A su lado, Dierdre cabalgaba un hermoso corcel que Baylor había elegido para ella, y ambas avanzaron por la nieve hasta que Kyra miró a su padre a lo lejos al lado de la puerta, esperándola. Estaba de pie junto a sus hombres quienes, de igual manera, la observaban con admiración y temor al verla cabalgar esta bestia. Ella vio la admiración en sus ojos y esto le dio valentía para el viaje que tenía enfrente. Si Theos no regresaba con ella, al menos tenía esta magnífica criatura a su lado.
Kyra desmontó al llegar con su padre, guiando a Andor por la melena y observando un reflejo de preocupación en los ojos de su padre. No supo si esto se debía a la bestia o al viaje que estaba a punto de hacer. Su mirada de preocupación le dio confianza, le hizo saber que no estaba sola al sentir temor por lo que vendría, y le confirmó su cariño por ella. Por el más mínimo momento él bajó la guardia y le dio una mirada que sólo ella podía reconocer: el amor de un padre. Se dio cuenta que era difícil para él enviarla en esta misión.
Se detuvo a unos pies de distancia frente a él y todos los hombres guardaron silencio esperando la despedida.
Ella le sonrió.
“No te preocupes, padre,” dijo. “Tú me enseñaste a ser fuerte.”
Él asintió con la cabeza pretendiendo estar confiado, aunque ella sabía que no era así. Después de todo, él principalmente era su padre.
Él volteó hacia arriba examinando el cielo.
“Si tan sólo tu dragón viniera por ti ahora,” dijo. “Podrías cruzar Escalon en tan sólo unos minutos. O mejor aún, podría unirse a tu misión e incinerar a cualquiera que se pusiera en tu camino.”
Kyra sonrió con tristeza.
“Theos se ha ido, padre.”
Él la miró y sus ojos se llenaron de curiosidad
“¿Para siempre?” le preguntó, con el sentimiento de un general que lleva a sus hombres a la batalla, necesitando saber pero con miedo a preguntar.
Kyra cerró los ojos y trató de obtener una respuesta. Esperaba que Theos le respondiera.
Pero sólo hubo un total silencio. Le hizo preguntarse si en algún momento realmente había tenido una conexión con Theos, o si sólo había sido su imaginación.
“No lo sé, padre,” respondió con honestidad.
El asintió con aceptación, con la mirada de un hombre que ha aceptado su situación y decidido a contar sólo con sí mismo.
“Recuerdas lo que – ” empezó su padre.
“¡KYRA!” se escuchó un grito cortando el aire.
Kyra volteó mientras los hombres abrían camino, y su corazón se elevó al ver a Aidan corriendo por las puertas de la ciudad, con Leo a su lado, bajando de un carro que guiaban los hombres de su padre. Él corrió hacia ella tropezando por la nieve con Leo corriendo más rápido y muy adelante de él, y apresurándose a saltar a los brazos de Kyra.
Kyra rio mientras Leo la derribaba y se paraba sobre su pecho con las cuatro patas lamiéndola una y otra vez. Detrás de ella, Andor gruñía de manera protectora y Leo se puso enfrente gruñendo también. Eran dos criaturas intrépidas e igual de protectoras y Kyra se sintió honrada.
Saltó y se puso en medio de los dos deteniendo a Leo.
“Está bien, Leo,” le dijo. “Andor es mi amigo. Y Andor,” dijo volteándose, “Leo es mi amigo también.”
Leo retrocedió a regañadientes, mientras que Andor continuó gruñendo aunque de forma más calmada.
“¡Kyra!”
Kyra volteó mientras Aidan corría hacia sus brazos. Ella lo tomó y lo abrazó fuertemente mientras él hacía lo mismo. Se sintió muy bien al abrazar a su hermano pequeño después de haber pensado que nunca lo volvería a ver. Era lo único que le quedaba de su vida normal después del remolino en que se había convertido su vida, lo único que no había cambiado.
“Escuché que estabas aquí,” dejo apresurado, “y pude hacer que me trajeran. Estoy muy feliz de que estés de vuelta.”
Ella sonrió con tristeza.
“Me temo que no por mucho, mi hermano,” dijo.
Una mirada de preocupación cruzó por su rostro.
“¿Te vas?” le preguntó cabizbajo.
Su padre intercedió.
