Marion Lennox - Unos Invitados Muy Especiales

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Matt McKay creía tener la vida perfectamente planeada cuando decidió pedirle a su novia que se casara con él…, pero entonces se interpuso el destino. La irresistible Erin Douglas apareció en su camino…¡con dos preciosos gemelos de la mano! El impulso caballeroso de Matt tiró por la borda todo su futuro; de pronto, tenía una familia. Para su propia sorpresa, Matt no tardó en darse cuenta de que le gustaba la mujer que había provocado todo aquello…

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Wendy, Erin, Shanni, Lori…hasta la doctora Emily. Todas eran iguales, una panda de mujeres dominantes.

Tomó dos bocanadas más de oxígeno de la mascarilla y trató de aparentar que estaba muy enfermo. No le sirvió de nada. Al contrario, eso empeoró las cosas.

– La doctora dice que hoy no puedes dormir solo y sé que vives en una casa enorme- Wendy había comenzado a hablar, muy concentrada en lo que decía.

¿No sería una idea estupenda que Erin y los gemelos se fueran contigo y te cuidaran?.

¿los gemelos?. Ya había tenido suficiente.

– Les has salvado la vida- continuó Wendy, arrodillándose a su lado. Lo miraba fijamente a los ojos y estaban muy cerca así que Matt no podía discutir. Y quizá también has salvado la de Erin, porque si no hubieras estado tú, habría intentado sacarlos ella misma. Así que ahora no puedes dejarlos en mitad de la calle. ¿no te parece?.

– No-dijo débilmente, creo que no puedo.

– ¿Entonces puedes llevarlos a tu casa?.

– Pero es que yo suelo salir de viaje a menudo, a ferias de ganado y cosas por el estilo…

– Pero ellos pueden cuidarse solos. Así que ya está. Todo arreglado, cariño. Puedes dejar de temblar ahora mismo. El drama se ha terminado. Lo único que necesitamos es reconstruir la casa quemada y luego todos volveremos a nuestra vida normal. En cuanto acabe la doctora, os iréis con Matt- concluyó Wendy.

2

Lo único que necesitamos es reconstruir la casa quemada y luego todos volveremos a nuestra vida normal.

Matt pensó, de camino hacia la granja, que aquello no iba a ser una empresa fácil. La casa de Erin estaba en ruinas y encontrar alojamiento en Bay Beach en esa época del año era casi imposible. Las casas de alquiler estaban todas ocupadas por los turistas a precios muy altos y todo lo demás…

Todo lo demás tendría que esperar.

“Preocúpate solo de lo que vas a hacer ahora”, se dijo a sí mismo, junto a Rob, que lo estaba llevando en su camioneta. “Esta noche tienes prohibido conducir”, le había dicho la doctora. Y Matt lo único que pudo hacer fue asentir.

Detrás de ellos iba el coche de la policía, donde iban Erin y los gemelos. Detrás de ellos, iba otra persona, conduciendo el coche del hogar de Erin, lleno de bolsas, con ropa como para vestir a un regimiento. Ropa que la gente había donado para los pequeños.

¡Maldita sea!.

Miró hacia atrás y vio a Erin sentada en el asiento del copiloto del coche de policía. En ese momento, pasaron junto a una farola y ella miró a Matt con una expresión burlona, como si supiera exactamente lo que ella estaba pensando.

Que todo aquello era un desastre.

Sí, su agradable vida de soltero se estaba viendo seriamente amenazada. Y no porque se hubiera decidido finalmente a pedirle a Charlotte que se casara con él.

Aquello era incluso peor. Porque sabía que si se casaba con Charlotte, podría seguir llevando la misma vida que llevaba antes y sus compromiso emocional sería mínimo.

Pero el convivir con Erin y los ámelos podía convertir su vida en un verdadero caos.

En ese momento, Matt apartó la vista y miró hacia delante. Rob pisó el freno y los coches que los seguían también disminuyeron la velocidad. Un coche que iba en dirección contraria aminoró la velocidad al verlos.

– Creo que puede ser alguien que quizá quiera hablar contigo- dijo Rob, mirándolo del mismo modo burlón que Erin momentos antes. Si no me equivoco es tu Charlotte.

