David - AZKABAN.PDF

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PERMISO PARA SALIR SOLOS.

Un saludo,

Hagrid

—Probablemente quiere saber los detalles de lo de Black —dijo Ron.

Así que aquella tarde, a las seis, Harry y Ron salieron de la torre de Gryffindor, pasaron corriendo por entre los troles de seguridad y se dirigieron al vestíbulo. Hagrid los aguardaba ya.

—Bien, Hagrid —dijo Ron—. Me imagino que quieres que te cuente lo de la noche del sábado, ¿no?

—Ya me lo han contado —dijo Hagrid, abriendo la puerta principal y saliendo con ellos.

—Vaya —dijo Ron, un poco ofendido.

Lo primero que vieron al entrar en la cabaña de Hagrid fue a Buckbeak , que estaba estirado sobre el edredón de retales de Hagrid, con las enormes alas plegadas y comiéndose un abundante plato de hurones muertos. Al apartar los ojos de la desagradable visión, Harry vio un traje gigantesco de una tela marrón peluda y una espantosa corbata amarilla y naranja, colgados de la puerta del armario.

—¿Para qué son, Hagrid? —preguntó Harry.

Buckbeak tiene que presentarse ante la Comisión para las Criaturas Peligrosas

—dijo Hagrid—. Será este viernes. Iremos juntos a Londres. He reservado dos camas en el autobús noctámbulo...

Harry se avergonzó. Se había olvidado por completo de que el juicio de Buckbeak estaba próximo, y a juzgar por la incomodidad evidente de Ron, él también lo había olvidado. Habían olvidado igualmente que habían prometido que lo ayudarían a preparar la defensa de Buckbeak . La llegada de la Saeta de Fuego lo había borrado de la cabeza de ambos.

Hagrid les sirvió té y les ofreció un plato de bollos de Bath. Pero los conocían demasiado bien para aceptarlos. Ya tenían experiencia con la cocina de Hagrid.

—Tengo algo que comentaros —dijo Hagrid, sentándose entre ellos, con una seriedad que resultaba rara en él.

—¿Qué? —preguntó Harry.

—Hermione —dijo Hagrid.

—¿Qué le pasa? —preguntó Ron.

—Está muy mal, eso es lo que le pasa. Me ha venido a visitar con mucha frecuencia desde las Navidades. Se encuentra sola. Primero no le hablabais por lo de la Saeta de Fuego. Ahora no le habláis por culpa del gato.

—¡Se comió a Scabbers ! —exclamó Ron de malhumor.

—¡Porque su gato hizo lo que todos los gatos! —prosiguió Hagrid—. Ha llorado,

¿sabéis? Está pasando momentos muy difíciles. Creo que trata de abarcar más de lo que puede. Demasiado trabajo. Aún encontró tiempo para ayudarme con el caso Buckbeak .

Por supuesto, me ha encontrado algo muy útil... Creo que ahora va a tener bastantes posibilidades...

—Nosotros también tendríamos que haberte ayudado. Hagrid, lo siento —balbuceó Harry

—¡No os culpo! —dijo Hagrid con un movimiento de la mano—. Ya sé que habéis estado muy ocupados Os he visto entrenar día y noche. Pero tengo que deciros que creía que valorabais más a vuestra amiga que a las escobas o las ratas. Nada más. —Harry y Ron se miraron azorados—. Sufrió mucho cuando se enteró de que Black había estado a punto de matarte, Ron. Hermione tiene buen corazón. Y vosotros dos sin dirigirle la palabra...

—Si se deshiciera de ese gato, le volvería a hablar —dijo Ron enfadado—. Pero todavía lo defiende. Está loco, y ella no admite una palabra en su contra.

—Ah, bueno, la gente suele ponerse un poco tonta con sus animales de compañía

—dijo Hagrid prudentemente.

Buckbeak escupió unos huesos de hurón sobre la almohada de Hagrid.

Pasaron el resto del tiempo hablando de las crecientes posibilidades de Gryffindor de ganar la copa de quidditch. A las nueve en punto, Hagrid los acompañó al castillo.

Cuando volvieron a la sala común, un grupo numeroso de gente se amontonaba delante del tablón de anuncios.

