–Ok. Perdona mi falta de educación y la tentación. (Rafaela)
–No te preocupes. Estoy preparado para entenderte. (El vidente)
Llega la comida. A partir de ese momento, el silencio sólo es roto por los lugareños que comienzan a llegar. El grupo pasa unos treinta minutos en total armonía, disfrutando del almuerzo y al final, piden algo de beber. Después, piden la cuenta, abandonan el lugar y vuelven a llamar al conductor que los ha dejado allí. Esperan veinte minutos más, y con la llegada del taxi, parten hacia el amado Arcoverde. El destino los espera.
Riacho do meio (Arcoverde)
Durante el corto viaje entre Ipojuca y Arcoverde no pasa nada anormal. Se mantienen distraídos la mayor parte del tiempo con interacciones y vistas. Ni siquiera parece que cada uno esté viviendo un drama personal: el vidente, que no se había establecido como el artista que merecía ser, Rafael y Uriel porque aún no han cumplido su misión, Renato por no ser eficiente todavía y, finalmente, Rafaela Ferreira, que se enfrenta a una grave crisis de depresión. Al menos, ninguno de ellos ha perdido la fe por completo. Todavía hay esperanza, y esto es algo que Aldivan suele enfatizar.
En este ambiente tranquilo, regresan a la capital de Pernambuco, bajan del taxi en las cercanías del barrio de Bela Vista. Son las doce y media, y se quedan esperando el autobús en una de las carreteras.
Mientras esperan, aprovechan para tomar un poco de sol y escuchar música que viene de cerca. Todo era perfecto. La música se detiene, llega el autobús, se suben a él, una bestia azul, y continúan el viaje.
A una velocidad normal, llegan a la carretera que ahora está muy transitada. Son dieciséis kilómetros más hasta el pueblo de Riacho do Meio, donde el vidente y sus amigos van a visitar a un amiga.
Como de costumbre, aprovechan la oportunidad en el vehículo para hacer amistad con otros pasajeros y con el conductor. Todos ellos son buenos conocedores de la zona por hacer ese viaje con frecuencia.
Desde noticias generales hasta política y religión, los temas son bien discutidos, y todos se ríen. Qué bueno es vivir, tener amigos, charlar y olvidar las preocupaciones por un tiempo. Esto es extremadamente importante para la salud mental de todos.
Y así, avanzan por la carretera, bajando por la montaña, pasan por el sitio Quince y algún tiempo después llegan al pueblo que se encuentra en el límite entre Arcoverde y Pesqueira. Se bajan cerca de un huerto de anacardos, pagan el pasaje, se despiden, toman el camino y se dirigen a la pequeña aldea.
Con unos pasos más, llegan a la única calle y avanzan a la derecha hasta llegar al quincuagésimo edificio, una casa estilosa, de 8x4 m, puerta y ventana de cedro, con un pequeño espacio delante. El vidente entonces comienza a golpear y a gritar:
–¡Lady Eulalia! Estoy aquí!
Al mismo tiempo se escucha el sonido de pasos y desde el interior de la modesta casa, llega una señora blanca de mediana edad, delgada, bronceada, de 1,65 m de altura. Ella sale con una sonrisa en la cara reconociendo al niño que conoció en otro tiempo, en la estación de autobuses y que le hizo creer que era importante. Qué bueno es eso, piensa para sí misma. Entonces ella dice:
–Aldivan, ¿estás aquí? ¿Y quiénes son esas personas que están contigo?
–Sí, soy yo, lady Eulalia. Estos son mis compañeros de aventura. Son Renato, Rafael, Uriel y Rafaela ―dijo el hijo de Dios señalando a cada uno de ellos.
–Oh, encantada de conoceros. Bienvenidos. ¡Por favor, entrad!
–Gracias. (Todos)
Aceptando la invitación, entran a la pequeña casa de mampostería. La casa consta de un único salón, comedor, dormitorio, cocina y baño. En el salón se sienten como en casa en un sofá de cinco plazas y una silla.
La anfitriona es la primera en hablar:
–Muy bien, estaba pensando en ti, hijo mío. Cuando nos conocimos por primera vez, tus palabras me hicieron mucho bien. Hoy en día, estoy tranquila, viviendo de mi pensión. De vez en cuando, mis nietos me visitan y cuando eso sucede es una fiesta.
