Encontrarse con el Señor de la Palabra
Cuando el pueblo se reunió en Jerusalén y se leyeron las Escrituras (Neh 8.1-2), no solamente escucharon las palabras de la ley, sino que se encontraron con Dios que les hablaba. El dramático encuentro en el camino a Emaús, que vimos en la introducción, comunica el mismo punto. Luego de haber conocido a Cristo mediante las páginas del Antiguo Testamento, los discípulos declararon: «¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24.32). Aunque parezca asombroso, la misma experiencia es posible hoy, cuando la Palabra de Dios se comparte fielmente en nuestras congregaciones. De hecho, ¿no debería ser esa nuestra oración y expectativa? ¿No deberíamos anhelar tener corazones ardientes mientras nos encontramos con el Dios vivo?
Encuestas recientes entre congregaciones en mi país muestran que la gran mayoría de los creyentes vienen a la iglesia con grandes expectativas, anhelando escuchar la Palabra del Señor y encontrarse con el Señor de la Palabra. Pero a menudo, sabemos que esta esperanza no se hace realidad. Greg Haslam cuenta la historia de un amerindio que visitó una gran iglesia estadounidense para escuchar a un pastor. «El pastor predicó por unos cuarenta minutos a una congregación de cinco o seis mil personas, mientras el piel roja 12permanecía inexpresivo, con sus brazos cruzados, escuchando con mucha atención. Después, su anfitrión le preguntó: “Bueno, ¿qué te pareció?” El indio se detuvo por un momento antes de decir: “Gran viento. Fuerte trueno. No hay fuego”». Greg Haslam usa la anécdota en torno a su preocupación por el estado espiritual de nuestras iglesias y la urgente necesidad de encontrarse con Dios mediante el poder de la Palabra y el Espíritu. 13
Predicar la Palabra ciertamente opera en un nivel horizontal, del predicador a la congregación, con el propósito de lograr la mutua edificación. Pero aprenderemos de Nehemías 8 que el propósito de compartir la Palabra es encontrarse con el Dios viviente. En Jerusalén aquel día, los congregados elevaron sus manos en señal de adoración e inclinaron el rostro confesándose. Todos los ministerios de la Palabra, incluyendo la predicación, deberían hacer nacer en nosotros un entendimiento más profundo y una experiencia de Dios por medio de Cristo. La predicación debería ser el evento en el que Dios se acerca a nosotros, está presente y nos habla. Tal como aquel día extraordinario en Jerusalén, cuando compartimos la Biblia en nuestras iglesias y escuchamos la Palabra proclamada, realmente podemos encontrarnos con el Dios vivo.
Para la reflexión personal y estudio en grupo
Los primeros dirigentes cristianos sabían que incluso el ministerio cristiano legítimo puede distraer a uno del ministerio de la Palabra y la oración (Hch 6.1-4).
* ¿Cuáles son las cosas que pueden desplazar a la Biblia de su lugar central dentro de tu vida e iglesia?
* ¿Cómo podemos asegurarnos que la Biblia ocupe un lugar central en la vida de la iglesia?
* ¿Cómo podemos ayudar a las congregaciones a que entiendan la historia completa de la Biblia?
* ¿Cómo puede el tomar conciencia de la autoridad de las Escrituras cambiar nuestra actitud ante la tarea de la predicación?
3. Edmund P. Clowney, Preaching and Biblical Theology (Grand Rapids: Eerdmans, 1961), 54–59.
4. David Day, A Preaching Workbook (Londres: SPCK, 1998), 18.
5. Ibid. 21.
6. J. I. Packer, God Has Spoken (Londres: Hodder & Stoughton, 1979), 10.
7. J. R. W. Stott, ‘The Paradoxes of Preaching’, en Preach the Word! The Call and Challenge of Preaching Today, ed. Greg Haslam (Lancaster: Sovereign World, 2006), 43-44.
8. J. R. W. Stott, I Believe in Preaching (Londres: Hodder & Stoughton, 1982), 126.
9. Juan Calvino citado en Philip Ryken, Preach the Word (Wheaton: Crossway, 2007), 202.
10. Haddon Robinson, ‘The Relevance of Expository Preaching’, en Preaching to a Shifting Culture, ed. Scott M. Gibson (Grand Rapids: Baker Books, 2004), 80.
119. Christopher Ash, The Priority of Preaching (Fearn, Escocia: Christian Focus, 2009), 107-122.
12. N. del E.: En contraste con el término «piel roja» (que es despectivo), en español ya existe el término «amerindio» para las poblaciones originarias del continente americano, aunque en años recientes se ha empezado a usar el ambiguo término inglés Native American (nativo americano).
13. Greg Haslam, ed., Preach the Word! The Call and Challenge of Preaching Today (Lancaster: Sovereign World, 2006), 250.
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