1 ...8 9 10 12 13 14 ...19 «La violencia es la excusa del ignorante».
Eso lo había leído en True Colors. Pero Sky también había dicho que a veces estaba bien ser un poco ignorante. No era un buen ejemplo, pero el enojo me impulsaba a hacer tonterías.
—¡Tú! —murmuré al encontrar mi objetivo, Theo sonrió, pero su sonrisa se borró al verme enojada.
Oí un «oh, oh» de lejos, y salió corriendo.
—¡Cobarde! ¡¡Ven acá o me desgracio!! —le grité corriendo tras él.
—¡Ayuda! ¡Socorro! —se burlaba avanzando por delante de mí con gran ventaja.
—¡Espera que te atrape y vas a ver lo divertido que será, Collins! —le grité corriendo más rápido, entonces logré tomar ventaja y me lancé cayendo sobre su espalda, él cayó al suelo. Lamentablemente era césped y no le había dolido tanto como una caída en el asfalto. Rodó y terminé sentada sobre su estomago con las rodillas rodeándolo.
—¡Tú hiciste eso! ¡Es tu culpa! —le gritaba removiendo sus hombros sobre el jardín, separaba las palabras por cada golpe, pero él se estaba riendo. Mis golpes le daban risa. Salté sobre su estomago y pegó un grito de dolor mientras se carcajeaba.
Le di un par de cachetadas y luego sentí como un par de brazos me cargaban y me alejaban de mi objetivo.
—¡Déjame que no le he dicho un par de cosas aún! —grité salida de la tranquilidad que me caracterizaba.
—¡Se acabó, Ginger! —me gritó Jake apoyando mi estomago en su hombro derecho.
Theo estaba en el piso rodando mientras se reía. ¡El muy bobo! Quería volver y mostrarle los colores de la vida con un par de buenos puños en su cara; pero mis golpes le darían risa.
Entonces fui cargada por mi mejor amigo fuera del campo viendo como ayudaban a Theo a levantarse. Estaba intacto, solo estaba sucio y sudado. ¡No parecía haber sido golpeado!
—No puedo creer esa clase de comportamiento, Ginger. —me regañó Jake, me bajó al piso y logró que cruce los brazos.
—Eso que no me dejaste terminar. —Me sequé el sudor con el brazo y le quité la mochila.
—Ginger...
—¡Ya, ya oí! —Alcé los brazos en forma de paz—. Tal vez no estuvo bien, pero estoy harta.
—Eres increíble. —Mi mejor amigo cambió su rostro y empezó a reírse—. ¿Se puede saber qué originó todo? —Rodeó mi hombro y me calmé un poco para tratar de explicarlo.
—Jake, Theo me besó en la mejilla en clase y sin contexto alguno, le mostró su puño a Derek. ¡Lo hizo a propósito porque sabe que todos en esta escuela son unos chismosos de primera! —Inhalé un poco y solté el aire cansada—. Solo para que el rumor corra… ¡Y lo logró!
Ya me las pagaría. Eso no iba a terminar ahí, Theo Collins.
—CAPÍTULO 7—
Estás castigada
Punto de vista de Theo
—¿Estás bien, amigo? —preguntó Brooks extendiéndome la mano para que me levante. Tomé aire limpiando la grama de mi espalda y asentí aún riendo.
—Todo bien, viejo. —Moví la mano con desdén y me dirigí a Brad que entraba al campo de entrenamiento.
—¿Qué le hiciste a la pelirroja? Entró como una leona buscando a su presa. Me dolió —se quejó tocando su cuello—. Tiene fuerza.
—¡Yo no hice nada! —Sonreí con inocencia mientras el chico asentía.
—Ya entendí porqué le alzaste el puño al enclenque de Derek Griffin.
—¿Yo? No entiendo de que estás hablando, Brad. —Recogí la pelota y se la lancé a uno de los bateadores. El entrenamiento estaba por empezar.
—Te conozco amigo, sé que sabías que todos lo verían y armarían el rumor de que estás saliendo con ella.
—No me conoces. —Reí negando con la cabeza.
Nadie me conocía realmente. Bradley pensaba que en un año y medio de conocerlo, podía llamarse mi mejor amigo. Y no era así.
Nadie en la escuela —a excepción de Alai— sabía de mi vida.
Y por mí, se iba a mantener así.
