El hombre del FBI se echó a reír y dijo: —Estamos bastante seguros de que esto es solo el comienzo. Tiene que haber un montón de dinero en efectivo por aquí en alguna parte, pero no hemos encontrado nada todavía. Hay muchos lugares para esconder cosas en una casa como esta. Estamos registrando absolutamente todo.
Riley siguió a Crivaro y McCune por un tramo de escaleras hasta el segundo piso.
Ahora veía que la casa, y al parecer las demás que la rodeaban, era más grande de lo que parecía de afuera. A pesar de que era estrecha, también era profunda, con muchas habitaciones a lo largo de los pasillos. Además de las dos plantas que veía, Riley suponía que la casa también tenía un ático y un sótano.
En la parte superior de las escaleras, cuatro agentes estuvieron a punto de chocar con Crivaro cuando salieron de una de las habitaciones.
—No hay nada ahí —dijo uno de los agentes.
—¿Estás seguro? —preguntó Crivaro.
—Buscamos de arriba a abajo —dijo el otro policía.
Entonces una voz gritó desde el interior de la habitación que estaba directamente al otro lado del pasillo: —Oigan, ¡creo que encontré algo!
Riley siguió a Crivaro y McCune al otro lado del pasillo. Antes de que pudiera entrar en la habitación con ellos, Crivaro la detuvo.
—No —le dijo—. Puedes ver desde aquí en el pasillo.
Riley se quedó afuera y vio a cinco hombres registrando la habitación. El que había gritado estaba al lado de una forma rectangular en la pared.
—Parece que solía ser un montaplatos —dijo—. Estoy seguro de que encontraremos algo adentro.
—Ábrelo —dijo Crivaro.
Riley dio un paso adelante para ver lo que estaban haciendo.
Jake la miró y gritó: —Sweeney, ¿qué te dije?
Riley estaba a punto de explicar que no iba a entrar cuando Jake le ordenó a un policía: —Cierra esa maldita puerta.
La puerta se cerró de golpe en el rostro de Riley. Riley estaba en el pasillo sintiéndose sorprendida y avergonzada.
«¿Por qué está tan enojado conmigo?», se preguntó.
Mucho ruido estaba saliendo de la habitación ahora. Era como si alguien estuviera colocando una palanca para el lugar en la pared donde el montaplatos había estado. Riley quería ver lo que estaba pasando, pero obviamente no podía abrir la puerta.
Cruzó el pasillo y entró en la habitación al otro lado, el que los agentes dijeron ya habían registrado. Las sillas y los muebles estaban volcados, y una alfombra estaba arrugada como si alguien la hubiera levantado y luego tirado.
Riley se acercó a la ventana que daba a la calle.
Vio unas personas dispersas moviéndose rápidamente como si tuvieran prisa para llegar a donde iban.
«No se sienten seguros afuera», se dio cuenta.
Eso le pareció muy triste. Se preguntó cuánto tiempo llevaba este vecindario siendo un lugar tan desagradable.
También se preguntó: «¿Realmente estamos haciendo una diferencia?»
Riley trató de imaginarse cómo podría ser la vida aquí después de que establecieran la comisaría móvil. ¿Los vecinos realmente se sentirían más seguros porque había unos policías sentados en una mesa de picnic?
Riley suspiró mientras las personas afuera seguían dirigiéndose a sus destinos.
Se dio cuenta de que ella no formaba parte de esta operación. Y el agente Crivaro ciertamente no mostraba ninguna confianza en ella.
Se apartó de la ventana y se dirigió hacia la puerta. Al cruzar la alfombra arrugada, oyó un sonido extraño bajo sus pies. Se detuvo en seco y se quedó allí por un momento. Luego golpeó el talón contra el piso.
Sonaba extrañamente hueco en el lugar donde estaba parada.
Se acercó al borde de la alfombra y la jaló.
No vio nada raro, solo un piso de madera ordinario.
«Solo es mi imaginación», pensó.
Recordó lo que uno de los agentes había dicho al salir de esta habitación: —Buscamos de arriba a abajo.
