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Cecilia Ahern: Posdata: Te Amo

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Hay personas que esperan toda la vida para encontrar a su alma gemela, pero este no es el caso de Holly y Gerry. Novios desde el instituto, se sentían como si siempre hubiesen estado juntos. Podían acabar las frases del otro, e incluso cuando discutían?como sobre quién debía salir de la cama para apagar la luz cada noche? lo hacían riendo. Holly no sabía qué sería de ella sin Gerry. Nadie lo sabía. Y así fue como comenzó ` La Lista `? como una broma. En previsión de que pudiera sucederle algo malo, Gerry dejaría a Holly una lista de cosas que hacer para salir adelante día tras día. De pronto, la joven pareja se enfrenta a lo inimaginable: Gerry contrae una enfermedad fatal y fallece. Tres meses después de su muerte, Holly sale de su casa para recoger un misterioso paquete que ha recibido su madre para ella. Cuando lo abre se encuentra con que Gerry ha cumplido su palabra. Le ha dejado ` La Lista `, una serie de cartas con instrucciones para cada mes. Todas van firmadas con `PD: Te amo`. Rodeada de amigas de lengua afilada y con una familia que la ama y la sobreprotege hasta volverla loca, Holly Kennedy es una heroína de nuestro tiempo: titubea, trastabilla, llora y bromea mientras se abre camino hacia la independencia, hacia una nueva vida de aventura, satisfacción profesional, amor y amistad.

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Holly arqueó las cejas con indiferencia y siguió mirando al frente. Jack asintió parsimoniosamente con la cabeza y dijo:

– Tienes derecho a tratarme así, Holly. Últimamente me he portado como un perfecto idiota. Y lo siento mucho.

Holly se volvió para mirarlo a los ojos y le espetó: -Me dejaste tirada, Jack.

Jack cerró los ojos como si la mera idea le doliera.

– Lo sé. No he sabido manejar la situación, Holly. Me resultaba muy duro enfrentarme a Gerry… Ya sabes…

– Muerto -concluyó Holly.

– Sí. -Jack apretó los dientes y dio la impresión de haberlo aceptado al fin.

– Tampoco fue nada fácil para mí, ¿sabes, Jack? -Se hizo el silencio entre ellos-. Pero me ayudaste a embalar sus cosas. Seleccionaste sus pertenencias conmigo y conseguiste que me resultara mucho más llevadero -añadió Holly, confusa-. Me echaste una mano y te lo agradecí. Pero ¿por qué desapareciste de repente?

– Dios mío, aquello fue muy duro -dijo Jack, negando apesadumbrado con la cabeza-. Tú eras tan fuerte, Holly… Eres fuerte -se corrigió. Deshacernos de sus cosas me dejó hecho polvo, ir a tu casa sin que él estuviera allí… fue demasiado. Y además me di cuenta de que estabas haciendo buenas migas con Richard, así que supuse que no habría problema si yo pasaba a segundo plano porque le tenías a él… -Se encogió de hombros y se sonrojó, sintiéndose ridículo al exponer sus sentimientos.

– Eres tonto, Jack-dijo Holly, dándole un leve puñetazo en la barriga.- Como si Richard pudiera sustituirte.

Jack sonrió.

– No sé, no sé, se os ve muy amiguetes últimamente. Holly volvió a ponerse seria.

– Richard me ha dado todo su apoyo a lo largo de este último año y créeme si te digo que la gente no ha dejado de sorprenderme durante esta experiencia -agregó dándole un codazo-. Dale una oportunidad, Jack.

Jack dirigió la mirada hacia el mar y asintió lentamente, asimilando lo que Holly acababa de decir.

Holly lo rodeó con los brazos y agradeció el reconfortante abrazo de su hermano. Estrechándola aún con más fuerza, Jack dijo:

– Ahora estoy a tu lado. Dejaré de ser egoísta y cuidaré de mi hermana pequeña.

– Oye, que a tu hermana pequeña le está yendo muy bien por su cuenta, gracias -contestó Holly, observando cómo el mar se estrellaba con violencia contra las rocas y los rociones de espuma besaban la Luna.

Se sentaron a cenar y a Holly se le hizo la boca agua ante el espléndido festín. -Hoy he recibido un e-mail de Ciara -anunció Declan.

Todos exclamaron con entusiasmo.

– Ha enviado esta foto -agregó pasando la fotografía que había impreso. Holly sonrió al ver a su hermana tendida en la playa, celebrando la No chebuena con una barbacoa en compañía de Mathew. Tenía el pelo rubio y la piel bronceada y ambos parecían muy felices. Contempló un rato la imagen, sintiéndose orgullosa de que su hermana hubiese encontrado su lugar. Después de recorrer el mundo buscando sin tregua, todo indicaba que Ciara por fin había encontrado la dicha. Holly confió en que tarde o temprano a ella le sucediera lo mismo. Pasó la foto a Jack, que sonrió al mirarla.

– Han dicho que hoy quizá nevará -anunció Holly, sirviéndose otra ración de asado. Ya había tenido que desabrocharse el botón del pantalón, pero al fin y al cabo era Navidad, época de regalos y… festines…

– No, no nevará -repuso Richard, chupando un hueso-. Hace demasiado frío.

Holly puso ceño y preguntó:

– Richard, ¿cómo puede hacer demasiado frío para que nieve?

