Juan Moisés De La Serna - Cuentos Habbaassi IV

Así era como pensaba este animal y se decía, “no, no quiero, me niego a que me coman, y enseñaré a los demás a respetarme”, y así ideó algo, que puedo poner pues es un cuento, ideó tener una gran cola, larga y puntiaguda en forma de arpón por encima de su cabeza, y así los enemigos cuando quisieran acercarse verían el arma.

Lo ideó y la verdad es que no lo consiguió, aunque intentó poner su pequeña cola en la forma indicada esta era pequeña y en apariencia no le servía de nada, y así estando pensando en esto, se encontró con un viejo ratón que viendo tan tranquilo pensó que estaría enfermo de la peor enfermedad de los ratones, el poder pensar.

A él le había servido cuando era joven pero luego se dio cuenta de que una cosa era pensar y otra distinta la realidad, y así habló con el joven y este le contó lo que le había ocurrido y el anciano le dijo,

–En verdad has hecho algo prodigioso, pero para que sea una realidad tienes que repetirlo, repetirlo muchas veces y luego ten hijos, y así ellos saldrán con ese conocimiento.

Cuando contó también lo del rabo el anciano ratón se rio, y le dijo,

–Ya tenemos antecedentes de ratones que tienen rabos largos que los utilizan, pero no es tu caso, pues si le pusieras como un estoque se reirían de ti, y mientras te comían por delante no te llegaría desde atrás.

El ratón entendió y se conformó con lo que era, y así volvió a subir a aquel árbol y repitió el salto y lo volvió a hacer varias veces, y siempre le salía bien, y así luego lo hizo desde otro árbol, y luego desde otro, y ya no era para escapar sino por capricho y por cambiarse e árbol cuando quería comer de otro del que tenía.

Siguiendo los consejos del acaciano que para eso se les tiene que respetar porque tienen la sabiduría de la experiencia, tuvo hijos y les enseñó y estos le siguieron y así ahora tenéis las ardillas, pero antes eran ratones de campo que vivían en los árboles por que los suelos se inundaban.

Hace muchos millones de años, las tortugas no eran como son ahora, y aunque ahora mismo podéis ver que no todas son iguales, hubo un tiempo en que la tortuga andaba a cuatro patas pero también a dos de vez en cuando, pues aunque nos cueste creerlo, de la misma manera que el hombre desciende del mono y este del lagarto.

Os digo que la tortuga llegó a volar y a moverse a dos patas y que trepaba por las laderas de las montañas y de los árboles porque lo que ahora aquí veis, es alguien diferente de lo que fue y que se ha ido transformando, prácticamente haciéndose más pequeña y también más lenta lo que le ha permitido, ser cada día más vieja.

Veréis que ocurrió algo importante, hace algunos miles de años, alrededor de la Tierra, había una gran piedra que al igual que la Luna giraba dando vueltas, y ésta giraba a mucha velocidad, y terminó cayendo en la Tierra produciendo una gran calamidad para muchas de las especies.

Pero sí sucedió, que aquélla piedra que giraba a gran velocidad imprimía a las criaturas que vivían en aquel entonces, una gran atracción hacia arriba y de hecho todos, tanto los vegetales como los animales eran de gran tamaño, y entre estos animales estaba la tortuga.

Ella había sido antes un dragón marino y poco a poco, sus largos y afilados dedos y uñas se fueron convirtiendo en poderosas garras que le permitían salir a la tierra y cazar a otros animales pero sobre todo comer los vegetales que había en los lugares de su recolección, y así aumentó la comida y también el número de ellos, y también sus posibilidades de sobrevivir cuando hubiera una gran catástrofe como aquella que se avecinaba, y de esto ella nada sabía, si no que todo lo hacía por su instinto que como sabéis es una forma de cumplir las leyes de la naturaleza, que un día se dieron al planeta por alguien tan poderoso que todos la llaman EA, MADRE DE LA VIDA.

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