Seguramente no encontraría algo que cuatro agentes del FBI habían pasado por alto.
Y, sin embargo, estaba segura de que había oído algo extraño. No lo habría oído si alguien más estuviera moviéndose por la habitación. Lo había oído porque no había nadie aquí.
Volvió a golpear el talón en el piso a unos pasos de ahí. El piso sonaba sólido. Luego se inclinó y dio unos golpecitos con los nudillos en el lugar donde había oído algo.
Efectivamente sonó hueco. No veía ninguna abertura, pero...
Veía que uno de los lados de la tabla del suelo se veía más corta.
Tenía una mancha oscura en un extremo que parecía un nudo común.
Riley apretó el nudo con su dedo.
Dio un salto a lo que la tabla se levantó un poco.
«¡Encontré algo! —pensó—. ¡Realmente encontré algo!»
Riley tiró del extremo de la tabla que se había levantado.
Toda la tabla se soltó. La colocó a un lado y vio que definitivamente había un espacio debajo del piso. Riley miró más de cerca. Vio paquetes de efectivo.
Ella gritó: —¡Agente Crivaro! ¡Encontré algo!
Mientras esperaba una respuesta, Riley vislumbró algo más al lado de esos paquetes. Era el borde de un objeto de plástico.
Riley alcanzó el objeto y lo recogió.
Era un teléfono celular, un modelo más sencillo que el que le habían entregado hace un rato. Entendió que este debía ser uno de esos celulares prepago que no podían ser rastreados.
«Un teléfono pre-pagado —pensó—. Debe ser muy útil para un negocio de drogas.»
De repente oyó una voz gritar desde la puerta: —¡Sweeney! ¿Qué diablos estás haciendo?
Riley se volvió y vio al agente Crivaro, su cara roja de la rabia. El agente McCune entró justo detrás de él.
Levantó el teléfono celular y dijo: —Encontré algo, agente Crivaro.
—Ya veo —dijo Crivaro—. Y tus huellas están por todas partes. Dámelo.
Riley le entregó el teléfono celular a Crivaro, quien lo tomó con cuidado con los dedos pulgar e índice y lo metió en una bolsa de pruebas. Vio que tanto él como el agente McCune llevaban guantes.
Riley sintió que su cara se ruborizaba de la vergüenza.
«Metí la pata», pensó.
McCune se arrodilló para mirar dentro del espacio bajo el suelo y dijo: —¡Agente Crivaro! ¡Mira esto!
Crivaro se arrodilló al lado de McCune, quien dijo: —Es el dinero que hemos estado buscando por toda la casa.
—Así es —dijo Crivaro.
Volviéndose hacia Riley de nuevo, Crivaro espetó: —¿Tocaste este dinero?
Riley negó con la cabeza.
—¿Estás segura? —dijo Crivaro.
—Estoy segura —dijo Riley con timidez.
—¿Cómo lo encontraste? —dijo Crivaro, señalando el espacio.
Riley se encogió de hombros y dijo: —Estaba caminando por aquí y oí un sonido hueco bajo el suelo, así que levanté la alfombra y…
Crivaro interrumpió: —Y jalaste la tabla.
—Bueno, no jalé nada. Se levantó sola cuando toqué un determinado lugar.
Crivaro gruñó: —La tocaste. Y el teléfono también. No puedo creerlo. Ahora todo tiene tus huellas.
Riley tartamudeó: —Lo… siento, señor.
—Te sacaré de aquí antes de que sigas estropeando las cosas —dijo Crivaro antes de levantarse del piso y sacudirse las manos—. McCune, que el equipo de búsqueda siga registrando todo. Cuando terminen las habitaciones de esta planta, que registren el ático. No creo que encontremos nada más, pero tenemos que ser exhaustivos.
—Eso haré, señor —dijo McCune.
Crivaro acompañó a Riley al auto. Mientras conducía, Riley le preguntó: —¿Vamos a la sede?
—Hoy no —dijo Crivaro—. Tal vez nunca. ¿Dónde vives? Te llevaré a casa.
Riley le dio su dirección con voz entrecortada de la emoción.
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