Alberto Canen - El Observador. El Genesis

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-Incluye nuevo material sobre nebulosas planetarias.-
El Génesis, los siete días, la Creación... ¿de dónde procede el texto que compone la primera parte de La Biblia? 
¿Es su texto sólo un poema introductorio... o es una narración? 
¿Que hay detrás de sus palabras?
Alberto Canen ha encontrado un camino alternativo para dar respuestas a estas y a otras preguntas contenidas en el Génesis. Ha hallado una ruta por la que nadie había transitado antes e invita al lector a recorrerla y a realizar con él sus hallazgos.
El autor ha descubierto que oculto en el fondo de la trama existe alguien.
Alguien que observa, alguien que narra. Alguien que narra lo que observa. Y un lugar, un sitio desde el cual observa.
La ubicación del observador.
La clave de un apasionante rompecabezas.
-Incluye nuevo material sobre nebulosas planetarias.-
El Génesis, los siete días, la Creación... ¿de dónde procede el texto que compone la primera parte de La Biblia? 
¿Es su texto sólo un poema introductorio... o es una narración? 
¿Que hay detrás de sus palabras?
Alberto Canen ha encontrado un camino alternativo para dar respuestas a estas y a otras preguntas contenidas en el Génesis. Ha hallado una ruta por la que nadie había transitado antes e invita al lector a recorrerla y a realizar con él sus hallazgos.
El autor ha descubierto que oculto en el fondo de la trama existe alguien.
Alguien que observa, alguien que narra. Alguien que narra lo que observa. Y un lugar, un sitio desde el cual observa.
La ubicación del observador.
La clave de un apasionante rompecabezas.
El Génesis ha sido un misterio por miles de años. No se había podido comprender de que hablaba el texto. Si era sólo un poema introductorio a las Sagradas Escrituras, o si realmente contenía información acerca de la Creación.
El texto del Génesis dividió las aguas de creacionistas y cientificistas durante mucho tiempo hasta el día de hoy.
Con este libro espero que esta separación entre cientificistas y creacionistas se diluya ya que he descubierto la clave que unifica ambos mundos.
Creo que la clave del misterio de Génesis es comprender que es narrado por alguien. Un narrador del Génesis. El que observa la visión que Dios le entrega y a partir de allí narra lo que observa y lo observa desde su ubicación humana y terrenal.
Esta ubicación terrenal y precisa es la llave para comprender el Génesis.

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Entonces –al aparecer la luz pero no haber podido ver los astros- aparece el primer gran dilema típico del Génesis: ¿cómo puede crearse la luz antes que los astros?, (esta pregunta -obviamente retórica- por lo general va acompañada de algún gesto escéptico, mirada cómplice jactanciosa y la intención de terminar la conversación). Sí, es cierto, no puede ser, pero -siempre hay un pero-, ¿qué pasaría si situáramos al observador en el lugar exacto donde se encuentra el remolino primigenio?, el que va a dar lugar al planeta. Es obvio que nuestro observador podría ver la luz, pero sería incapaz de saber de dónde procede, de dónde viene esa luz, ya que como advertimos antes, la “tormenta de polvo” se lo impediría. También, al estar “parado” (de pie) sobre el remolino, percibiría el paso de día-noche, luz-oscuridad, debido a su rotación. Esta persona, al estar parada, instalada, sobre el remolino, giraría con él, y por ello, un momento estaría de frente a la luz, y en el siguiente, de espalda a ella.

Aquí, ya podemos darnos cuenta de que es fundamental, fundamental, la existencia de un observador y -más aún- su ubicación, para poder comprender el Génesis.

Este individuo que observa, y luego relata lo que ha visto, lo contempla desde un sitio determinado, desde una ubicación concreta. En algún lugar se encuentra apostado en el momento en que “ve”, en el momento en que recibe la visión, la revelación. Y ese lugar, esa ubicación en la que se halla, es la que hace la diferencia, eso es lo que nos da la pauta de que la descripción del Génesis puede tener sentido, es la clave del acertijo. La clave que abre un mundo de posibilidades

(¿Y ahora?, ¿el gestito jactancioso?...).

Creo que el Génesis nunca tuvo sentido para muchos. O al menos creo que no tuvo sentido porque la mayoría de quienes lo analizan parten del presupuesto de que la información de la Creación (el Génesis) se le debería haber dado a la persona que escribió La Biblia con el formato de un libro de ciencia, con datos científicos, tablas y gráficos; o con la estructura de una revelación detallada, que permitiera comprender lo ocurrido desde todos los ángulos. Específicamente con esa posibilidad: la de poder ver los hechos desde todos los ángulos.

