Ignacio de Antioquía, San, obispo y mártir. Segundo sucesor de san Pedro en Antioquía, la tradición le atribuye el martirio en Roma en 107 y siete cartas que son la expresión de una personalidad fuerte y carismática.
Ignacio de Loyola, San, presbítero. Vasco herido en Pamplona en 1521, experimentó una conversión decisiva. En Manresa escribió el libro de los Ejercicios Espirituales, habiendo velado las armas ante la Virgen de Montserrat. Regresó de una peregrinación a Tierra Santa, realizó estudios eclesiásticos y fundó la Compañía de Jesús en París.
Imitación de Cristo. Libro clásico de espiritualidad en forma de breves consejos según la escuela de la Devotio moderna y publicado anónimamente durante el primer cuarto del siglo XV. Tomás de Kempis es considerado el autor más probable. Es uno de los libros cristianos más influyentes después de la Biblia y con más lectores.
Ireneo, San, obispo y mártir. Discípulo de san Policarpo, perteneció a la colonia griega establecida en la Galia. Presbítero y luego obispo de Lyon luchó contra los gnósticos. Es uno de los principales teólogos del siglo II, defensor de la predicación evangélica confirmada por la sucesión apostólica.
Isaac de Stella, abad. Monje cisterciense probablemente en Pontigny. En 1147 se convirtió en abad en el pequeño monasterio de Stella, cerca de Poitiers. En un momento de su vida, quizás en 1167, fue exiliado a un remoto monasterio en la isla de Ré, probablemente debido a su apoyo al arzobispo Thomas Becket. Más tarde regresó a Stella. Se sabe que vivió allí hasta los años 1170.
Juan Bosco, San, presbítero. Dedicó su vida a la juventud de la ciudad de Turín, donde creó un hospicio para estudiantes y trabajadores. En 1864 instituyó la congregación salesiana, que en su vida llegó a doscientas cuarenta casas, donde los jóvenes recibían educación cristiana y formación profesional. Para las niñas fundó, con Santa María Mazzarello, el Instituto de María Auxiliadora. Murió en 1888.
Juan Crisóstomo, San, obispo y doctor. Con buena formación helenística, ya adulto recibió el bautismo y formó parte del clero de Antioquía, su ciudad natal, excepto en algunos períodos de vida monástica. Una vez sacerdote, fue el brazo derecho del obispo Flaviano de Antioquía. En ese momento sobresalió como predicador, una cualidad que le valió la elección de patriarca de Constantinopla. Talento práctico y organizativo, supo estar por encima de las intrigas de la ciudad imperial. La claridad de sus homilías le valió dos exilios. Murió en el año 407.
Juan de la Cruz, San, presbítero y doctor. Santa Teresa de Jesús lo ganó para la reforma de Carmelitas, en la que sobresalió como maestro espiritual. Ascético y serio, no siempre lo entendieron. Sus escritos tuvieron un peso decisivo en la espiritualidad moderna. Se durmió en el Señor en Úbeda, en el año 1591.
Justino, San, mártir. Nacido en Samaria y decepcionado por el estoicismo y otras filosofías, se convirtió al cristianismo. Escribió al menos ocho obras, de las cuales solo se conservan dos Apologías y un diálogo con el judío Trifón. Se distinguió por el deseo de buscar y admirar la verdad, dondequiera que estuviera. Murió decapitado a causa de la fe, en Roma, alrededor del año 163.
León Magno, San, papa y doctor. Papa durante veintiún años, destaca por la destreza política, las cualidades de orador, las relaciones con Oriente y el buen desempeño de su misión. Detuvo a los vándalos, pero no fue tan afortunado en los contactos con los hunos. Murió en el año 461.
Melitón de Sardes, San, obispo. En el siglo II sirvió al ministerio episcopal en esa ciudad cerca de Esmirna y fue un escritor prolífico aunque sus obras nos han llegado fragmentariamente.
