David - AZKABAN.PDF

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—Bueno, Petunia —dijo tío Vernon, levantándose con dificultad—, me marcho a la estación. ¿Quieres venir; Dudders?

—No —respondió Dudley, que había vuelto a fijarse en la tele en cuanto tío Vernon acabó de reprender a Harry

—Duddy tiene que ponerse elegante para recibir a su tía —dijo tía Petunia alisando el espeso pelo rubio de Dudley—. Mamá le ha comprado una preciosa pajarita nueva.

Tío Vernon dio a Dudley una palmadita en su hombro porcino.

—Vuelvo enseguida —dijo, y salió de la cocina. Harry, que había quedado en una especie de trance causado por el terror; tuvo de repente una idea. Dejó la tostada, se puso de pie rápidamente y siguió a tío Vernon hasta la puerta.

Tío Vernon se ponía la chaqueta que usaba para conducir:

—No te voy a llevar —gruñó, volviéndose hacia Harry; que lo estaba mirando.

—Como si yo quisiera ir —repuso Harry—. Quiero pedirte algo. —Tío Vernon lo miró con suspicacia—. A los de tercero, en Hog... en mi colegio, a veces los dejan ir al pueblo.

—¿Y qué? —le soltó tío Vernon, cogiendo las llaves de un gancho que había junto a la puerta.

—Necesito que me firmes la autorización —dijo Harry apresuradamente.

—¿Y por qué habría de hacerlo? —preguntó tío Vernon con desdén.

—Bueno —repuso Harry, eligiendo cuidadosamente las palabras—, será difícil simular ante tía Marge que voy a ese Centro... ¿cómo se llamaba?

—¡Centro de Seguridad San Bruto para Delincuentes Juveniles Incurables!

—bramó tío Vernon.

Y a Harry le encantó percibir una nota de terror en la voz de tío Vernon.

—Ajá —dijo Harry mirando a tío Vernon a la cara, tranquilo—. Es demasiado largo para recordarlo. Tendré que decirlo de manera convincente, ¿no? ¿Qué pasaría si me equivocara?

—Te lo haría recordar a golpes —rugió tío Vernon, abalanzándose contra Harry con el puño en alto. Pero Harry no retrocedió.

—Eso no le hará olvidar a tía Marge lo que yo le haya dicho —dijo Harry en tono serio.

Tío Vernon se detuvo con el puño aún levantado y el rostro desagradablemente amoratado.

—Pero si firmas la autorización, te juro que recordaré el colegio al que se supone que voy, y que actuaré como un mug... como una persona normal, y todo eso.

Harry vio que tío Vernon meditaba lo que le acababa de decir; aunque enseñaba los dientes, y le palpitaba la vena de la sien.

—De acuerdo —atajó de manera brusca—, te vigilaré muy atentamente durante la estancia de Marge. Si al final te has sabido comportar y no has desmentido la historia, firmaré esa cochina autorización.

Dio media vuelta, abrió la puerta de la casa y la cerró con un golpe tan fuerte que se cayó uno de los cristales de arriba.

Harry no volvió a la cocina. Regresó por las escaleras a su habitación. Si tenía que obrar como un auténtico muggle, mejor empezar en aquel momento. Muy despacio y con tristeza, fue recogiendo todos los regalos y tarjetas de cumpleaños y los escondió debajo de la tabla suelta, junto con sus deberes. Se dirigió a la jaula de Hedwig . Parecía que Errol se había recuperado. Hedwig y él estaban dormidos, con la cabeza bajo el ala.

Suspiró. Los despertó con un golpecito.

Hedwig —dijo un poco triste—, tendrás que desaparecer una semana. Vete con Errol . Ron cuidará de ti. Voy a escribirle una nota para darle una explicación. Y no me mires así.

Hedwig lo miraba con sus grandes ojos ambarinos, con reproche.

—No es culpa mía. No hay otra manera de que me permitan visitar Hogsmeade con Ron y Hermione.

Diez minutos más tarde, Errol y Hedwig (ésta con una nota para Ron atada a la pata) salieron por la ventana y volaron hasta perderse de vista. Harry, muy triste, cogió la jaula y la escondió en el armario.

