Dedicado a todas esas mujeres que, a pesar de la adversidad, logran salir de las profundidades y nadar hacia la luz. A las que empacan una sonrisa en la maleta, aunque el peso sea excesivo y el viaje largo y extenuante. A todas ellas, un gran abrazo; somos fuertes y valientes, no estamos solas...
Introducción
Agonía
Gritos bajo el agua
La necesidad me hizo delinquir
Pagué un alto precio
Reclamo inocencia
No conocí otra forma de vida
No estoy sola
Epílogo
Introducción
Cuando estudié Educación Física en la Universidad, siempre estuve interesada en realizar clases en centros penitenciarios femeninos, y gracias a un proyecto realizado por Chiledeportes, se dio la oportunidad e inmediatamente acepté.
Al comienzo tuve un poco de miedo, porque mi percepción de las cárceles se basaba en lo que mostraba la televisión, las veía como un submundo en donde sobrevivir era el pan de cada día, pero al momento de conocer dicha realidad pude ver que albergaba a mujeres como cualquier otra, con personalidades diversas, de distintas clases sociales, edades y creencias, todas tratando de convivir en armonía y sobrellevar el cumplimiento de sus condenas de la mejor forma. Mujeres que cometieron errores, mujeres con anhelos, miedos, un pasado que superar y futuro con el cual soñar; y aunque los contextos que las empujaron a tomar malas decisiones eran distintos, el destino que les toca compartir es el mismo: pagar con años de encierro y alejadas de sus seres queridos. Para algunas esto supone el fin de un mal viaje que las hace recapacitar y replantearse sus vidas, mientras que para otras solo significa una experiencia más que se seguirá repitiendo.
Trabajando con mujeres privadas de libertad me hacía las mismas preguntas con frecuencia: ¿Qué habrán hecho?, ¿por qué? Al principio no me atrevía a indagar en las razones que las hicieron cometer un delito, pero con el pasar del tiempo las relaciones se fueron estrechando y se alcanzó un nivel de confianza que permitió a algunas de ellas compartir conmigo sus experiencias. Así me di cuenta de que la mayoría tenía historias de vida muy tristes y acarreaban desde la infancia dramas no resueltos. Si bien nunca tomé esto como una justificación, logré comprender que a veces los contextos pueden influir en el actuar de una persona, sobre todo cuando la necesidad y el sufrimiento han estado presentes en su camino.
A continuación, doy paso a las voces de seis mujeres condenadas a presidio que durante el año 2008 decidieron dar a conocer sus historias. Homicidio, tráfico de drogas y robos reiterados son los delitos que figuran en las siguientes páginas, pero también el reclamo de una mujer que dice haber sido condenada injustamente. Contando los hechos que marcaron sus vidas y las llevaron tras las rejas, cada una narra su propia experiencia con una tonalidad distinta, pero siempre evidenciándose el dolor y la tragedia en sus relatos.
Después de todo ese tiempo aprendiendo junto a las protagonistas de este libro, quise ser partícipe en él no solo como autora, sino también a través de Agonía, un poema donde plasmo mis impresiones acerca del miedo, de muchas de ellas, a morir en soledad.
La vida en la cárcel transcurre sin matices ni ecos para estas almas prisioneras que, como seres invisibles y estancados en el tiempo, esperan atravesar un portal hacia la libertad y el cariño que perdieron en algún lugar lejano. Mientras tanto, sus llamados de auxilio, ignorados y silenciados, se transforman en gritos bajo el agua.
Agonía
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