David - AZKABAN.PDF

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Pasaron unos segundos y Harry seguía inmóvil, con la varita en alto. Black lo miraba fijamente, con Crookshanks sobre el pecho. En la cama en la que estaba tendido Ron se oía una respiración jadeante. Hermione permanecía en silencio.

Y entonces oyeron algo que no habían oído hasta entonces.

Unos pasos amortiguados. Alguien caminaba por el piso inferior.

—¡ESTAMOS AQUÍ ARRIBA! —gritó Hermione de pronto—. ¡ESTAMOS

AQUÍ ARRIBA! ¡SIRIUS BLACK! ¡DENSE PRISA!

Black sufrió tal sobresalto que Crookshanks estuvo a punto de caerse. Harry apretó la varita con una fuerza irracional. ¡Mátalo ya! , dijo una voz en su cabeza. Pero los pasos que subían las escaleras se oían cada vez más fuertes, y Harry seguía sin moverse.

La puerta de la habitación se abrió de golpe entre una lluvia de chispas rojas y Harry se volvió cuando el profesor Lupin entró en la habitación como un rayo. El profesor Lupin tenía la cara exangüe, y la varita levantada y dispuesta. Miró a Ron, que yacía en la cama; a Hermione, encogida de miedo junto a la puerta; a Harry, que no dejaba de apuntar a Black con la varita; y al mismo Black, desplomado a los pies de Harry y sangrando.

¡Expeliarmo! —gritó Lupin.

La varita de Harry salió volando de su mano. También lo hicieron las dos que sujetaba Hermione. Lupin las cogió todas hábilmente y luego penetró en la habitación, mirando a Black, que todavía tenía a Crookshanks protectoramente encaramado en el pecho.

Harry se sintió de pronto como vacío. No lo había matado. Le había faltado valor.

Black volvería a manos de los dementores.

Entonces habló Lupin, con una voz extraña que temblaba de emoción contenida:

—¿Dónde está, Sirius?

Harry miró a Lupin. No comprendía qué quería decir. ¿De quién hablaba? Se volvió para mirar de nuevo a Black, cuyo rostro carecía completamente de expresión.

Durante unos segundos no se movió. Luego, muy despacio, levantó la mano y señaló a Ron. Desconcertado, Harry se volvió hacia el sorprendido Ron.

—Pero entonces... —murmuró Lupin, mirando tan intensamente a Black que parecía leer sus pensamientos—, ¿por qué no se ha manifestado antes? A menos que...

—De repente, los ojos de Lupin se dilataron como si viera algo más allá de Black, algo que no podía ver ninguno de los presentes— ... a menos que fuera él quien... a menos que te transmutaras... sin decírmelo...

Muy despacio, sin apartar los hundidos ojos de Lupin, Black asintió con la cabeza.

—Profesor Lupin, ¿qué pasa? —interrumpió Harry en voz alta—. ¿Qué...?

Pero no terminó la pregunta, porque lo que vio lo dejó mudo. Lupin bajaba la varita. Un instante después, se acercó a Black, le cogió la mano, tiró de él para incorporarlo y para que Crookshanks cayese al suelo, y abrazó a Black —como a un hermano.

Harry se sintió como si le hubieran agujereado el fondo del estómago.

—¡NO LO PUEDO CREER! —gritó Hermione.

Lupin soltó a Black y se volvió hacia ella. Hermione se había levantado del suelo y señalaba a Lupin con ojos espantados.

—Usted... usted...

—Hermione...

—¡... usted y él!

—Tranquilízate, Hermione.

—¡No se lo dije a nadie! —gritó Hermione—. ¡Lo he estado encubriendo!

—¡Hermione, escúchame, por favor! —exclamó Lupin—. Puedo explicarlo...

Harry temblaba, no de miedo, sino de una ira renovada.

—Yo confié en usted —gritó a Lupin, flaqueándole la voz— y en realidad era amigo de él.

—Estáis en un error —explicó Lupin—. No he sido amigo suyo durante estos doce años, pero ahora sí... Dejadme que os lo explique...

—¡NO! —gritó Hermione—. Harry, no te fíes de él. Ha ayudado a Black a entrar en el castillo. También él quiere matarte. ¡Es un hombre lobo!

