Исаак Башевис Зингер - Un Amigo De Kafka
Здесь есть возможность читать онлайн «Исаак Башевис Зингер - Un Amigo De Kafka» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Un Amigo De Kafka
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Un Amigo De Kafka: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un Amigo De Kafka»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Un Amigo De Kafka — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un Amigo De Kafka», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Isaac Bashevis Singer
Un Amigo De Kafka
1
Mucho antes de leer sus obras, supe de la existencia de Kafka por boca de su amigo Jacques Kohn, quien fue actor del Teatro Yiddish. Y he dicho «fue», porque cuando le conocí llevaba ya años retirado de su profesión. Corrían los primeros años treinta, y el Teatro Yiddish de Varsovia había perdido gran parte de su público. El propio Jacques Kohn era un hombre viejo y derrotado. Pese a que aún vestía como un pisaverde, sus ropas presentaban el aspecto de las prendas muy usadas ya. Lucía monóculo en el ojo izquierdo, anticuado cuello alto (del tipo llamado, en aquel entonces, «matapadres»), zapatos de charol y sombrero hongo. Los cínicos del club de escritores yiddish de Varsovia, que tanto él como yo frecuentábamos, le habían dado el mote de «el Lord». Pese a que su espalda se le encorvaba cada vez más, hacía titánicos esfuerzos para andar con los hombros echados hacia atrás. Peinaba los escasos restos de su amarillento cabello de manera que formara un puente que le cubriera la calva cabeza. Siguiendo las tradiciones teatrales de pasados tiempos, de vez en cuando hablaba en un yiddish germanizante, lo cual hacía de un modo muy principal cuando contaba su amistad con Kafka. Ultimamente, Jacques Kohn había comenzado a escribir artículos para los periódicos, pero los directores se los rechazaban unánimemente. Vivía en una buhardilla de la calle Leszno, y estaba siempre enfermo. Los miembros del club le aplicaban la siguiente frase mordaz: Pasa el día en una tienda de oxígeno, de la que sale al anochecer hecho un donjuán.
Siempre coincidíamos en el club, al caer la tarde. La puerta se abría lentamente y daba paso a Jacques Kohn. Entraba con el aire de una importante celebridad europea que se dignaba visitar el ghetto. Miraba a su alrededor, y en su rostro se dibujaba una mueca, indicativa de que los olores de ajo, arenques y tabaco barato no eran precisamente sus favoritos. Con desdén paseaba la mirada por las mesas cubiertas de periódicos, viejas y rotas piezas de ajedrez, y ceniceros rebosantes de colillas, a cuyo alrededor los miembros del club discutían sin cesar, a gritos, temas literarios. Jacques Kohn sacudía la cabeza, como diciendo: ¿qué cabe esperar de semejantes palurdos? Tan pronto le veía entrar, me metía la mano en el bolsillo para coger entre mis dedos el zloty que siempre me pedía, en concepto de préstamo.
Aquella tarde, Jacques parecía de mejor humor de lo usual en él. Esbozó una sonrisa, mostrando los falsos dientes de porcelana, que no encajaban debidamente en sus encías, por lo que se movían cuando hablaba, y avanzó lentamente hacia mí, como si se encontrara en mitad de un escenario. Me ofreció su huesuda mano de largos dedos y me dijo:
– ¿Qué tal? ¿Cómo está hoy la gran promesa de nuestra literatura?
– ¿Ya empezamos?
– En modo alguno, mi querido amigo. Se lo he dicho con toda seriedad. Descubro a los hombres con talento tan pronto les echo la vista encima, pese a que yo carezco de él. En 1911, cuando estábamos actuando en Praga, nadie había oído hablar de Kafka. Pues bien, Kafka vino a los camerinos, y en el mismo momento en que le vi comprendí que me encontraba en presencia de un genio. Lo olí de la misma manera que un gato huele las ratas. Y así comenzó nuestra gran amistad.
Había oído aquella historia mil veces, con otras tantas variantes, pero sabía que no me quedaba más remedio que escucharla otra vez. Se sentó a mi mesa, y Manya, la camarera, nos sirvió sendos vasos de té y galletas. Jacques Kohn alzó las cejas, dejándolas como elevados arcos sobre sus ojos pardoamarillentos, con el blanco cruzado por sanguinolentas venillas. Su expresión parecía decir: ¿Este líquido es lo que los bárbaros denominan té? Echó cinco terrones de azúcar al té y lo removió en movimientos circulares, de dentro afuera, con la cucharilla de hojalata. Con índice y pulgar, de uñas insólitamente largas, partió una galleta y se llevó la porción a la boca, diciendo Nu ja , lo que significaba: El pasado no sirve para llenar el estómago.