—¡Por favor! —pidió la rubia sentándose a mi lado.
—Ya te dije que no —respondí encendiendo el auto.
—Pero ¿te molesta su presencia?
—Alai, hicimos un trato. No vamos a invitar a nadie a casa. Si quieres pasar tiempo con Ginger, ve a la suya.
—Bien, aburrido. —Se puso el cinturón y cruzo los brazos.
—Puede enterarse de Nate y Abby. No quiero que funcione así.
—Pues te estás demorando mucho, si te gusta desde primero, ¿no deberías haber hecho algo ya?
—¿Cuándo creciste tanto? Eres mi hermanita, no se supone que debas decirme estas cosas.
—Tengo quince años, tonto. —Sonrió despeinándome.
—¿Sigo siendo tu superhéroe favorito?
—El mejor de todos. —Asintió mientras daba la vuelta a la calle.
—Bien, me siento mejor ahora. —Sonreí encendiendo el reproductor.
—Buenas tardes, pequeños Collins —saludó el portero dejándome entrar a la residencia. El hombre había estado ahí durante veinte años.
—Buenas, Nano. —Asentí y Alai saludó con la mano.
—¡Oh, es él! —dijo mi hermanita subiéndole el volumen a lo que parecía ser su cantante favorito desde... Hace mucho. —Oh, Julien Garnier, ¡¡te amo!! —suspiró echándose un poco para atrás y rodé los ojos.
—Tú y tu cantante pop con apellido de productos de cabello —me quejé bufando y aparcando el auto en casa.
Apagué el reproductor con gusto para dejar de oír a ese niño de cara bonita con suerte.
—Eres un cavernícola, hermano. ¡No sabes nada de respeto! Mi música, mis gustos, ¡míos! —Me sacó la lengua y entró a la casa mientras yo reía y cerraba la puerta del auto.
—Chillona.
Caminé hacia casa y oí gritar a Alai. Muy fuerte.
«Oh, creo que llegó» pensé.
—¡Naiiiiii! —chilló colgada del cuello de mi hermano mayor.
«Sí, ya llegó».
—¡Abrazo grupal! —grité corriendo hacia él, y botándonos al piso mientras reíamos.
—¡Los extrañé, enanos revoltosos! —Rio besando nuestras cabezas.
Nathaniel Collins aún me trataba como un bebé, genial.
—No me beses, ya soy un hombre grande —me quejé levantándome.
—¡Un hombre grande que es mi hermanito y lo besaré las veces que quiera! —me dijo indignado tomando mi cabeza y besando mi frente varias veces.
—¡Déjame! ¡Quita! —Reí empujándolo.
—¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no avisaste antes? —preguntó Alai, que para ese momento había lanzado sus tacones a quién sabe dónde y saltó descalza mientras abrazaba de nuevo a mi hermano.
—Llegué hace —hizo una pausa viendo la hora— cuarenta y siete minutos. Quería que fuera sorpresa. No encontré a mamá, así que tuve que usar la llave de emergencia.
—Me alegro de que estés aquí. —Sonreí golpeando su hombro— ¿Y Abby?
—¡Sí! ¿Dónde están Abby y mis bebés? —preguntó Alai aún abrazada a Nate.
—Están en Ecuador justo ahora. Estamos abriendo la sede del hotel allá. He venido un par de días porque necesito hacer unos trámites. Y a visitarlos, obviamente.
—¿Te quedas a dormir acá o en tu casa?
—Aquí, sin Abby me siento solo. —Sacó el labio inferior y me reí.
—Qué cursi eres hermano.
—¿Cursi yo? A ver, cuéntame ¿cómo es eso de que casi besas a Ginger? —Alzó las cejas y yo giré a ver a Alai que fingía estar silbando y miraba a otro lado.
—¿Alguien quiere pizza? —preguntó mi hermana corriendo a la cocina— ¡Bueno, yo la pido!
—Es una larga historia.
—Bien, tenemos tiempo. Estaré aquí cuatro días. —Se sentó en el sofá y golpeó a su lado para que me siente.
Bufé y caminé hacia allá.
Alai, ¡pequeña cotilla! Me las iba a pagar.
Punto de vista de Ginger
¡Colegio de pacotilla!
Tenía un montón de cosas por estudiar, sin contar todas las tareas que me habían dejado.
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