Orígenes, presbítero. Discípulo de Clemente de Alejandría, se dedicó a la enseñanza y como catequista inició a algunos paganos que querían aprender sobre el cristianismo. Escribió cuatro libros sobre los principios racionales y un tratado contra el hereje Celso. Sus comentarios bíblicos son especialmente apreciados. Murió en Tiro probablemente a principios de 254, tal vez como consecuencia de los malos tratos sufridos.
Pablo VI, San, papa. Giovanni Battista Montini (1897-1978) ejerció el ministerio sacerdotal al servicio de la Santa Sede hasta que fue nombrado arzobispo de Milán. Elegido papa en 1963, llevó a cabo el Concilio Vaticano II y su aplicación a través de la creación de instituciones posconciliares y una enseñanza en la que se mostró como creyente y maestro de fe.
Pablo Miki y compañeros mártires. Los veintiséis primeros mártires canonizados del Lejano Oriente –seis misioneros franciscanos españoles, tres jesuitas japoneses y diecisiete laicos también japoneses– murieron crucificados en Nagasaki el 5 de febrero de 1597. Pablo Miki, jesuita, destacó por predicar en las ciudades y murió perdonando a sus verdugos y rezando por Japón.
Pedro Claver, San, presbíteros. Este jesuita de Verdú (1580-1654), juró ser él mismo «esclavo de los etíopes» y, en su apostolado en Colombia, fue tan fiel que muy apropiadamente León XIII lo proclamó patrón de las misiones entre los negros.
Pedro Crisólogo, San, obispo y doctor. Metropolitano de Rávena, entonces ciudad donde vivían los emperadores. El epíteto que tiene desde el siglo VIII proviene de la calidad y belleza de sus sermones. Murió alrededor del año 450.
Policarpo, San, obispo y mártir. Fue discípulo de los apóstoles y amigo de san Ignacio de Antioquía. Murió en el teatro de Esmirna, dando gracias al Señor «por haber sido considerado digno de participar con los mártires en el cáliz de Jesucristo». Era el 23 de febrero del año 155; había cumplido los ochenta y seis.
Sofronio, San, obispo. Destinatario del famoso libro «El prado espiritual», de Juan Mosco, rigió la iglesia de Jerusalén, que vio destruida por los sarracenos. Último heredero de la tradición monástica palestina, murió alrededor del año 640.
Teresa del Niño Jesús, Santa, virgen y doctora. Carmelita a la edad de quince años, vivió nueve años de intensa vida religiosa a través de la «infancia espiritual» y experimentando en su propia existencia la oscuridad de la fe y la claridad del amor de Dios. Penetrada de una gran responsabilidad eclesial, su espíritu misionero le hizo sentir, como nadie, solidaria para con todos. Murió en Lisieux en 1897.
Tertuliano. Vivió entre los siglos II y III, fue uno de los padres de la Iglesia cristiana, apologeta, filósofo y jurista. Es el escritor que sentó las bases para hacer del latín cristiano un nuevo lenguaje de artístico.
Tomás de Aquino, San, presbítero y doctor. Educado sucesivamente en Montecasino y Nápoles, a los dieciocho años de edad entró en la orden de los predicadores. Continuó sus estudios en París y Colonia bajo el magisterio de san Alberto Magno. Contemplativo y silencioso, todo el mundo lo apreciaba. Más intelectual que místico, enseñó filosofía y teología, temas sobre los que escribió extensamente. Murió, yendo al Concilio de Lyon, en Fossanova en el año 1274.
Tomás Moro, San, mártir. Hombre de gran cultura, murió en 1535, con unos días de diferencia con el obispo Juan Fisher, por defender la fe católica contra las pretensiones de Enrique VIII. Padre de familia, escritor y primer canciller laico del reino.
Vicente de Lerins, San, presbítero. Este monje del siglo V ha pasado a la historia de la teología por su doctrina sobre la tradición y el progreso de las formulaciones dogmáticas.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Читать дальше