—Irá bien —dijo Kevin.
Chloe le dedicó otro de sus encogimientos de hombros.
—Tú eres el niño de la tele, ¿no? Cuando dijiste que te llamabas Kevin, no lo pillé, pero creo que te reconozco. ¿Por eso estás aquí? ¿Te guardaron en un lugar seguro porque eres el chico que conoce a los extraterrestres?
Kevin negó con la cabeza y se dirigió hacia ella.
—Ellos no me metieron aquí. La Dra. Levin me dio una llave que encajaba con los búnkeres que tienen y me habló de uno que está debajo del centro de investigación de la NASA, pero eso salió mal. Luna y yo tuvimos que encontrar este lugar solos.
Chloe asintió.
—Luna… ¿es tu novia?
La gente siempre lo daba por sentado. Kevin no entendía el porqué. A él le parecía evidente que Luna nunca sería su novia.
—Es mi amiga —dijo Kevin—. No somos… quiero decir…
Resultaba extraño que hablar de los extraterrestres fuera más fácil que hablar de qué eran exactamente Luna y él.
—Extraño —dijo Chloe—. Quiero decir, pareces majo. Yo desde luego no te dejaría solo como a un amigo. Me pregunto…
Kevin no consiguió descubrir lo que se preguntaba, pues vino una tos penetrante desde la puerta. Casi tan penetrante como la mirada que les lanzó Luna cuando Kevin se giró.
—Quería ver por qué estabais tardando tanto —dijo, y no parecía contenta. Parecía… casi celosa, y eso no tenía sentido, pues allí no estaba pasando nada y, en cualquier caso, Kevin y Luna no eran así. ¿O sí?
—Hola, Luna —dijo Kevin—. Chloe me estaba hablando de ella.
—Ya me lo imagino —dijo Luna—. Tal vez también podría contarme algo a mí. Y quizás, mientras tanto, podemos pensar en qué vamos a hacer todos a continuación.
***
Fueron hacia la zona de la cocina, pues ninguno de ellos había desayunado todavía. Kevin fue a buscar provisiones del almacén, sin estar del todo seguro de si debía dejar solas a Luna y a Chloe ahora mismo.
Kevin escogió un paquete en el que ponía que eran tortitas de arándanos y se lo llevó a ellas. Estaban calladas, lo que en sí mismo ya era algo preocupante –Luna no estaba callada casi nunca.
—Encontré tortitas de arándanos —dijo.
—Eso es fantástico —dijo Luna—. Me encantan las tortitas de arándanos.
—A mí también me gustan —dijo Chloe, aunque Kevin tenía la sensación de que solo lo decía porque Luna lo había dicho.
—Bueno, no sé si estarán muy buenas —dijo Kevin.
La respuesta a eso era sencilla: tenían el gusto de algo que había estado en un paquete dentro de un almacén más tiempo de lo que debería haber estado. Aun así, tenía el hambre suficiente como para comérselo todo.
—¿Cómo supiste de este lugar? —le preguntó Kevin a Chloe mientras comían.
—Mi padre… en su trabajo él… oía cosas —dijo, pero no se extendió más que eso. Kevin sospechaba que si hubiera preguntado Luna en lugar de él, ni tan solo hubiera dicho eso.
—¿Así que viniste andando hasta aquí y apaleaste la puerta hasta que alguien te dejó entrar? —dijo Luna. A Kevin le pareció que no se lo creía mucho.
—Tenía que ir a algún sitio —dijo Chloe.
—Me pregunto si hay otros lugares como este donde la gente haya conseguido esconderse —dijo Kevin antes de que eso se convirtiera en una discusión. Quería que se llevaran bien, si iban a estar allí atrapados.
—Si los hay, no podemos contactar con ellos —dijo Luna—… Todavía no viene ninguna señal de las pantallas y todos esos aparatos de comunicación son inútiles si no sabemos con quién nos estamos poniendo en contacto.
—Quizás no los encendéis correctamente —dijo Chloe.
Luna le echó una mirada intencionada.
—De todos modos, podemos quedarnos aquí todo el tiempo que necesitemos —dijo Luna—. Aquí estamos a salvo. Ayer hablamos de esto, Kevin.