“Se va a ver a su tío,” explicó. “Tienes que dejarla ir.”
Kyra notó que su padre dijo a su tío y no a tú tío, y se preguntó por qué.
“¡Entonces yo iré con ella!” Aidan insistió orgulloso.
Su padre negó con la cabeza.
“No lo harás,” respondió.
Kyra le sonrió a su hermano pequeño, tan valiente como siempre.
“Nuestro padre te necesita en otra parte,” le dijo.
“¿En el frente?” preguntó Aidan volteando hacia su padre con esperanza. “Tú te irás a Esephus,” añadió de prisa. “¡Lo he escuchado! ¡También quiero unirme!”
Pero él negó con su cabeza.
“Tú te quedarás en Volis,” respondió su padre. “Te quedarás ahí protegido por los hombres que deje atrás. El frente no es un lugar para ti ahora. Ya llegará el día.”
Aidan se enrojeció decepcionado.
“¡Pero padre, yo quiero pelear!” protestó. “¡No necesito quedarme escondido en una fortaleza vacía con mujeres y niños!”
Los hombres se rieron pero su padre se miraba serio.
“Mi decisión está hecha,” respondió cortante.
Aidan frunció el ceño.
“Si no puedo ir con Kyra y no puedo ir contigo,” dijo sin querer rendirse, “¿entonces para qué he aprendido sobre las batallas y sobre cómo usar armas? ¿Para qué ha sido todo mi entrenamiento?”
“Que te crezca vello en el pecho primero, hermanito,” Braxton rio acercándose con Brandon a su lado.
Se escuchó risa entre los hombres y Aidan enrojeció, claramente avergonzado frente a los otros.
Kyra, sintiéndose mal, se arrodilló y lo miró poniéndole una mano en la mejilla.
“Tú serás un mejor guerrero que todos ellos,” le aseguró suavemente para que sólo él pudiera escuchar. “Be paciente. Por lo pronto, cuida a Volis. También te necesita. Hazme orgullosa. Prometo que regresaré y un día pelearemos grandes batallas juntos.”
Aidan pareció consolarse un poco y se acercó y la abrazó de nuevo.
“No quiero que te vayas,” dijo en voz baja. “Tuve un sueño sobre ti. Soñé…” La miró pensativo y con ojos llenos de mied. “…que tu ibas a morir ahí afuera.”
Kyra sintió un impacto por sus palabras, especialmente al ver la mirada en sus ojos. La mortificó. No supo qué decir.
Anvin se acercó y le puso sobre los hombros unas pieles pesadas y gruesas que la calentaron; se levantó y se sintió 10 libras más pesada, pero esto eliminó el golpe del viento y los escalofríos en su espalda. Él le dio una sonrisa.
“Tus noches serán largas y las fogatas estarán lejos,” le dijo dándole un breve abrazo.
Su padre se acercó también y la abrazó, con el fuerte abrazo de un comandante. Ella también lo abrazó perdiéndose en sus músculos, sintiéndose segura.
“Tú eres mi hija,” dijo firmemente, “no lo olvides.” Entonces bajó la voz para que los otros no pudieran oír y dijo: “Te amo.”
Ella estaba abrumada con las emociones; pero antes de que pudiera responder, él se volteó y se apresuró a irse, y en el mismo momento Leo gimió y saltó hacia ella hundiéndole la nariz en el pecho.
“Él quiere ir contigo,” dijo Aidan. “Tómalo; lo necesitarás más que yo simplemente escondido en Volis. Él es tuyo de todos modos.”
Kyra abrazó a Leo sin poder rehusarse ya que no quería irse de su lado. Se sintió consolada con la idea de que se les uniera después de extrañarlo mucho. También podría utilizar otro par de ojos y oídos, y no había nadie más leal que Leo.
Lista, Kyra montó a Andor mientras los hombres de su padre habrían camino. Sostenía antorchas en señal de respeto para ella por todo el puente, alejando la noche y mostrándole el camino. Ella miró hacia el horizonte y vio un cielo que se oscurecía con el campo abierto frente a ella. Sintió excitación, miedo y, sobre todo, un sentido del deber, de propósito. Delante de ella estaba la misión más importante de su vida, una en la que estaba en juego no sólo su identidad, sino también el destino de Escalon. Los riesgos no podrían ser mayores.
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