinamente sorprendido de que alguien hubiese entrado en su edificio -observó Darby.

– Cuadra demasiado.

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