Lo habían hecho, y entonces había sido un pensamiento reconfortante, pero ¿lo era? ¿Iban a quedarse los tres allí para el resto de sus vidas?
—Puede que yo conozca un lugar —dijo Chloe entre bocados de tortita.
—Resulta que conoces un lugar —dijo Luna—. ¿Del mismo modo que habías oído hablar de aquí?
A Kevin eso le sonó sospechoso. Quería darle a Chloe el beneficio de la duda, pero parecía que Luna confiaba mucho menos en ella.
Chloe dejó el tenedor.
—Oí hablar de esto a algunas personas que conocí cuando venía de camino. Supuse que esto estaba más cerca y era más seguro. Pero si no hay nadie aquí…
—Nosotros estamos aquí —dijo Luna—. Aquí estamos a salvo.
—¿Seguro? —exigió Chloe, mirando hacia Kevin como para que lo confirmara—. Se supone que hay un grupo hacia LA. que esta ayudando a los refugiados a agruparse y a estar a salvo. Se llaman a sí mismos los Supervivientes.
—¿Así que quieres que vayamos todos a LA y busquemos a esa gente? —preguntó Luna.
—¿Y cuál es tu plan? ¿Quedarte aquí sentada y esperar a que las cosas mejoren?
Kevin miraba de la una a la otra, intentando pensar en la mejor manera de mantener todo esto en calma.
—Tenemos la comida suficiente como para durar para siempre y tal vez consigamos que la radio funcione pronto. No podemos simplemente salir allí donde podría haber cualquier cosa.
Chloe dijo que no con la cabeza.
—Las cosas no mejoran. Confiad en mí.
—¿Qué confiemos en ti? —dijo Luna—. Ni tan solo te conocemos. Nos quedaremos aquí.
Kevin conocía ese tono. Significaba que Luna no iba a bajar del burro.
—Escuchad a la pequeña animadora perfecta, piensa que ella es la que manda —replicó Chloe.
—Tú no sabes nada de mí —insistió Luna con un tono de voz peligroso.
Kevin apenas podía entender por qué estaban discutiendo. Había intentado no meterse, pero ahora parecía que podría tener que hacerlo.
Se levantó para decir algo, pero se detuvo, pues un dolor salió disparado hacia su cabeza, junto con algo más, una sensación que hacía días que no tenía.
—Kevin? —dijo Luna—. ¿Estás bien?
Kevin negó con la cabeza.
—Creo… creo que viene otra señal.
Unos números destellaron en la mente de Kevin, irrumpiendo en ella en una rápida secuencia, que casi parecía que se le grababa en el cerebro. Parecían demasiado rápidos para pillarlos, pero Kevin sabía que tenía que intentarlo. Fue a por ellos…
Kevin despertó y miró parpadeando a la litera de arriba de la cama que había escogido desde el suelo. Le dolía la cabeza como si se la hubieran golpeado, pero no era eso. Solo era el dolor que venía de que su cuerpo intentaba procesar una señal alienígena que no podía manejar e intentó entenderla en vano. Se llevó una mano a la nariz y, al apartarla, estaba manchada por un fino chorro de sangre.
—Toma —dijo Luna, pasándole un trapo.
—Gracias —respondió Kevin.
Chloe lo observaba desde el otro lado de la litera, como si esta fuera una barrera entre Luna y ella.
—¿Estás bien? —preguntó—. ¿Qué pasó?
—Ya te dije lo que pasó —dijo Luna. Kevin notó su enfado.
Chloe negó con la cabeza.
—Quiero oírlo de él.
Kevin tragó saliva.
—Creo… creo que hay una transmisión.
—Ya te lo dije —dijo Luna, con cierta satisfacción y, de nuevo, miró a Kevin—. Espera, ¿de verdad crees que hay una?
Kevin comprendía su duda. Antes, todas las transmisiones habían sido muy claras.
—No habían palabras —dijo Kevin—. Todo eran números.
—Como la primera vez —dijo Luna.
Kevin asintió y se esforzó por incorporarse. Cuando parpadeaba, podía ver claramente los números, quemando detrás de sus párpados, allí estaban quisiera verlos o no.
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