Lejos, la obra más polémica y exitosa de Vodanovic fue Deja que los perros ladren, estrenada en 1959, que capturó las inquietudes del momento, porque estaba inserta dentro de la voluntad crítica volcada en una familia: el microcosmos de padres e hijos se resentía de los acontecimientos que estaban afectando a casi toda la sociedad chilena. En ella, Esteban, el jefe del Departamento de Salubridad de un Ministerio, actuó siempre conforme a sus convicciones y a lo que su conciencia le dictaba, sin ocupar jamás su puesto para beneficio personal. Pero en un momento su amigo, el Ministro, le obliga a firmar un decreto que supone la clausura inmediata de un periódico opositor. Si no lo hace, sobre Esteban pesa la amenaza de quedar cesante.
Accede entonces el protagonista a dicho cierre y a partir de allí se enreda en una trampa de negociados, arreglos y componendas, y donde el Ministro es un hábil jugador. Así, el protagonista conoce la verdadera cara que se oculta tras la fachada, los auténticos “pilares de la sociedad”, según diría Ibsen, un autor que sin duda influyó en Vodanovic. Aquí, una sociedad descompuesta ha traicionado los ideales de Derecho, Ley y Moralidad sobre los que fue fundada.
Deja que los perros ladren cimentó su celebridad, por apelar a una situación nacional que el autor miró con ojos críticos: la pérdida de los ideales de una generación intelectual que hacia 1940 conquistó el poder a través del Frente Popular. Ellos, los jóvenes de entonces, propusieron y llevaron a cabo una modernización nacional basada en el Estado de Compromiso, donde Chile logró un desarrollo económico y social gracias al apoyo estatal.
Parecida reflexión se advierte en Nos tomamos la universidad (1969), basada en un suceso chileno auténtico ocurrido en 1967, cuando un grupo de estudiantes de la Universidad Católica se apoderó de su sede central, con el objeto de presionar a las autoridades académicas para que se efectuara la tan anhelada Reforma. Aunque tales cambios efectivamente se realizaron, la mirada de Vodanovic es desencantada: cuando los estudiantes han triunfado en su movimiento, el grupo organizador se une a la mediocridad que aún sigue en poder, consigue cargos académicos y renuncia blandamente a los principios por los que ayer luchaba, traicionando a los jóvenes que en la base lucharon por los cambios.
Un personaje clave de la obra es Arnaldo, estudiante ya mayor. Con él, Vodanovic representa lo que ve como las progresivas “traiciones históricas” de los gobiernos chilenos desde 1940 en adelante. El padre de Arnaldo fue un luchador del Frente Popular, aunque el hijo sabe que solo lo hizo para conseguir un cargo en el gobierno, esperanzas que se frustraron a lo largo de los años. Incluso Arnaldo vio llegar a la Democracia Cristiana al poder en 1964, y al poco tiempo se desencantó. Él sigue peleando en una mezcla de ingenuidad y misticismo, y con métodos casi infantiles por algo que en el fondo sabe que está perdido. Se aferra casi como un adolescente a los ideales juveniles, aunque intuye que con los años serán disueltos. Le dice a uno de sus compañeros de toma: “¿Sabes lo que a todos nos espera en un par de años más? Seremos profesionales, saldremos de la universidad. ¿Para qué? Para integrarnos a la sociedad, a esa sociedad que ahora nos parece hipócrita, injusta, podrida. Y principiaremos a ganar dinero; tendremos autos, casas, hijos... ¡Y habrá que defender todo eso! Entonces, entonces recordaremos esta toma como una aventura juvenil, idealista”. Arnaldo se queda, entonces, enredado en estas luchas universitarias y no hace lo que todo el mundo, por el terror a contaminarse, por el miedo a perder esos sueños.
En este sentido, la visión del autor es que cuando se impone una tesis, cuando un movimiento gana sus propuestas, este triunfo llevará aparejada, necesariamente, la corrupción y la deslealtad al ideal que los inspiró. De ahí que en estas obras las luchas de los protagonistas sean individuales, personajes prácticamente solitarios que se marginan y cuyo mensaje queda agitándose como una acusación al colectivo que se acomodó a las formas de uso. Aquí ocurre lo mismo que en Perdón... ¡Estamos en guerra!, donde Sergio, uno de los organizadores del cabaret, es el único que tiene lucidez respecto de las verdaderas intenciones que animan a quienes representan la oficialidad. En toda esta maraña de componendas e hipocresías, solo parecen salvarse algunos personajes puros, pero que al final son siempre sacrificados.
Con los años, Sergio Vodanovic acogió nuevas modalidades de producción a las cuales la mayoría de sus compañeros de generación se resistieron: el dramaturgo como “aportador de textos” para que fueran trabajados por un colectivo (Nos tomamos la universidad y ¿Cuántos años tiene un día?, con Ictus, en 1978), aunque ya en los años 80 se vio avasallado por fórmulas teatrales lejanas a la modalidad del realismo sicológico que él había cultivado. Escribió, aunque sin estrenar, Nosotros, los de entonces (1974), El gordo y el flaco (1992) y Girasol (2000). En todas ellas se vuelven a plantear sus temas característicos, todavía de permanente actualidad.
Juan Andrés Piña
Deja que los
perros ladren
Personajes
Obra estrenada en 1959 por el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica, en el Teatro Camilo Henríquez, de acuerdo al siguiente reparto:
Esteban Uribe: Mario Montilles
Octavio: Héctor Noguera
Carmen: Silvia Piñeiro
Ministro: Justo Ugarte
Cornejo: Hugo Sepúlveda
Dirección: Pedro Mortheiru
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