–Qué bien que pude ayudarte de alguna manera. Traje a esta jovencita aquí (señalando a Rafaela) para que tengáis una charla. Sufre de depresión. (El vidente)
–Será un placer para mí. ¿Cómo estás Rafaela? (Eulalia)
–Estoy sobreviviendo, gracias. (Rafaela).
–La conocimos en la iglesia de la Liberación, en Arcoverde. Ella despertó nuestra atención. (Rafael)
–¿Por qué?
–Explícaselo, hermano. (Rafael)
–Estaba llorando y se sentía perdida. (Uriel)
–Así que decidimos ayudarla. (Añadió Renato)
–Eso demuestra la grandeza de vuestros corazones. Os admiro. Pero, ¿podríais explicar la razón de todo esto? (Eulalia)
–Eso también lo pido yo. (Prosigue Rafaela)
–Mi padre me llamó a la misión. De alguna manera, estoy ligado a Rafaela y ella a mí. Somos almas hermanas desde el principio y no escatimaré esfuerzos para ayudarla. De cualquier manera, siempre lo hago, lo merezca la persona o no ―explicó el hijo de Dios.
–Gracias. (Rafaela)
–Es realmente honorable. ¡Felicitaciones! Dime, compañera, ¿cuánto tiempo hace que te sientes así? (Eulalia)
–No estoy muy segura. Ya he pasado por muchas crisis, aparentemente por cosas banales. Debo admitir que si no fuera por el hijo de Dios que me rescató, estaría muerta, probablemente saltando de un puente. (Rafaela)
–No hables así. Eres joven, tienes muchas razones para vivir y tienes mucha suerte. Así que, ¡sonríe! (Eulalia)
–Es lo que siempre le estamos enfatizando. (Rafael)
–"De hecho, no es el fin. Veo buenos tiempos, de recogimiento espiritual, de descubrimientos y de felicidad". Palabra de Yahvé. (Uriel)
–Amén. ¡Ayúdame Señor! (Rafaela)
–Él está ayudando, amiga mía. ¡Ten fe! (El hijo de Dios)
–¡Yo lo creo! (Renato)
–Yo también lo creo. ¡Enséñame! (Rafaela)
El vidente se pone de pie, se acerca a la joven y le da un gran abrazo. Apoyando la cabeza en el pecho de su señor, hermano y amigo, es consciente de que ningún mal vendrá a ella. Esta creencia la calma, y la emoción del momento la hace llorar.
El hijo de Dios se agacha y seca delicadamente sus lágrimas. En este momento se promete a sí mismo, a su padre y a todo el universo, que en su reino futuro no habrá lugar para el sufrimiento, el dolor o incluso la muerte. En ella, los humanos estarán completamente felices y adorarán a su padre en el monte Sion. A diferencia de los reinos humanos, habrá igualdad de derechos y las personas no serán prejuzgadas por el color de su piel, raza, religión, elección sexual o cualquier otra razón. Todos serán hijos del mismo padre.
Cuando se da cuenta de que Rafaela se ha calmado, termina el abrazo y se vuelve a sentar. La anfitriona habla de nuevo:
–¿Queréis algo de beber o comer?
–Gracias, lady Eulalia. Nos vamos. ¿No es así, chicos? (El vidente)
–Sí. (Los otros están de acuerdo)
–Muchas gracias por la charla y la hospitalidad. (El vidente)
–De nada, ven de visita cuando quieras. Buena suerte, Rafaela. Que Dios te bendiga. (Eulalia)
–Gracias, señora, por sus palabras de consuelo. (Rafaela)
Todos se abrazan y finalmente se despiden. Se dirigen a la puerta y salen a la calle. Después de caminar unos metros, Rafaela se acerca a su amado y le dice:
–¡Estoy lista! Tócame!
El hijo de Dios sonríe. Lleva mucho tiempo esperándolo. Delicadamente, se acerca y estira el brazo tocando el vestido de ella. Inmediatamente, ella siente una fuerza misteriosa que la cura y descubre sus secretos más íntimos. "Toma dos":
"Rafaela siguió creciendo rápidamente: la dulce niña, inteligente e inquisitiva, se convirtió en una muchacha con las mismas cualidades. En la vida familiar mantuvo una buena relación con sus padres, y en la vida social se mantuvo activa, asistiendo a los principales eventos y siendo respetada por sus valores y su forma de ser. En el aspecto intelectual, destacó en su clase, aprobando la escuela primaria y secundaria con honores.
Читать дальше