David - AZKABAN.PDF
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—Mm... —la profesora McGonagall se puso en pie y observó desde la ventana el campo de quidditch, muy poco visible entre la lluvia—. Bien, te aseguro que me gustaría que por fin ganáramos la copa... De todas formas, Potter; estaría más tranquila si un profesor estuviera presente. Pediré a la señora Hooch que supervise tus sesiones de entrenamiento.
• • •
El tiempo empeoró conforme se acercaba el primer partido de quidditch. Impertérrito, el equipo de Gryffindor entrenaba cada vez más, bajo la mirada de la señora Hooch.
Luego, en la sesión final de entrenamiento que precedió al partido del sábado, Oliver Wood comunicó a su equipo una noticia no muy buena:
—¡No vamos a jugar contra Slytherin! —les dijo muy enfadado—. Flint acaba de venir a verme. Vamos a jugar contra Hufflepuff.
—¿Por qué? —preguntaron todos.
—La excusa de Flint es que su buscador aún tiene el brazo lesionado —dijo Wood, rechinando con furia los dientes—. Pero está claro el verdadero motivo: no quieren jugar con este tiempo, porque piensan que tendrán menos posibilidades...
Durante todo el día había soplado un ventarrón y caído un aguacero, y mientras hablaba Wood se oía retumbar a los truenos.
—¡No le pasa nada al brazo de Malfoy! —dijo Harry furioso—. Está fingiendo.
—Lo sé, pero no lo podemos demostrar —dijo Wood con acritud—. Y hemos practicado todos estos movimientos suponiendo que íbamos a jugar contra Slytherin, y en su lugar tenemos a Hufflepuff, y su estilo de juego es muy diferente. Tienen un nuevo capitán buscador; Cedric Diggory...
De repente, Angelina, Alicia y Katie soltaron una carcajada.
—¿Qué? —preguntó Wood, frunciendo la frente anta aquella actitud.
—Es ese chico alto y guapo, ¿verdad? —preguntó Angelina.
—¡Y tan fuerte y callado! —añadió Katie, y volvieron a reírse.
—Es callado porque no es lo bastante inteligente para juntar dos palabras —dijo Fred—. No sé qué te preocupa, Oliver. Los de Hufflepuff son pan comido. La última vez que jugamos con ellos, Harry cogió la snitch al cabo de unos cinco minutos, ¿no os acordáis?
—¡Jugábamos en condiciones muy distintas! —gritó Wood, con los ojos muy abiertos—. Diggory ha mejorado mucho el equipo. ¡Es un buscador excelente! ¡Ya sospechaba que os lo tomaríais así! ¡No debemos confiarnos! ¡Hay que tener bien claro el objetivo! ¡Slytherin intenta pillarnos desprevenidos! ¡Hay que ganar!
—Tranquilízate, Oliver —dijo Fred alarmado—. Nos tomamos muy en serio a Hufflepuff. Muy en serio.
El día anterior al partido, el viento se convirtió en un huracán y la lluvia cayó con más fuerza que nunca. Estaba tan oscuro dentro de los corredores y las aulas que se encendieron más antorchas y faroles. El equipo de Slytherin se daba aires, especialmente Malfoy
—¡Ah, si mi brazo estuviera mejor! —suspiraba mientras el viento golpeaba las ventanas.
Harry no tenía sitio en la cabeza para preocuparse por otra cosa que el partido del día siguiente. Entre clase y clase, Oliver Wood se le acercaba a toda prisa para darle consejos. La tercera vez que sucedió, Wood habló tanto que Harry se dio cuenta de pronto de que llegaba diez minutos tarde a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, y echó a correr mientras Wood le gritaba:
—¡Diggory tiene un regate muy rápido, Harry! Tendrás que hacerle una vaselina...
Harry frenó al llegar a la puerta del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, la abrió y entró apresuradamente.
—Lamento llegar tarde, profesor Lupin. Yo...
Pero no era Lupin quien lo miraba desde la mesa del profesor; era Snape.
—La clase ha comenzado hace diez minutos, Potter. Así que creo que descontaremos a Gryffindor diez puntos. Siéntate.
Pero Harry no se movió.
—¿Dónde está el profesor Lupin? —preguntó.
