DE LA ESPERANZA A LA PENUMBRA
Cigarrón, su último vuelo en Amazonas
© Balmore Ordóñez Herrera
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Iª edición
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ISBN: 978-84-18730-95-5
BALMORE ORDÓÑEZ HERRERA
DE LA ESPERANZA
A LA PENUMBRA
Cigarrón, su último vuelo en Amazonas
Dedicado a la memoria de mi hermano Rómulo(capitán Cigarrón) y a toda la familia Ordóñez.
Capitán Rómulo Ordoñez, Cigarrón (1951-1981)
Se conoce como la tragedia del Amazonas el caso del accidente aéreo ocurrido el 1 de septiembre de 1981, lo que hasta ahora marca la historia de la aviación venezolana. Se dio por fallecidos oficialmente a tres pasajeros más el piloto. Pero el caso dio un cambio brusco e inesperado. Tras haber dado cristiana sepultura a todos ellos y en plenos rezos por su eterno descanso, se produjo una noticia estremecedora: uno de los pasajeros involucrados, la joven Raiza Ruiz, apareció repentinamente tras haber estado siete días inmersa en la intrincada e inhóspita selva amazónica, expresando en su propio desespero sus primeras palabras: «Busquen a mis compañeros». El confuso escenario sorprendió al país por entero, generando una enorme confusión entre los familiares y amigos. Renació la esperanza de que el resto estuviese a salvo, pero a su vez provocó una inmensa curiosidad por saber lo que contenían los sarcófagos que se habían enterrado.
Hasta este momento, esta atípica historia había sido relatada por la única persona que sobrevivió en ese accidente tan renombrado tras casi cuarenta años de lo acaecido, pero se desconoce la pesarosa experiencia vivida por parte de la familia de Rómulo Ordóñez, mejor conocido como el capitán Cigarrón. Fue el piloto que estaba al mando de la aeronave de esa tragedia y el cuarto de mis hermanos. En este libro quiero narrar la otra parte de la historia que no se conoce, la que ha permanecido oculta: el sufrimiento que conlleva sepultar a un ser querido, acto seguido celebrar la noticia por haber sobrevivido al accidente y en un tiempo transitorio volverlo a inhumar. Una historia saturada de sacrificios, de tensa calma, de tristezas, de una efímera alegría y donde asediaba constantemente el dolor; donde experimentamos momentos enigmáticos y señales paranormales alertando de que algo ocurría y sin tener conocimientos pasaron desapercibidas. En fin, el otro lado de esta impactante historia escrita por su hermano menor, Balmore Ordóñez, quien en ese entonces, con veinte años, dejó a un lado su vida cotidiana para dedicarse en cuerpo y alma a colaborar en la incesante búsqueda.
Inicio esta dedicatoria primeramente dándoles gracias a Dios y al universo por haberme abierto estos senderos que nunca había recorrido. Jamás había tenido en mente escribir un libro; ahora me enorgullece haber llegado a la meta, cumpliendo mi sueño con mucho éxito.
Con profundo cariño y con inmensa alegría quiero dedicar este libro a toda mi extensa familia, y vaya que son muchos. Si nombro a cada uno tendría que hacer otro libro. Permanecimos muy unidos ante esta triste situación y lo supimos afrontar con mucha entereza; eso nos dio más fortaleza para seguir adelante. Rómulo fue el primero que atravesó ese portal sin retorno.
A mis queridos viejos, que soportaron las vicisitudes de la tragedia y la asumieron con mucho valor y gran voluntad. Aunque no están presentes físicamente, sé que me acompañan en mi proyecto de vida y también sé lo orgullosos que se sentirían. Para ellos mis bendiciones, todo el amor que siento infinitamente por ellos y mi más completa gratitud.
A mis queridas sobrinas Mayerlyn, Yenny y Katty. Cuando sucedió todo esto, ustedes no tenían conciencia de la vida por su precaria edad. Espero que mi historia les haga llegar un bello mensaje y las remonte para aquellos tiempos vividos. Tengan presente el tan inmenso amor que sentía su padre por ustedes y que perdure para el resto de sus vidas.
A mi cuñada Flor. Es una manera de expresar lo que desde hace casi cuarenta años llevaba oculto y quería compartir con ustedes: mostrar humildemente, desde el lado de mi experiencia, parte de la historia de esa persona tan especial que fue mi hermano Rómulo.
A mi querida y gran esposa, Ana Maigualida, una dedicatoria muy especial. Agradezco tu compañía en gran parte de mi camino y entender el sentido de la vida como una gran experiencia terrenal, con altos y bajos, pero con plena constancia de un amor incondicional. Has sido una gran guerrera, enfrentando todas las experiencias que nos ha dado la vida y superándolas en plena unión.
A mis amados hijos, Mayenrie, Eydher y Kimberly. A mis amadísimos nietos, Saysi y Abraham Mikhael. Cumpliendo mi sueño solo demuestro que lo que se persevera se alcanza. A pesar de todos los obstáculos que puedan surgir, siempre se superan y al final habrá una puerta que abre. No dejen de luchar por sus sueños.
A mi amigo Karl Hoffmann, tiempo sin saber de él. Un reencuentro oportuno me guio para colocarme en manos de una persona que, sin conocerla, me brindó el apoyo irrestricto para guiarme y hacer que mi proyecto se concediera. Un gran ser humano: José Luis Zuleta.José Luis, conociéndolo en tan corto tiempo, depositó en mí una confianza plena e incondicional. Concentró su gran experiencia en mi manuscrito y lo transformó de tal forma que causó una enorme emoción, hizo que afloraran todos los recuerdos simultáneamente. Gracias por darme la estructura literaria que condujo mi libro a hacerse realidad.
A mis amigos de la Universidad Simón Bolívar, Núcleo del Litoral (Venezuela). Los hice partícipes de este proyecto para aportar parte del título. Gracias a todos por su gran apoyo.
Cuando decidí redactar este libro como testimonio de mi vida, lo hice para dar un pequeño pero significativo tributo a mi querido hermano Rómulo cuando son ya casi cuarenta los años que llevo recordando su importante despedida. Cigarrón se convirtió en un icono. Fue el primero de la familia en cruzar el umbral de la muerte, de la ausencia física, ciñendo repentinamente el tiempo de disfrutar de su familia, de sus hijas, que apenas daban sus primeros pasos, que comenzaban a vivir.
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