Se hizo un vibrante silencio. Todos miraban a Lupin, que parecía tranquilo, aunque estaba muy pálido.

—Estás acertando mucho menos que de costumbre, Hermione —dijo—. Me temo que sólo una de tres. No es verdad que haya ayudado a Sirius a entrar en el castillo, y te aseguro que no quiero matar a Harry... —Se estremeció visiblemente—. Pero no negaré que soy un hombre lobo.

Ron hizo un esfuerzo por volver a levantarse, pero se cayó con un gemido de dolor.

Lupin se le acercó preocupado, pero Ron exclamó:

—¡Aléjate de mí, licántropo!

Lupin se paró en seco. Y entonces, con un esfuerzo evidente, se volvió a Hermione y le dijo:

—¿Cuánto hace que lo sabes?

—Siglos —contestó Hermione—. Desde que hice el trabajo para el profesor Snape.

—Estará encantado —dijo Lupin con poco entusiasmo—. Os puso ese trabajo para que alguno de vosotros se percatara de mis síntomas. ¿Comprobaste el mapa lunar y te diste cuenta de que yo siempre estaba enfermo en luna llena? ¿Te diste cuenta de que el boggart se transformaba en luna al verme?

—Las dos cosas —respondió Hermione en voz baja.

Lupin lanzó una risa forzada.

—Nunca he conocido una bruja de tu edad tan inteligente, Hermione.

—No soy tan inteligente —susurró Hermione—. ¡Si lo fuera, le habría dicho a todo el mundo lo que es usted!

—Ya lo saben —dijo Lupin—. Al menos, el personal docente lo sabe.

—¿Dumbledore lo contrató sabiendo que era usted un licántropo? —preguntó Ron con voz ahogada—. ¿Está loco?

—Hay profesores que opinan que sí —admitió Lupin—. Le costó convencer a ciertos profesores de que yo era de fiar.

—¡Y ESTABA EN UN ERROR! —gritó Harry—. ¡HA ESTADO

AYUDÁNDOLO TODO ESTE TIEMPO!

Señalaba a Black, que se había dirigido hacia la cama adoselada y se había echado encima, ocultando el rostro con mano temblorosa. Crookshanks saltó a su lado y se subió en sus rodillas ronroneando. Ron se alejó, arrastrando la pierna.

—No he ayudado a Sirius —dijo Lupin—. Si me dejáis, os lo explicaré. Mirad...

—Separó las varitas de Harry, Ron y Hermione y las lanzó hacia sus respectivos dueños. Harry cogió la suya asombrado—. Ya veis —prosiguió Lupin, guardándose su propia varita en el cinto—. Ahora vosotros estáis armados y nosotros no. ¿Queréis escucharme?

Harry no sabía qué pensar. ¿Sería un truco?

—Si no lo ha estado ayudando —dijo mirando furiosamente a Black—, ¿cómo sabía que se encontraba aquí?

—Por el mapa —explicó Lupin—. Por el mapa del merodeador. Estaba en mi despacho examinándolo...

—¿Sabe utilizarlo? —le preguntó Harry con suspicacia.

—Por supuesto —contestó Lupin, haciendo con la mano un ademán de impaciencia—. Yo colaboré en su elaboración. Yo soy Lunático... Es el apodo que me pusieron mis amigos en el colegio.

—¿Usted hizo...?

—Lo importante es que esta tarde lo estaba examinando porque tenía la idea de que tú, Ron y Hermione intentaríais salir furtivamente del castillo para visitar a Hagrid antes de que su hipogrifo fuera ejecutado. Y estaba en lo cierto, ¿a que sí? —Comenzó a pasear sin dejar de mirarlos, levantando el polvo con los pies—. Supuse que os cubriríais con la vieja capa de tu padre, Harry.

—¿Cómo sabe lo de la capa?

—¡La de veces que vi a James desaparecer bajo ella! —dijo Lupin, repitiendo el ademán de impaciencia—. Que llevéis una capa invisible no os impide aparecer en el mapa del merodeador. Os vi cruzar los terrenos del colegio y entrar en la cabaña de Hagrid. Veinte minutos más tarde dejasteis a Hagrid y volvisteis hacia el castillo. Pero en aquella ocasión os acompañaba alguien.

—¿Qué dice? —interrumpió Harry—. Nada de eso. No nos acompañaba nadie.

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