—No se encuentra bien para dar clase hoy —dijo Snape con una sonrisa contrahecha—. Creo que te he dicho que te sientes.
Pero Harry permaneció donde estaba.
—¿Qué le ocurre?
A Snape le brillaron sus ojos negros.
—Nada que ponga en peligro su vida —dijo como si deseara lo contrario—. Cinco puntos menos para Gryffindor y si te tengo que volver a decir que te sientes serán cincuenta.
Harry se fue despacio hacia su sitio y se sentó. Snape miró a la clase.
—Como decía antes de que nos interrumpiera Potter, el profesor Lupin no ha dejado ninguna información acerca de los temas que habéis estudiado hasta ahora...
—Hemos estudiado los boggarts, los gorros rojos, los kappas y los grindylows
— informó Hermione rápidamente—, y estábamos a punto de comenzar...
—Cállate —dijo Snape fríamente—. No te he preguntado. Sólo comentaba la falta de organización del profesor Lupin.
—Es el mejor profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido
—dijo Dean Thomas con atrevimiento, y la clase expresó su conformidad con murmullos. Snape puso el gesto más amenazador que le habían visto.
—Sois fáciles de complacer. Lupin apenas os exige esfuerzo... Yo daría por hecho que los de primer curso son ya capaces de manejarse con los gorros rojos y los grindylows . Hoy veremos...
Harry lo vio hojear el libro de texto hasta llegar al último capítulo, que debía de imaginarse que no habían visto.
—... los hombres lobo —concluyó Snape.
—Pero profesor —dijo Hermione, que parecía incapaz de contenerse—, todavía no podemos llegar a los hombres lobo. Está previsto comenzar con los hinkypunks ...
—Señorita Granger —dijo Snape con voz calmada—, creía que era yo y no tú quien daba la clase. Ahora, abrid todos el libro por la página 394.—Miró a la clase—: Todos. Ya.
Con miradas de soslayo y un murmullo de descontento, abrieron los libros.
—¿Quién de vosotros puede decirme cómo podemos distinguir entre el hombre lobo y el lobo auténtico?
Todos se quedaron en completo silencio. Todos excepto Hermione, cuya mano, como de costumbre, estaba levantada.
—¿Nadie? —preguntó Snape, sin prestar atención a Hermione. La sonrisa contrahecha había vuelto a su rostro—. ¿Es que el profesor Lupin no os ha enseñado ni siquiera la distinción básica entre...?
—Ya se lo hemos dicho —dijo de repente Parvati—. No hemos llegado a los hombres lobo. Estamos todavía por...
—¡Silencio! —gruñó Snape—. Bueno, bueno, bueno... Nunca creí que encontraría una clase de tercero que ni siquiera fuera capaz de reconocer a un hombre lobo. Me encargaré de informar al profesor Dumbledore de lo atrasados que estáis todos...
—Por favor, profesor —dijo Hermione, que seguía con la mano levantada—. El hombre lobo difiere del verdadero lobo en varios detalles: el hocico del hombre lobo...
—Es la segunda vez que hablas sin que te corresponda, señorita Granger —dijo Snape con frialdad—. Cinco puntos menos para Gryffindor por ser una sabelotodo insufrible.
Hermione se puso muy colorada, bajó la mano y miró al suelo, con los ojos llenos de lágrimas. Un indicio de hasta qué punto odiaban todos a Snape era que lo estaban fulminando con la mirada. Todos, en alguna ocasión, habían llamado sabelotodo a Hermione, y Ron, que lo hacia por lo menos dos veces a la semana, dijo en voz alta:
—Usted nos ha hecho una pregunta y ella le ha respondido. ¿Por qué pregunta si no quiere que se le responda?
Sus compañeros comprendieron al instante que había ido demasiado lejos.
—Te quedarás castigado, Weasley —dijo Snape con voz suave y acercando el rostro al de Ron—. Y si vuelvo a oírte criticar mi manera de dar clase, te arrepentirás.
Nadie se movió durante el resto de la clase. Siguió cada uno en su sitio, tomando notas sobre los hombres lobo del libro de texto, mientras Snape rondaba entré las filas de pupitres examinando el trabajo que habían estado haciendo con el profesor Lupin.
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