Richard se lamió los dedos y los limpió con la servilleta que llevaba sujeta al cuello, y Holly contuvo la risa al darse cuenta de que se había puesto un chaleco de lana con el dibujo de un gran árbol de Navidad.

– Tiene que hacer menos frío para que nieve -insistió. Holly rió.

– Richard, en la Antártida están a menos un millón y sin embargo nieva. Y eso no es poco frío.

Abbey también se echó a reír. Luego dijo con toda naturalidad: -Así es como funciona.

– Lo que tú digas -concedió Holly, poniendo los ojos en blanco.

– En realidad Richard tiene razón -terció Jack al cabo de un rato, y todos dejaron de masticar para mirarlo. Aquélla no era una frase que oyeran con frecuencia. Jack se puso a explicar por qué nevaba y Richard le echó una mano con los detalles científicos. Ambos intercambiaron sonrisas y se mostraron muy satisfechos de su condición de sabelotodo. Abbey arqueó las cejas al cruzar con Holly una mirada secreta de asombro.

– ¿Quieres un poco de verdura con la salsa, papá? -preguntó Declan, ofreciéndole con seriedad impostada un cuenco de brócoli.

Todos miraron el plato de Frank y rieron. Una vez más, era un aut¿núco mar de salsa.

– Ja, ja-se mofó Frank, cogiendo el cuenco que le ofrecía su hijo-. De todos modos vivimos demasiado cerca del mar para conseguirla -agregó.

– ¿Conseguir qué? ¿Salsa? -bromeó Holly, y los demás rieron de nuevo.

– Nieve, tonta-dijo Frank, cogiéndole la nariz como solía hacer cuando era niña.

– Bueno, pues yo apuesto un millón de libras a que hoy nieva -insistió Declan, mirando desafiante a sus hermanos.

– Muy bien, pero más vale que empieces a ahorrar, Declan, porque si tus hermanos dicen que no, es que no -bromeó Holly.

– Pues ya estáis pagando, chicos. -Declan se frotó las manos con avaricia, señalando hacia la ventana con el mentón.

– ¡Oh, Dios mío! -exclamó Holly, levantándose de golpe de la silla ¡Está nevando!

– Menuda teoría la nuestra -dijo Jack a Richard, y ambos se echaron a reír mientras miraban los copos blancos que caían del cielo.

Todos abandonaron la mesa, se pusieron los abrigos y salieron afuera, excitados como niños. Al fin y al cabo, eran exactamente eso. Holly echó un vistazo a los demás jardines de la calle y comprobó que las familias de todas las casas habían salido a ver la nevada.

Elizabeth rodeó los hombros de su hija y la estrechó con fuerza.

– Vaya, parece que Denise tendrá unas navidades blancas para su boda -dijo sonriente.

El corazón de Holly latió con fuerza al pensar en la boda de Denise. Dentro de muy pocos días tendría que enfrentarse a Daniel. Su madre le preguntó en voz baja, como si le hubiese leído el pensamiento:

– ¿Ya has pensado que vas a decirle a Daniel?

Holly alzó la mirada hacia los brillantes copos de nieve que caían del negro cielo estrellado. Fue un instante mágico y justo entonces tomó su decisión final.

– Sí. -Sonrió, y exhaló un hondo suspiro.

– Bien. -Elizabeth la besó en la mejilla-. Y recuerda, Dios te guía y te acompaña.

Holle sonrió.

– Más vale que así sea, porque voy a necesitarlo mucho durante un tiempo.

– ¡Sharon, no cojas esa maleta, pesa demasiado! -gritó John a su esposa y Sharon dejó caer la bolsa, enojada.

– John, no soy una inválida. ¡Estoy embarazada! -le espetó Sharon, mientras John se alejaba hecho una furia.

Holly cerró el maletero con estrépito. Estaba harta de las rabietas de John y Sharon; los había oído discutir en el coche todo el trayecto hasta Wicklow. Ahora sólo tenía ganas de entrar en el hotel y que la dejaran descansar en paz y tranquilidad. También empezaba a temer un poco a Sharon, su nivel de voz había subido considerablemente en las dos últimas horas y daba la impresión de estar a punto de estallar. En realidad, viendo el tamaño de su vientre de embarazada, Holly temía que en efecto estallaría y no quería estar presente cuando eso sucediera.

Holly cogió su bolsa y echó un vistazo al hotel, que más bien era un castillo. Era el lugar que Tom y Denise habían elegido para celebrar su boda de Año Nuevo y no podían haber encontrado un entorno más bello. El edificio estaba cubierto de hiedra verde que trepaba por sus viejos muros y una fuente enorme presidía el patio delantero. Varias hectáreas de exuberantes jardines perfectamente cuidados se extendían alrededor del hotel. Así pues, Denise no iba a tener un decorado de navidades blancas para su boda, ya que la nieve no había cuajado. Aun así, la nevada fue un hermoso momento que compartir con su familia el día de Navidad y había conseguido levantarle un poco el ánimo. Ahora sólo quería encontrar su habitación y mimarse. Ni siquiera estaba segura de que el vestido de dama de honor aún le sentara bien después de la comilona navideña, pero no iba a comunicar a Denise sus temores va que probablemente le daría un infarto. Quizá no resultaría tan complicado ,hacer unos arreglillos…

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