Aurelia Hilton
Corazones Ardientes
CORAZONES ARDIENTES
AURELIA HILTON
Traducido por ROBERTO ROJAS
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación de la autora o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, empresas, compañías, eventos o locales es pura coincidencia.
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Mis dedos bailaron sobre el teclado de mi computadora portátil mientras le daba los últimos toques al último pedido para mi cliente, Tecnologías Ethertron . Le di una revisión rápida para asegurarme de que todo estaba correctamente formateado y que no habían errores ortográficos, y luego sonreí mientras miraba mi nombre en los créditos — Samantha Hart —. Veinte mil densas palabras para un manual que explica los pormenores de un complejo software de visión por computadora que probablemente se utilizaría con bastante intensidad en el sector de fabricación – Obtuve ese cheque gordo que cualquier buen escritor técnico merece —. Con un suspiro de satisfacción, quité la computadora portátil de mi regazo y la coloqué junto a mí en mi pequeño sofá de cuero favorito, me levanté y me paseé hasta mi pequeña cocina, en mi pequeña casa de una planta y 65 metros cuadrados para prepararme una recompensa adecuada por completar una semana de valioso trabajo independiente.
En mi caso, resultó ser una Chef Boyardee en el microondas. Hubiese preferido una cena a la luz de las velas en un buen restaurante italiano con un galán alto y fornido, pero nunca había tenido tanta suerte antes, y no creo que mi suerte vaya a mejorar ahora.
Pasé frente a uno de mis espejos montados en la pared de mi sala de estar (no muy lejos de mi cocina, dado el plano de mi casa), y suspiré al ver mi reflejo. Una mujer blanca de treinta años, de 1,63 m de estatura, cabello negro, liso con flequillo cuyas puntas rizadas bajaban alrededor de mis hombros, y un pequeño lunar justo debajo de mi ojo derecho – Por cierto, tanto el derecho como el izquierdo eran marrones —. Supongo que me habría gustado tener ojos de un color diferente; tal vez eso me hubiera hecho sobresalir un poco más, pero no fue así, sino simplemente marrones. Supongo que podría ser peor – Sobresalir por las razones equivocadas habría hecho que mi vida fuera mucho más difícil, y, excepto por estar sola, al menos la mayor parte del tiempo, no la pasé tan mal —. No comía exactamente saludable – Como te podrás imaginar, Chef Boyardee no era precisamente comida saludable —, pero cuando tuve la oportunidad siempre estaba preparada para un buen batido o ensalada, y siempre, apartaba algo de tiempo todos los días para un buen paseo por el vecindario, que afortunadamente era bastante seguro.
Así que, definitivamente no iba a ganar ningún concurso del Señorita Estados Unidos. Pero me gustaría pensar, y tenía buenas razones para creer que era cierto, a juzgar por las dos veces que me habían invitado a salir, o las raras ocasiones que me aventuré afuera de un bar o restaurante, que no era terriblemente fea. “Curvilínea” sería la mejor palabra para describirme. Copa D, muslos gruesos, cojines en mis brazos y una barriga suave que nunca logró convertirse en una “llantita”.
Pero, incluso si no fuera poco atractiva para los hombres, para realmente atraerlos, tendría que conocerlos, y eso no era demasiado fácil para mí, y no lo había sido desde hace unos años. Nunca había sido la chica más extrovertida en el campus de la Universidad de Stony Brook, y cuando me gradué con una licenciatura en Comunicaciones y una especialización en Física, sólo había tenido un par de citas con tres chicos, y nunca llegué más allá de eso. En su mayor parte, pasaba mis tardes en la universidad leyendo, escribiendo y permaneciendo acurrucada en la cama escuchando música. Por eso estaba complacida de haber tomado las clases que tomé; Comunicaciones significaba que era una escritora bastante buena (si se me permite decirlo), y Física significaba que no era del todo mala con las matemáticas y la terminología técnica. Así que me las arreglé para ser reclutada por una agencia especializada en la producción de documentación (guías de usuario, manuales y ese tipo de cosas) para empresas en las industrias de ingeniería y computación, y al final resultó; ser una escritora técnica (y en ocasiones, editora ) era justo el trabajo para mí. Gracias a la magia de Internet, pude establecer mis propios horarios (siempre y cuando cumpliera con los plazos, obviamente) y trabajar desde la comodidad de mi hogar.
Eso encajaba perfectamente con mi personalidad. Sin embargo, no estaba completamente segura si mi personalidad realmente encajaba conmigo tanto como hubiese querido.
Suspiré mientras esperaba que mi pequeño microondas terminara de calentar la pequeña taza de raviolis de carne de Boyardee, y mientras lo hacía, busqué un tazón cercano y saqué una manzana, luego la enjuagué en el fregadero y comencé a masticar – Le presté algo de atención a mi salud, después de todo —. Conforme lo hacía, eché un buen vistazo a mi cocina y luego a través de la puerta abierta a mi sala de estar. No puedo decir que era infeliz, no realmente. Tenía una linda casa por la que mucha gente mataría – Buena ubicación con poca delincuencia, a poca distancia de un bullicioso distrito comercial, y lo suficientemente grande para una chica soltera —. Con 65 metros cuadrados, no era mucho más grande que un apartamento, pero tenía suficiente espacio para un baño con tina y ducha espaciosas, una sala de estar que podía contener un televisor de pantalla plana de 32 pulgadas y una habitación lo suficientemente grande para una cama doble y una mesita de noche. La cocina no era digna de Gordon Ramsay – Mi mayor queja – pero el horno a gas funcionaba y el refrigerador era lo suficientemente grande como para almacenar una semana de comida, así que eso era suficiente para mí.
El microondas sonó. Tiré los restos de mi manzana a la basura y luego saqué mi taza de raviolis de carne humeantes; después de abrirla, la dejé reposar en el mesón por un rato; no necesitas una especialización en Física para saber que estaba demasiado caliente justo después de ser cocinada. Mis padres y mi hermano ayudaron con la hipoteca, y eso era otra cosa por la que estaba agradecida. He escuchado que muchas personas pierden contacto con sus familias después de abandonar el nido, o que sus padres no querían dejarlos ir, pero mis viejos nunca fueron demasiado lejos en ninguna dirección. Charlamos por teléfono casi cada dos días, y mi papá estaba feliz de ayudarme con mi hipoteca y el seguro de mi hogar, siempre y cuando me mantuviera con un empleo remunerado. Y aunque la escritura independiente no era exactamente un trabajo de 9:00 a.m. a 5:00 p.m., las comisiones pagaban bastante bien y eran lo suficientemente importantes (¡Estaba ayudando a que la economía creciera!) que mis padres estaban satisfechos.
Sin embargo, ya los había llamado un poco más temprano hoy. Cuando conseguí una cuchara y comencé a comer los raviolis, pensé en alguien más con quien quería hablar. Y cuando los terminé y tiré la taza a la basura, decidí hacer exactamente eso.
Volví a mi computadora portátil – Todavía estaba encendida —; La puse en modo de suspensión, sin apagarla completamente. Después de que me puse cómoda nuevamente en mi sofá, activé Skype y sonreí a mí misma cuando vi el nombre de usuario CrystalKiwi734 aparecer en el lado izquierdo de la pantalla, en línea en vez de desconectado o ausente.
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