Es posible, que el motivo de este preconcepto se encuentre, en que nuestra mente cientificista espera que los datos científicos sean acompañados de gráficos, tablas, estadísticas y -por supuesto- el formato correcto. Sin embargo, si nos remitimos a cómo las personas que reciben visiones o revelaciones de Dios “ven” lo que Él les revela, vamos a comprender mejor que esas manifestaciones divinas nunca ocurren según los parámetros humanos. Por lo general, estas visiones o revelaciones son, justamente eso, visiones. Visiones semejantes a películas muy cortas sobre las que el espectador no tiene ningún control. Las visiones suelen ser similares a un sueño.

A veces, estas visiones son acompañadas de una idea que se aclara tras la contemplación extática o, en algunos casos, hay alguien que le habla a la persona que tiene la experiencia y le explica algo en particular que puede -o no- estar relacionado con lo que ha visto.

Bien.

Avancemos un poco más con nuestro enfoque e intentemos desentrañar este misterio.

Si este individuo (nuestro observador) se hubiese encontrado flotando en el espacio por encima del Sistema Solar en formación habría “visto” que la estrella nace junto con la luz, pero es claro que no fue así ya que él percibe primero la luz y mucho después la existencia de los astros. Entonces, llegado a este punto me pregunté: ¿por qué?, ¿por qué no lo ve?, ¿por qué no ve algo tan evidente?

Simplemente porque no puede.

Es indudable, para mí, que su ubicación -el sitio desde donde observa-, no se encuentra en el espacio sino a nivel del disco de acreción, en el nivel donde se crean los planetas, y es justamente por ello que los astros le quedan ocultos tras el polvo remanente. La clave, la llave de este misterio es la ubicación del observador, y esa ubicación tiene que ser -sin lugar a dudas- algún punto sobre la superficie del planeta. Por lo tanto, vamos a continuar nuestra comparación bajo el supuesto que el observador se encuentra parado sobre lo que va a ser en algún momento la superficie de nuestro planeta, la Tierra.

Leamos lo que ocurre en el segundo día:

«Dijo Dios:

«“Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras”. E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. Y llamó Dios al firmamento “cielos”. Y atardeció y amaneció: día segundo» (Génesis 1:6-8).

En este fragmento, nuestro observador se mantiene en el mismo sitio, la superficie de la Tierra (ahora ya formada), y desde allí cuenta lo que “ve”, es la visión que Dios le envía.

Para mí es obvio que está observando el enfriamiento del planeta y, como consecuencia de ello, la condensación del agua, el agua que se empieza a acumular en la superficie y la clara separación de los gases de la atmósfera que van a formar el firmamento, el cielo.

Para él, antes de la separación de las aguas, todo se encontraba mezclado, de ahí la “separación”. Pero ¿qué es lo que está mezclado? El agua y el aire (el firmamento).

Es tal el vapor y la humedad existente, a la que se suman las nubes -posiblemente volcánicas-, que su sensación es que el firmamento está mezclado con el agua de la lluvia y del mar.

Para él esta situación es muy confusa. Mas al enfriarse paulatinamente la Tierra (el planeta), la separación de aguas -podríamos decir- se hace evidente. La lluvia es lluvia, la tierra es tierra y el mar es mar.

(¿Ya capté su atención?, ¿no?, ¿todavía no?)

Bien.

Tercer día:

«Dijo Dios:

«“Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un sólo conjunto, y déjese ver lo seco”; y así fue. Y llamó Dios a lo seco “tierra”, y al conjunto de las aguas lo llamó “mares”; y vio Dios que estaba bien.

«Dijo Dios:

«“Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra”. Y así fue. La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban bien. Y atardeció y amaneció: día tercero» (Génesis 1:9-13).

Aquí surge, nuevamente, lo que ya habíamos observado en nuestro racconto acerca de lo que la ciencia dedujo sobre la evolución del planeta, sólo que en extremo resumido.

No debemos olvidar que nuestro observador presencia estos hechos a un ritmo verdaderamente vertiginoso, tuvo que haber sido así, ya que -como mucho- los seis mil millones de años, o al menos los cuatro mil seiscientos millones del planeta, le fueron resumidos en siete días.

Analicemos un poco este tercer día.

El agua se acumula en un sólo océano-mar y la tierra en un sólo conjunto.

Estoy convencido de que nuestro observador se refiere aquí al supercontinente Vaalbará-Pangea.

Es demasiado coincidente la observación que realiza el narrador acerca de una tierra y un mar, demasiado coincidente y casi innecesaria si no fuera porque realmente ocurrió de esa forma.

Ahora bien, él no pudo verlo (estamos hablando de un súper continente) por lo tanto tiene que haber sido una idea que captó junto con la visión. Esto hace más interesante el hecho que lo mencione, casi llamativo.

Luego, este individuo (el observador) ve crecer a su alrededor las plantas, a las que identifica con formas de vida conocidas para él: árboles, semillas, frutos, tal vez algas.

Cuarto día:

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