Pero no tuvo mucho tiempo para entristecerse. Enseguida tía Petunia le empezó a gritar para que bajara y se preparase para recibir a la invitada.

—¡Péinate bien! —le dijo imperiosamente tía Petunia en cuanto llegó al vestíbulo.

Harry no entendía por qué tenía que aplastarse el pelo contra el cuero cabelludo. A tía Marge le encantaba criticarle, así que cuanto menos se arreglara, más contenta estaría ella.

Oyó crujir la gravilla bajo las ruedas del coche de tío Vernon. Luego, los golpes de las puertas del coche y pasos por el camino del jardín.

—¡Abre la puerta! —susurró tía Petunia a Harry

Harry abrió la puerta con un sentimiento de pesadumbre.

En el umbral de la puerta estaba tía Marge. Se parecía mucho a tío Vernon: era grande, robusta y tenía la cara colorada. Incluso tenía bigote, aunque no tan poblado como el de tío Vernon. En una mano llevaba una maleta enorme; y debajo de la otra se hallaba un perro viejo y con malas pulgas.

—¿Dónde está mi Dudders? —rugió tía Marge—. ¿Dónde está mi sobrinito querido?

Dudley se acercó andando como un pato, con el pelo rubio totalmente pegado al gordo cráneo y una pajarita que apenas se veía debajo de las múltiples papadas. Tía Marge tiró la maleta contra el estómago de Harry (y le cortó la respiración), estrechó a Dudley fuertemente con un solo brazo, y le plantó en la mejilla un beso sonoro.

Harry sabía bien que Dudley soportaba los abrazos de tía Marge sólo porque le pagaba muy bien por ello, y con toda seguridad, al separarse después del abrazo, Dudley encontraría un billete de veinte libras en el interior de su manaza.

—¡Petunia! —gritó tía Marge pasando junto a Harry sin mirarlo, como si fuera un perchero.

Tía Marge y tía Petunia se dieron un beso, o más bien tía Marge golpeó con su prominente mandíbula el huesudo pómulo de tía Petunia.

Entró tío Vernon sonriendo jovialmente mientras cerraba la puerta.

—¿Un té, Marge? —preguntó—. ¿Y qué tomará Ripper ?

—Ripper sorberá el té que se me derrame en el plato —dijo tía Marge mientras entraban todos en tropel en la cocina, dejando a Harry solo en el vestíbulo con la maleta.

Pero Harry no lo lamentó; cualquier cosa era mejor que estar con tía Marge. Subió la maleta por las escaleras hasta la habitación de invitados lo más despacio que pudo.

Cuando regresó a la cocina, a tía Marge le habían servido té y pastel de frutas, y Ripper lamía té en un rincón, haciendo mucho ruido. Harry notó que tía Petunia se estremecía al ver a Ripper manchando el suelo de té y babas. Tía Petunia odiaba a los animales.

—¿Has dejado a alguien al cuidado de los otros perros, Marge? —inquirió tío Vernon.

—El coronel Fubster los cuida —dijo tía Marge con voz de trueno—. Está jubilado.

Le viene bien tener algo que hacer. Pero no podría dejar al viejo y pobre Ripper . ¡Sufre tanto si no está conmigo...!

Ripper volvió a gruñir cuando se sentó Harry. Tía Marge se fijó en él por primera vez.

—Conque todavía estás por aquí, ¿eh? —bramó.

—Sí —respondió Harry

—No digas sí en ese tono maleducado —gruñó tía Marge—. Demasiado bien te tratan Vernon y Petunia teniéndote aquí con ellos. Yo en su lugar no lo hubiera hecho.

Si te hubieran abandonado a la puerta de mi casa te habría enviado directamente al orfanato.

Harry estuvo a punto de decir que hubiera preferido un orfanato a vivir con los Dursley, pero se contuvo al recordar la autorización para ir a Hogsmeade. Se le dibujó en la cara una triste sonrisa.

—¡No pongas esa cara! —rugió tía Marge—. Ya veo que no has mejorado desde la última vez que te vi. Esperaba que el colegio te hubiera enseñado modales. —Tomó un largo sorbo de té, se limpió el bigote y preguntó—: ¿Adónde me has dicho que lo enviáis, Vernon?

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