Liz Fielding - Engaños Inocentes

Здесь есть возможность читать онлайн «Liz Fielding - Engaños Inocentes» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современные любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Engaños Inocentes: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Engaños Inocentes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El reloj biológico de Amanda Fleming, una rica empresaria a punto de cumplir los treinta años, le decía que había llegado el momento de ser madre. Quería un hijo, no un marido. Cuando conoció a Daniel Bedford, propietario de una sonrisa muy sexy y unos preciosos ojos azules, empezó a fantasear sobre él como el futuro padre de su hijo.
Amanda había puesto en marcha su plan dejando que Daniel creyera que era una secretaria. Pero no había pensado en la posibilidad de enamorarse. Antes de que pudiera confesarle quién era en realidad, y decirle que quería un hijo y una alianza de matrimonio, descubrió que él también la había estado engañando. Para entonces era demasiado tarde: estaba embarazada…

Engaños Inocentes — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Engaños Inocentes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Entradas?

El teléfono seguía sonando.

– ¿No va a contestar?

Amanda tuvo que sacar el teléfono del bolso.

– ¿Sí?

– Amanda, ¿dónde estás? ¡Tienes que volver a la oficina! – la voz de Beth sonaba angustiada.

– ¿Qué ha pasado? – preguntó, mirando a Daniel por el rabillo del ojo.

– ¡He hablado con Guy Dymoke!

– ¿El actor?

– ¿Actor? No sé si sabe actuar, pero es el tío más guapo que he visto en mi vida…

– ¿Y? – la interrumpió Amanda.

– Va a hacer una película en Londres y necesita una secretaria.

– Bueno, pues búscale una.

– De eso nada. Quiere hablar con la jefa.

– ¿Cuándo?

– Ahora mismo. Está en el hotel Brown. ¿Cuánto tiempo tardarás en llegar?

Amanda miró a Daniel. El cabello castaño claro, los ojos azules… la montaña rusa estaba descendiendo peligrosamente.

– Espera. Daniel, perdone pero tengo que ir al hotel Brown inmediatamente. ¿Cuánto tiempo podemos tardar?

Daniel se había dejado llevar por el instinto con Mandy Fleming, ignorando todas las reglas. ¿En qué estaba pensando?, se decía.

Si alguna vez se enteraba que uno de sus conductores había hecho algo así, lo despediría sin contemplaciones.

Al menos era lo que iba diciéndose a sí mismo después de dejarla en un hotel con Guy Dymoke, el hombre con el que cualquier mujer querría pasar una noche.

Aunque fuera tomando notas a taquigrafía.

CAPÍTULO 3

– EN LA CLÍNICA me han dicho que tendrás que esperar hasta el mes de noviembre – la informó Beth, después de que Amanda le diera hasta el último detalle de su reunión con Guy Dymoke.

– ¿Noviembre? – repitió Amanda. Quería tener un hijo y había decidido que esa era la forma de hacerlo, pero, de repente le parecía algo tan frío… ¿Cómo lo harían?, se preguntaba. ¿Le darían una lista para que eligiera las cualidades del donante: ojos azules, hombros anchos, un metro noventa de estatura…?-. Noviembre está bien. No hay prisa.

– ¿Se te están quitando las ganas después de leer todos esos libros sobre el embarazo?

– Claro que no – contestó ella. Había pasado todo el fin de semana pensando en lo que sentiría al ver crecer a su hijo, preguntándose de dónde habría salido el hoyuelo, de dónde el color del pelo. Pensando que nunca podría decirle: «eres igual que tu padre»-. ¿Seguro que no había ningún mensaje más?

– No. ¿Esperabas alguno?

– Sí… no – contestó. Beth la miró, irónica- Bueno, es posible.

Daniel abrió el cajón de su escritorio y el pendiente de jade pareció hacerle un guiño, animándolo para llamar a la agencia Garland. Pero, en lugar de hacerlo, tomó un sobre y escribió el nombre de Mandy. Lo enviaría por correo aquella noche. Era lo más sensato.

– Vale. Hablame de él.

– ¿De quién?

– Del que no te ha llamado.

– No lo conoces – dijo Amanda. Beth sonrió-. Lo conocí el viernes.

– ¿Y?

Con Beth no podía disimular.

– Creo que es perfecto.

– ¿Un hombre perfecto? Amanda, eso no existe.

– Depende de para qué lo quieras – replicó ella. Inmediatamente después, se puso colorada.

– Ah, ya veo. Por eso no te importa esperar hasta noviembre. Has encontrado tu particular banco de esperma…

– ¡Beth! – la interrumpió Amanda, escandalizada.

– ¿Cómo se llama?

– Daniel Redford.

– Bonito nombre – dijo Beth, levantándose para servirse un café-. ¿Quieres uno?

