TOKIO REDUX
DAVID PEACE
TOKIO REDUX
PRÓLOGO DE CARLOS ZANÓN
TRADUCCIÓN DE IGNACIO GÓMEZ CALVO
SENSIBLES A LAS LETRAS, 72
Título original: Tokio Redux
Primera edición en Hoja de Lata: mayo del 2021
© David Peace, 2020
First published by Faber & Faber, 2020
Published by arrangement with Casanovas & Lynch Literary Agency S. L.
© del prólogo: Carlos Zanón, 2021
© de la traducción: Ignacio Gómez Calvo, 2021
© de la presente edición: Hoja de Lata Editorial S. L., 2021
Hoja de Lata Editorial S. L.
Avda. Galicia, 21, 4.º E, 33212 Xixón, Asturies [España]
info@hojadelata.net/ www.hojadelata.net
Edición: Hoja de Lata Editorial S. L.
Diseño de la colección: Trabayadores culturales Glayíu
Corrección: Tania Galán Álvarez
ISBN: 978-84-16537-37-2
Producción del ePub: booqlab
Actividad subvencionada por la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular del Ayuntamiento de Gijón/Xixón en su convocatoria de subvenciones 2020.
La traducción de este libro se rige por el contrato tipo propuesto por ACE Traductores.
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Para William Miller, siempre, y con especial agradecimiento a Shunichirō Nagashima y Junzo Sawa.
PRÓLOGO. «David Peace Redux», por Carlos Zanón Más adelante, una noche de verano de 1949, Buda se me volvió a aparecer, en la celda, junto a la almohada. Me dijo: El caso Shimoyama es un caso de asesinato. Es el hijo del caso de Teigin, es el hijo de todos los casos. Quien resuelva el caso Shimoyama, resolverá el caso de Teigin; resolverá todos los casos. «Sadamichi Hirasawa», poema, extraído de Natsuame Monogatari , de Roman Kuroda, traducido por Donald Reichenbach
I. La montaña de huesos I
II. El puente de lágrimas
III. La puerta de carne
NOTA DEL AUTOR
BIBLIOGRAFÍA
AGRADECIMIENTOS
El compromiso de David Peace (Osset, West Yorkshire, 1967) con la verdad construida a base de mentiras excede el marco del óleo en el que nos la pinta, novela a novela. Brochazos y estocadas, disparos y oraciones en el óleo y por toda la pared. Como la vida —confusa e inevitable— uno no ha de querer entenderlo todo pero sí sentirlo. Es el suyo un compromiso con lo narrado, con los hechos reales en los que se suele basar y apuntalar sus obsesiones y paisajes, sus personajes y momentos históricos, pero también está el compromiso de que los arquetipos no acaben siendo clichés ni restos del mobiliario. Las víctimas siguen siendo víctimas después de ser escritas por Peace. Y el dolor y el desamparo, y el pathos, que nos parece caprichoso solo porque desconocemos los mecanismos del poder y del momento para entender su inevitabilidad. Y con sus protagonistas, tipos en medio de un mundo —el interior y el exterior— que se les desmorona. Ellos están al límite de su resistencia física, mental y emocional y, alrededor, todo viniéndose abajo en escenarios siempre derrotados, ciudades o comunidades. Y, por supuesto, también el compromiso con lo literario desde el momento en que el cómo, la música, la arquitectura, la atmósfera está al servicio de hacer de la lectura una experiencia que incluya entretenerte e incomodarte, exigirte y recompensarte. David Peace no es un jugador fácil porque hay algo sagrado en cómo plantea su escritura. No es necesidad de trascendencia sino de respeto. Por los seres humanos que dieron pie a los personajes, por el pasado incrustado en el presente, por los vivos y los muertos, por el escritor, por todos los escritores, por el libro como instrumento de saqueo y reposo emocional, y, sí, también, por nosotros, sus lectores.
Su mundo es personal, obsesivo, cinematográfico, radical muchas de las veces. Sabes qué te quiere decir aunque no entiendas lo que te dice. Lo sientes, lo presientes, lo supones y lo evocas. Es poético en el sentido de aproximativo, de levantar el velo, ver la verdad y era sencilla, pero cuando cae otra vez el velo eres incapaz de explicar en qué consistía esa verdad. Es pictórico, una paleta de colores, los contornos difusos de Bacon, la sensación de la elección cromática del artista. Es musical. David Peace, los buenos momentos de David Peace son como cuando escuchas una canción y no conoces el lenguaje en el que quien te canta te escupe o susurra el tema. No sabes qué te dice pero sí que para el cantante es importante cantarla y que le prestes atención. La intención, la necesidad. No hay función de piloto automático. Hay indolencia a veces en sus páginas —como la vida cotidiana— imperfectas, llenas de cosas, desordenadas, sin sentido, reiterativas como el propio no género que es la novela. Es inmenso su mundo novelesco. No podemos entender el universo del mismo modo que no podemos entender todos los mundos que se esconden en una buena novela. Y más música en David Peace. Ritmos, secuencias, estribillos, patina el autor sus cuchillas sobre un pentagrama que escucha en su cabeza, que hace que retumbe en la nuestra y nuestro pecho. Debe ser así. T. S. Eliot decía que a medida que la poesía se aleja de la música se está alejando de la poesía. Los trozos novelescos menos logrados en la escritura o en nuestra lectura de la obra literaria son aquellos en los que se pierde el compás.
David Peace lo sabe.
El libro que tienes en manos, Tokio Redux, es el esperado cierre de su Trilogía de Tokio. Antes estuvieron Tokio, año cero (2007) y Ciudad ocupada (2009). Entre la segunda entrega de esta trilogía, Peace publicó dos libros.
Red or Dead (2013) fue su segunda incursión tras Maldito United (2006) en el mundo del fútbol. Si en este narraba los 44 días de Brian Clough como entrenador del Leeds United, en Red or Dead lo hace con el mánager general del Liverpool FC, Bill Shankly, desde 1959 hasta su dimisión, inesperada, en 1974. En el 2018 publica Paciente X. El caso clínico de Rynosuke Akutagawa, un interesante ejercicio entre el homenaje y la recreación artística de la obra del suicida escritor como un héroe marcado por un destino que ya se anunciaba en lo que escribía.
Tokio Redux es el Kurosawa de El infierno del odio (1963) y más si apuramos la jugada y atinamos a ver Rashomon (1950) en el segundo libro de la trilogía. Diferentes enfoques de los mismos hechos a la luz de las velas encendidas por un médium y mantenidas vivas por el relato de los muertos. Más cine. Tokio Redux es el Lynch de Una historia sencilla (1999) en medio de Carretera perdida (1997) y Mullholland Drive (2001). David Peace ha abierto su armario y ha elegido el traje Cary Grant para explicarnos la desaparición y muerte de Sadanori Shimoyama, el presidente de la Empresa Nacional de Ferrocarriles de Japón, y su investigación en busca de los culpables. Estamos en 1949. Más concretamente el 5 de julio. Y seguimos al detective de policía Harry Sweeney en su odisea en busca de un desaparecido primero y un asesino o asesinos después. Harry Sweeney milita con más desgana que patriotismo en el bando de los ganadores de una guerra, deambula entre escombros, muerte y heridas que exudan pus y rencor, miedo y derrota.
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