En estas páginas queda en evidencia la relación que existe entre esta iconografía amazónica y su amplia dispersión relacionada con motivos del arte rupestre en otros sitios fuera de la frontera nacional. Gracias a aquella, al carácter preferencial de Chiribiquete como santuario de representaciones extraordinariamente figurativas, y a los usos codificados en sus versiones más abstractas, hemos podido avanzar en algunas interpretaciones que plantean preguntas e hipótesis, validadas por su simbolismo y su uso.
Se observa que la definición de tipologías y estilos de la iconografía nacional no necesariamente va en función de oleadas de diversos conceptos, ni siquiera en función de marcadas diferencias cronológicas o espaciales, sino que hay mucha más correlatividad en estas expresiones iconográficas de lo que hoy entendemos. Es en el uso ritual y en el efecto ceremonial en donde se marca quizás una mayor distintividad.
Muchos de los elementos iconográficos de Chiribiquete se pueden asociar con arqueotipos que, seguramente, provienen de un núcleo referencial inicial, por fuera del continente. Hay razones para pensar que dentro de lo que denominamos aquí Tradición Cultural Chiribiquete (TCC), están presentes muchos aspectos que han escalado conceptualmente con las debidas reinterpretaciones dentro de las estructuras de pensamiento sobre la prehistoria que llegaron y se reelaboraron, como el caso del Axis Mundi y la canoa cósmica. De lo que no cabe duda es que en esta serranía se observa la mayor expresión y desarrollo iconográfico respecto de otras tradiciones de la iconografía rupestre y que, no dudamos, sirvió de núcleo de dispersión de elementos propios en la América neotropical.
Los atributos más generales de la representación rupestre de Chiribiquete pueden ser considerados dentro del paleoarte que llega a finales del período del Pleistoceno y comienzos del Arcaico, y se consolidan en este lugar, aprovechando un contexto asociado a la diversidad amazónico-tepuyana, que lo hace muy particular y distintivo en el marco del Neotrópico.
Se observa en este sitio un modelo cazador-recolector-guerrero que se identifica con la tradición cultural del propulsor/dardos/madera como arma y símbolo de poder. Las representaciones pictóricas de índole monumental (por densidades, superposiciones, tamaño de murales y pictogramas con rasgos diferenciales y estratificados) fueron realizadas con un carácter netamente ritual, aprovechando esta serranía tepuyana y su localización geográfica y cósmica, como geoglifo sagrado asociado a mitos de origen solar-felino-canoa cósmica-boa cósmica, entre otros.
El área arqueológica, especialmente asociada a representaciones pictóricas –aunque no se descarta existencia de petrograbados en las riberas rocosas de los principales raudales y rondas hídricas de esta misma tradición como ocurre con los de raudal I y II del río Güejar-Guayabero1– es un gran conjunto de elementos y composiciones (complejas) que muestran un continuum espacial y temporal, dentro y fuera de Chiribiquete. Este permite entender la integración y correlación estilística en función de los requerimientos litúrgicos de codificación, más que de verdaderos horizontes arqueológicos con definiciones cronológicas precisas, tanto dentro como fuera de Colombia.
Observamos en esta y en otras serranías y cuencas más alejadas, espacios iconográficos que expresan una gran información documental sobre el contexto cultural y ecológico de identidad. No pertenecen necesariamente a una etnia o familia lingüística particular. Más bien lo hacen a un agregado de elementos sagrados –muchos de ellos codificados– que se van transfiriendo y esparciendo en ámbitos cronológicos y espaciales (horizontes) con algún nivel de selectividad de las características del tipo de formaciones rocosas, su localización y la escogencia de superficies, prefiriendo casi siempre agregados rocosos de cuarcitas y areniscas duras que dan un acabado muy similar a lo encontrado en Chiribiquete. Sin embargo, en sitios por fuera de Chiribiquete se pueden localizar conjuntos rocosos dispersos, como el caso de pequeños afloramientos, y no necesariamente murales densos y atiborrados de iconografía.
La serranía de Chiribiquete, como formación tepuyana, sorprende al observador. Aparentemente, estas geoformas fueron divisadas a distancia por Felipe von Hutten en 1542, cuando en medio de una batalla, posiblemente con los carijona, guardianes de la serranía, casi pierden la vida él y sus soldados. Iban en búsqueda de El Dorado a una supuesta “Casa del Sol”. Fotografía: César David Martínez.
Finalmente, este libro está elaborado con un nutrido conjunto de imágenes (fotos, mapas y dibujos) que esperamos mejoren la comprensión de los textos explicativos sobre este patrimonio de la humanidad. Los dibujos –que son referenciales de detalles– ayudarán al lector a observar lo que, a veces, resulta difícil de ver en las fotografías, debido al nivel de detalle. El libro ha sido pensado para que sirva de instrumento de divulgación y socialización de valores extraordinarios. Con esto, esperamos que se pueda engranar una estrategia de educación que permita mejorar la apropiación de todos los colombianos y del mundo en general, para lograr con ellos su defensa y su conservación en el corto, mediano y largo plazo. El papel más importante que tenemos todos es comprometernos y asegurar que este sitio sagrado pueda seguir existiendo, como en los últimos siglos, a pesar de la adversidad o la falta de comprensión de lo que es en realidad este ícono sagrado para el chamanismo ancestral y felino.
Durante muchos años, hemos tratado de mantener contenida la información de las investigaciones, en medio de un pacto explícito con el nutrido grupo de investigadores de diferentes centros académicos y de organizaciones e instituciones que nos han acompañado en las diferentes expediciones realizadas hasta la fecha. Cada una de ellas nos ha aportado más y más elementos para comprender que este sitio debe ser tratado con una consideración especial y privilegiada para evitar prácticamente cualquier tipo de visitas y uso diferente al que permita su máxima preservación y protección. Pensamos, desde el inicio de nuestras experiencias investigativas en este lugar, que mantener con sigilo la magnificencia de los hechos y los sitios desde los cuales se puede apreciar fácilmente un sentido de nuestra nacionalidad y, quizá, la propia conceptualización de un “Sitio chamánico de origen”, ayudaría a retardar el devastador deseo de nacionales y extranjeros por “ir a conocer”, masificando con ello un lugar que, durante siglos, ha estado reservado para la contemplación chamánica y el resguardo del pensamiento filosófico, donde tienen asiento y raíces las rocas sagradas de los seres ancestrales.
Como se dará a conocer en este libro, Chiribiquete –la Gran Maloka Cósmica del padre Sol y su hijo, el Jaguar– es un lugar en donde quedó consignado durante el tiempo, el pensamiento profundo que puede explicar y comprender mejor el concepto de ancestralidad prehispánica. La Boa/Anaconda Ancestral es un elemento estructurante de la canoa cósmica que advierte temas trascendentes, especialmente para la Amazonia cosmogónica.
Chiribiquete es una pieza clave de cientos de folios de historia no contada de nuestro país y de muchas otras regiones de este continente, en donde quiera que el pensamiento jaguar esté presente. O en donde él, como protagonista y fuente de poder y conocimiento, se diluye en múltiples formas para posibilitar la labor encomendada de intermediación cósmica del Sol, la luz, la fertilidad seminal y la transmisión del pensamiento ancestral.
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