– No, gracias. Estoy a dieta prenatal.

– ¿Desde cuándo?

– Desde que conocí a Daniel Redfórd.

– Deseo a primera vista, ¿no? – Beth no esperó respuesta-. Ya veo que no pierdes el tiempo. ¿Y está de acuerdo ese Daniel Redfórd en ser el padre de tu hijo?

– No se lo he preguntado – contestó Amanda, tocándose distraídamente un pendiente-. A lo mejor me he equivocado – añadió después. Esperaba que Daniel hubiera llamado a la agencia durante el fin de semana. Pero quizá había cambiado de opinión sobre… bueno, sobre lo que iba a decir con respecto a las entradas para el teatro cuando Beth los interrumpió.

Apenas habían hablado mientras se dirigían al hotel Brown y estaba segura de que se lo había pensado mejor. Al fin y al cabo, ella era una cliente.

Amanda había pensado darle su número de móvil, pero no había tenido valor.

– Seguramente está casado y tiene media docena de hijos – dijo Beth.

– Es divorciado y tiene una hija adolescente.

– Divorciado, ¿eh? ¿Por qué no lo llamas? Dile que tienes que hacerle una oferta de trabajo. A lo mejor la acepta.

– Qué graciosa.

– Piénsalo. Seguro que está deseando meterse en la cama contigo. De lo que no estoy segura es de que quiera tener niños. Los niños son muy caros.

– Pero yo no quiero su dinero. No quiero nada de él.

– Además de su ADN, claro – sonrió su amiga-. Cuéntame, ¿quién es ese Daniel Redford?

– Pues… el chófer que me llevó al seminario.

– Oh – murmuró Beth, sorprendida-. ¿Y estuvo flirteando contigo? ¡Ligando con la famosa Amanda Garland, qué cara!

– Sí. Bueno, verás…

– Al menos es valiente – rio Beth.

– La verdad es que creía que Amanda Garland era una vieja bruja…

– ¿Y qué pasó cuando le dijiste que eras tú?

– No se lo dije. Le dije que me llamaba Mandy Fleming.

Beth la miró con los ojos muy abiertos, pero Amanda no quería seguir hablando del asunto y cambió de tema inmediatamente.

Quizá no era buena idea enviar el pendiente por correo, pensaba Daniel. Podría perderse. Quizá, si esperaba unos días más, llamaría ella. En ese momento sonó el intercomunicador.

– ¿Sí?

– Está aquí Lady Gilbert – dijo Karen-. Quiere hablar del Rolls para la boda de su hija.

– Ah, sí. Voy enseguida – contestó Daniel, tirando el sobre vacío a la papelera. Iba a meter el pendiente en el cajón, pero al final decidió guardarlo en el bolsillo de su chaqueta.

Beth no quería dejar el tema. Había contestado todas las preguntas de Amanda sobre la normativa de contratación para niñeras profesionales y después había vuelto al tema de Daniel Redford.

– ¿Cree que eres una de las secretarias? – preguntó. Amanda no se molestó en contestar-. Te vas a meter en un lío.

– Probablemente.

– Es guapísimo, ¿no? – sonrió. Amanda no lo negaba. Simplemente, miraba el teléfono. Cuando sonó, lo tomó ella misma precipitadamente. Era su hermano Max, para invitarla a comer.

– Habíame de él – dijo Beth.

– Tiene unos cuarenta años y unos ojos preciosos. Cuando sonríe, se le cierran un poquito…

– Eso me gusta.

– Y su boca… – Amanda no podía dejar de recordar su aspecto de pirata cuando sonreía-. También tiene unas manos muy bonitas. Grandes y fuertes.

– ¿Quieres que te preste un libro de cocina?

– ¿Qué?

– Tendrás que preparar algo especial – dijo Beth, como si se dirigiera a alguien con las facultades mentales perturbadas-. Y no te olvides de la nata. Ahora viene en aerosol. Muy adecuada si tiene ganas de comerte de postre…

Amanda se permitió a sí misma imaginarse la escena durante unos segundos.

– No. Olvídalo. Tienes razón, me voy a meter en un lío.

– Pero yo no he dicho que no fuera divertido. Si vas a hacer una locura, no veo por qué no vas a disfrutar al mismo tiempo.

– No sería justo para Daniel. Lo estaría usando.

– Sí, pero tú te encargarías de que lo pasara muy bien – Beth podía ser sorprendentemente franca a veces.

– No es eso – dijo Amanda-. Además, esto es muy serio. ¿Te das cuenta de que la natalidad ha descendido en este país hasta niveles alarmantes? Ya ni siquiera llega a dos puntos. No nos van a poder reemplazar. Es un suicidio demográfico.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Engaños Inocentes»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Engaños Inocentes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Engaños Inocentes»

Обсуждение, отзывы о книге «Engaños Inocentes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x