—¡Hogsmeade el próximo fin de semana! —dijo Ron, estirando el cuello para leer la nueva nota por encima de las cabezas ajenas—. ¿Qué vas a hacer? —preguntó a Harry en voz baja, al sentarse.

—Bueno, Filch no ha tapado la entrada del pasadizo que lleva a Honeydukes

—dijo Harry aún más bajo.

—Harry —dijo una voz en su oído derecho. Harry se sobresaltó. Se volvió y vio a Hermione, sentada a la mesa que tenían detrás, por un hueco que había en el muro de libros que la ocultaba—, Harry, si vuelves otra vez a Hogsmeade... le contaré a la profesora McGonagall lo del mapa.

—¿Oyes a alguien, Harry? —masculló Ron, sin mirar a Hermione.

—Ron, ¿cómo puedes dejarle que vaya? ¡Después de lo que estuvo a punto de hacerte Sirius Black! Hablo en serio. Le contaré...

—¡Así que ahora quieres que expulsen a Harry! —dijo Ron, furioso—. ¿Es que no has hecho ya bastante daño este curso?

Hermione abrió la boca para responder, pero Crookshanks saltó sobre su regazo con un leve bufido. Hermione se asustó de la expresión de Ron, cogió a Crookshanks y se fue corriendo hacia los dormitorios de las chicas.

—Entonces ¿qué te parece? —preguntó Ron a Harry, como si no hubiera habido ninguna interrupción—. Venga, la última vez no viste nada. ¡Ni siquiera has estado todavía en Zonko!

Harry miró a su alrededor para asegurarse de que Hermione no podía oír sus palabras:

—De acuerdo —dijo—. Pero esta vez cogeré la capa invisible.

El sábado por la mañana, Harry metió en la mochila la capa invisible, guardó en el bolsillo el mapa del merodeador y bajó a desayunar con los otros. Hermione no dejaba de mirarlo con suspicacia, pero él evitaba su mirada y se aseguró de que ella lo viera subir la escalera de mármol del vestíbulo mientras todos los demás se dirigían a las puertas principales.

—¡Adiós, Harry! —le dijo en voz alta—. ¡Hasta la vuelta!

Ron se sonrió y guiñó un ojo.

Harry subió al tercer piso a toda prisa, sacando el mapa del merodeador mientras corría. Se puso en cuclillas detrás de la bruja tuerta y extendió el mapa. Un puntito diminuto se movía hacia él. Harry lo examinó entornando los ojos. La minúscula inscripción que acompañaba al puntito decía: «NEVILLE LONGBOTTOM.»

Harry sacó la varita rápidamente, musitó «Dissendio» y metió la mochila en la estatua, pero antes de que pudiera entrar por ella Neville apareció por la esquina:

—¡Harry! Había olvidado que tú tampoco ibas a Hogsmeade.

—Hola, Neville —dijo Harry, separándose rápidamente de la estatua y volviendo a meterse el mapa en el bolsillo—. ¿Qué haces?

—Nada —dijo Neville, encogiéndose de hombros—. ¿Te apetece una partida de snap explosivo ?

—Ahora no... Iba a la biblioteca a hacer el trabajo sobre los vampiros, para Lupin.

—¡Voy contigo! —dijo Neville con entusiasmo—. ¡Yo tampoco lo he hecho!

—Eh... ¡Pero si lo terminé anoche! ¡Se me había olvidado!

—¡Estupendo, entonces podrás ayudarme! —dijo Neville—. No me entra todo eso del ajo. ¿Se lo tienen que comer o...?

Neville se detuvo con un estremecimiento, mirando por encima del hombro de Harry.

Era Snape. Neville se puso rápidamente detrás de Harry.

—¿Qué hacéis aquí los dos? —dijo Snape, deteniéndose y mirando primero a uno y después al otro—. Un extraño lugar para reunirse...

Ante el desasosiego de Harry, los ojos negros de Snape miraron hacia las puertas que había a cada lado y luego a la bruja tuerta.

—No nos hemos reunido aquí —explicó Harry—. Sólo nos hemos encontrado por casualidad.

—¿De veras? —dijo Snape—. Tienes la costumbre de aparecer en lugares inesperados, Potter; y raramente te encuentras en ellos sin motivo. Os sugiero que volváis a la torre de Gryffindor, que es donde debéis estar.

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