Era todo comedia. Jacques Kohn había nacído en el seno de una familia hasidim, en un pueblecito de Polonia. No se llamaba Jacques, sino Jankel. Sin embargo, había vivido largos años en Praga, Viena, Berlín y París. No siempre había pertenecido a la compañía yiddish, sino que también había actuado en París y Alemania. Fue amigo de muchos hombres célebres. Ayudó a Chagall a encontrar un estudio en Belleville. Israel Zangwill le había invitado a menudo a su casa. Actuó en una obra dirigida por Reinhardt, y más de una vez comió fiambres con Piscator. Me había mostrado cartas a él dirigidas, no sólo por Kafka, sino también por Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Romain Rolland, Ilya Ehrenburg y Martin Buber. Todos le tuteaban. Cuando nuestra amistad se hizo más íntima, Jacques Kohn me permitió ver fotografías y cartas de famosas actrices con las que había tenido aventuras.
Para mí, «prestar» un zloty a Jacques Kohn significaba entrar en contacto con la Europa Occidental. Incluso el modo como esgrimía su bastón de puño de plata me parecía cosa de lejanas tierras. Hasta los cigarrillos fumaba con un estilo insólito en Varsovia. Tenía modales en extremo corteses. En las raras ocasiones en que se creyó obligado a reprocharme algo, consiguió ahorrarme la consiguiente humillación por el medio de añadir un cumplido elegante. Lo que más admiraba en Jacques Kohn era su manera de tratar a las mujeres. Yo era muy tímido en mi trato con las muchachas, me ruborizaba, y su sola presencia bastaba para inhibirme, pero Jacques Kohn se mostraba ante ellas con el aplomo de un príncipe. Siempre encontraba algo agradable que decir a las mujeres menos atractivas. Las halagaba a todas, aunque siempre con cierto tonillo de bonachona ironía, adoptando la actitud del hedonista estragado que a lo ha probado todo.
A mí me habló con franqueza.
– Mi joven y querido amigo, la verdad es que soy prácticamente impotente. La impotencia siempre comienza con la aparición de unos gustos en exceso refinados. Cuando uno tiene hambre de veras no necesita caviar y turrón. Y yo he llegado ya a un punto en que no hay mujer que me parezca realmente atractiva. No hay defecto que se oculte a mi vista. Y esto es impotencia. Los vestidos y los corsés son transparentes para mí. No hay perfume ni colorete que me engañe. No me queda ni un diente, pero cuando una mujer abre la boca veo el más leve empaste. Lo cual, dicho sea incidentalmente, era el gran problema de Kafka en cuanto escritor. Kafka veía todos los defectos, los ajenos y los propios. En su mayor parte, la literatura es obra de plebeyos y chapuceros tales como Zola y D'Annunzio. En el teatro, yo veía los mismos defectos que Kafka veía en la literatura, y esto nos unió mucho. Kafka ensalzaba hasta extremos increíbles nuestras lamentables obras en yiddish. Se enamoró locamente de una actriz pedante y melodramática, madame Tschissik. Cuando pienso que Kafka amó a aquel ser y lo hizo objeto de sus sueños, siento lástima hacia los humanos y sus ilusiones. En fin, la inmortalidad no es demasiado remilgada. Todos los que, por una razón u otra, han sido íntimos de un gran hombre entran con él en el ámbito de la inmortalidad, y, a veces, lo hacen calzados con las más burdas botas. A propósito, ¿me preguntó usted, mi querido amigo, cuál es la fuerza que me impele a seguir luchando? ¿Sí, o son imaginaciones mías? ¿Me preguntó acaso qué es lo que me permite soportar la pobreza, la enfermedad, y, peor todavía, la desesperanza? ¡Buena pregunta, mi joven y querido amigo! Es la misma que me formulé cuando leí por vez primera el Libro de Job. ¿Por qué siguió viviendo y sufriendo? ¿Para tener más hijas, más asnos y más camellos? No.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Un Amigo De Kafka»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un Amigo De Kafka» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Un Amigo De Kafka» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.