El comedor cuenta con veinte mesas y una carta muy breve. Tiene la misma moqueta, pero con el añadido de las manchas de comida. Hay cortinas de terciopelo marrón y visillos; las mesas están cubiertas con lo que antaño fueron manteles de encaje blanco, que el tiempo ha vuelto amarillos, y los cubiertos están oxidados y tienen manchas de comida. Los cristales están empañados y las paredes son blancas, cosa que lo convierte en la única estancia luminosa, pero por más alta que pongas la calefacción, siempre hace un frío glacial.
¡Y el olor! Es como si alguien hubiese muerto y se hubiese podrido en un rincón. Desde entonces la peste está impregnada en los muebles, las paredes y mi ropa. Hay sesenta habitaciones. Veinte en cada planta. Beanie anunció con orgullo que la mitad tienen cuarto de baño. ¡Imagínate lo contenta que me puse al oírlo, algunas habitaciones tienen baño!
Dos mujeres maravillosas, Betty y Joyce, cada una de unos cien años, limpian las habitaciones tres veces por semana, lo cual, francamente, me parece bastante vergonzoso. Y habida cuenta de la lentitud con que se mueven, me sorprendería que limpiaran todas las habitaciones con esa frecuencia.
También empecé a preguntarme a qué clase de clientela atraería un hotel de estas características, pero me quedó más que claro cuando me tocó hacer el turno de noche. Cuando el club de show girls de abajo cierra, la fiesta continúa arriba. Esto me dio más motivos para contratar más camareras.
La única manera de que alguien encuentre un bombón encima de la almohada es que el huésped anterior lo haya escupido. La única razón para que alguien se ponga el gorro de ducha sería protegerse la cabeza del agua amarilla que sale de los grifos (aunque probablemente sea potable, yo sólo la tomo embotellada).
La semana pasada una emisora de radio llamó para preguntar si el hotel querría colaborar en un concurso: o estaban desesperados o se dejaron engañar por el grandilocuente nombre del hotel. No se me ocurrió ninguna buena excusa para decir que no. La gente tenía que escribir al programa y explicar por qué merecían un fin de semana de ensueño en Dublín. Los ganadores obtendrían una entrada de teatro, una comida, un día de compras y dos noches de alojamiento y desayuno en un hotel céntrico de la ciudad, con todos los gastos pagados. Para el hotel fue fabuloso ya que nos hicieron publicidad toda la semana en la radio y como resultado conseguimos algunos huéspedes. Aunque ninguno de ellos sabía a qué se exponía.
La pareja ganadora tenía una historia tan conmovedora que por poco rompo a llorar cuando la oí en la radio. De modo que decidí alojarlos en la suite de luna de miel (una habitación exactamente igual que las otras aunque le dije a Beanie que pusiera una placa en la puerta para que los ganadores sintieran que les brindábamos un trato especial. Terminó haciéndolo él mismo con una plantilla. Se pasó una hora entera concentrado en la tarea con un rotulador negro en la mano y la lengua fuera). Llené la habitación de flores y dispuse una botella de champán, cortesía de la casa. Hice cuanto pude para adecentar la habitación. Cogí suficiente dinero del presupuesto para comprar sábanas nuevas, etc.
En fin, cuando supieron que habían ganado, se pusieron tan contentos que estuvieron llamando al hotel a diario hasta la víspera de su llegada, haciendo preguntas y asegurándose de que todo seguía en pie. Cruzaron el umbral, echaron un vistazo al hotel y al cabo de un cuarto de hora ya se habían marchado.
Ruby, ese matrimonio había perdido su casa y su coche, el marido se había quedado sin trabajo, se había roto ambas piernas, y tenían que abandonar su pueblo. Les habían regalado un fin de semana con todos los gastos pagados y podían alojarse gratis en el hotel y ni aun así quisieron quedarse. Imagínate lo malo que es el hotel.
Rosie: ¿Ruby?
Rosie: ¿Ruby, estás ahí?
Rosie: ¡Hola! Ruby, ¿has recibido lo que te he escrito?
Ruby: Zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
Rosie: ¡Ruby!