Su Charlotte…

Otra vez tenía esa sensación de estar atrapado. La sensación que había tenido desde que, cuando tenía trece años, Charlotte había dicho a todo el distrito que él era el hombre con el que se iba a casar. Sí, claro que era Charlotte, en su pequeño BMW rojo. Rob se detuvo y ella hizo lo mismo. Luego cruzó la carretera y fue hacia ellos.

Charlotte tenía un aspecto inmaculado, como siempre. Iba con unos pantalones blancos y una blusa de seda, también blanca. Y su larga melena rubia, la llevaba recogida en una trenza. Parecía lista para una cena íntima.

Cena que sabía no iba a ser posible, ya que se había enterado de los del incendio. En Bay Beach, las noticias volaban.

Abrió la puerta de la camioneta antes de que a Matt le diera tiempo a hacerlo y se arrojó en sus brazos, dando un suspiro de alivio.

– Matthew, amor mío, podías haber muerto.

Pero por muy emocionada que estuviera, sus ojos revisaron todo; incluyendo a Rob y la caja roja de terciopelo que estaba en la guantera.

– Sally me llamó y me dijo que te habías metido en ese edificio en llamas y que habías sacado a los niños tú solo.¡También me contó que estabas herido!.

La chica retrocedió al ver la herida de la frente y las manchas negras que tenía por todas partes. Luego se miró a sí misma y se fijó en que su impecable ropa blanca se había ensuciado al abrazarlo.

Pero los incendios requerían coraje. Matt había sido valiente y ella también podía serlo.

– Lo lavaré, no te preocupes. Rally también me ha dicho que la doctora te prohibió quedarte solo esta noche- se volvió hacia Rob. Así que puedes llevarlo a mi casa.

Matt se sintió incapaz de responder nada. Fue Rob quien lo hizo en su lugar.

– No hace falta- hizo un gesto hacia los coches que iban detrás. Matt tiene toda la compañía que necesita.

Charlotte puso cara de horror al ver el interior del coche policial.

– ¡Los huérfanos no!- exclamó. No puedes llevarte a esos niños a tu casa. ¡Estás herido!.

– Me las arreglaré.

– No podrás.-Charlotte, hay dos niños que necesitan alojamiento y Erin cuidará de ellos.

Matt se estaba poniendo nervioso. Erin salió del coche de policía y se dirigió hacia ellos para averiguar qué pasaba.

– Erin ha sufrido mucho, Charlotte.

– Estoy segura-Charlotte movió la cabeza como diciendo que aquello no podía estar sucediendo. Pero cariño, tú también- giró la cabeza y alzó la voz.

Erin, Matt se viene a mi casa. Necesita que lo cuiden. Tu organización sin duda podrá ayudaros a los niños y a ti.

Erin tomó aire y contó hasta diez.”tranquila”, se dijo. “esto es importante”.

Lo cierto era que Charlotte no le caía muy bien.

Sabía que era una mujer encantadora y muy amable con las personas a las que ella consideraba decentes, entre las que evidentemente no la incluía a ella.

Erin era tres años menor y era de una clase social más baja. Conforme pasaba el tiempo, Charlote había ido aprendiendo a disimular su desprecio hacia aquellos que consideraba inferiores, pero Erin siempre había sabido lo poco que significaba para ella.

Sin embargo, no iba a dejarse intimidar tan fácilmente.

– Charlotte, Matt nos ha ofrecido su casa.

– No me importa- hasta ese momento, Charlotte había pensado que esa noche sería especial. Y la caja de terciopelo de la guantera de la camioneta de Matt así se lo confirmaba. ¡Pero ahora todo iba a terminar así!. Cualquiera puede ver que no está bien.

Tampoco lo estaba Erin, que ya había sufrido bastante antes de aquella discusión con Charlotte. En el coche de policía, había dos niños pequeños que necesitaban una cama donde dormir. Una cama que Matt podía ofrecerles.

Así que no tenían otra opción.

– Matt nos ha ofrecido que nos quedemos en su casa y he aceptado- afirmó Erin. Así que lo siento, Charlotte, pero ya hemos sufrido bastante esta noche como para estar aquí en medio de la carretera discutiendo contigo. Si nos disculpas…

– Matt está herido.

– Entonces ve a su casa y cuídalo- replicó Erin. Estoy segura que yo no podré hacerlo con tanto estilo como tienes tú.

Charlotte la miró con rabia. Aquello no le gustaba nada. Pero, ¿Qué podía hacer?.

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