Ruby: ¡¿Qué?! ¿Me he perdido algo? Perdona, me habré adormilado hace como una hora, cuando has empezado a contarme cómo te iba el trabajo.
Rosie: Lo siento, Ruby, pero quien avisa no es traidor.
Ruby: No te apures, me las he arreglado para ir a buscarme una taza de café y he vuelto cuando ibas por las paredes verde oliva y los cadáveres en descomposición.
Rosie: Perdona, he tenido un mes de aúpa.
Ruby: Los trabajos no siempre son como una se imagina que serán. Por otra parte, ¿preferirías ser secretaria en Randy Andy Paperclip Co. o directora adjunta del Grand Tower Hotel?
Rosie: Uy, sin duda directora adjunta del Grand Tower Hotel.
Ruby: Pues ahí lo tienes, Rosie Bumme. La vida podría irte peor, ¿no?
Rosie: Supongo que sí. Pero tengo otro problemilla.
Ruby: ¿Eres capaz de contármelo en menos de mil palabras?
Rosie: ¡Lo intentaré! Alex viene con Bethany dentro de unas semanas para asistir a la fiesta de jubilación de Julie Casey y han hecho una reserva en el hotel para el fin de semana. Verás, vine a decirle que el sitio era estupendo… y me pidieron una habitación con vistas. Tal como están las cosas bastante tengo con encontrar una habitación que tenga ventana (vale, no es cierto), pero dadas las circunstancias, en el Grand Tower Hotel ya nos parece una solicitud especial que la habitación tenga cuarto de baño. Quiero decir, en cuanto a las vistas, ¿qué crees que preferirán, vistas a una carnicería o vistas a una chatarrería?
Ruby: Caramba…
Tiene un mensaje instantáneo de: ALEX
Alex: Hola, Rosie, es tarde para que estés levantada.
Rosie: Tú también lo estás.
Alex: Voy cinco horas por delante, mujer.
Rosie: Esta noche es el baile de debutantes de Katie. En realidad, ahora mismo está allí.
Alex: Acabáramos. ¿No puedes dormir?
Rosie: ¿Has perdido el juicio? Claro que no puedo dormir. La ayudé a comprar el vestido, la he ayudado a maquillarse y peinarse, le he sacado fotos posando rebosante de entusiasmo en su noche especial. La noche que pasará con amigos que probablemente no volverá a ver en años, o quizá nunca más, pese a las promesas de permanecer en contacto. Ha sido como retroceder veinte años, cuando yo estaba en su lugar y mi madre en el mío.
Ya sé que ella no es yo, que es una persona independiente y que piensa por su cuenta, pero no he podido evitar verme a mí misma saliendo por la puerta de casa, cogida del brazo de un hombre en esmoquin, excitada con la noche, excitada con el futuro. Excitada, excitada, excitada. Yo era tan puñeteramente joven… Por supuesto, entonces no me lo parecía. Tenía un millón de planes. Sabía lo que iba a hacer. Tenía resueltos los años siguientes de mi vida.
Pero lo que no sabía era que en cuestión de horas todos esos planes iban a cambiar por completo. Doña Sabelotodo no sabía tanto como creía.
Sólo espero que esta noche Katie vuelva a casa a la hora debida.
Alex: Es una chica sensata, Rosie, y si la has educado como creo que lo has hecho, no tienes nada de que preocuparte.
Rosie: No me engaño a mí misma. Hace más de tres años que tiene novio y dudo mucho que durante todo este tiempo se hayan limitado a darse la mano. Pero al menos esta noche, la noche que cambió mi vida, me gustaría que regresara temprano.
Alex: Muy bien, pues. Creo que me toca distraerte hasta que llegue a casa, ¿no?
Rosie: Si no te importa.
Alex: ¿Ya está preparada nuestra habitación para cuando vayamos a Dublín? ¡Confío en que la directora haya podido reservarnos la mejor!
Rosie: No olvides que en realidad sólo soy la directora adjunta, y el hotel no es precisamente…
Alex: ¿No es precisamente qué?
Rosie: Tan elegante como esos en los que estás acostumbrado a alojarte cuando viajas.
Читать дальше