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Charles Sheffield: El ascenso de Proteo

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Charles Sheffield El ascenso de Proteo

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En el siglo XXII, la combinación de una bio-realimentación potenciada por ordenador con unas nuevas técnicas de quimioterapia ha permitido al ser humano no sólo curarse (eliminando la profesión médica), sino también alterar a voluntad su forma física. La alteración física, sin embargo, presenta aspectos oscuros, y la Agencia de Control de Formas que dirige Behrooz Wolf tiene la misión de impedir que formas ilegales o peligrosas se difundan. Mientras investiga proyectos de apariencia siniestra, Wolf encuentra pistas que lo conducen al mensaje legado hace millones de años por una especie extraterrestre. Más tarde, la recurrente imagen mental de un misterioso Bailarín le llevará a enfrentarse con los rebeldes que, desde el espacio exterior, se oponen al poder de la Tierra. Razones más que suficientes para replantear lo que significa ser humano precisamente en una época en la cual los humanos adquieren cualquier forma física si lo desean y cuando el nuevo Test de Humanidad resulta esencial para identificar a los miembros de la propia especie.

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Nadie pudo responder a esa pregunta hasta que dos especialidades ya maduras y desarrolladas se unieron de manera sorprendente en la década de 1990: la realimentación biológica y el control computerizado de tiempo real.

En la década de 1960 ya se sabía que un humano podía usar dispositivos de realimentación para influir sobre su sistema nervioso autónomo, al extremo de modificar el ritmo de las ondas eléctricas del cerebro. Al mismo tiempo, se habían desarrollado instrumentos controlados por ordenadores, lo cual permitía la realimentación electrónica de señales computerizadas en forma continua y en tiempo real. Ergan Melford había tomado esas dos herramientas básicas y las había hecho trabajar juntas.

Al principio se habían producido éxitos menores, como el reemplazo del cabello y los dientes perdidos. Después de esos comienzos primitivos, los progresos habían sido lentos pero constantes. Al reemplazo de yemas dactilares perdidas pronto siguieron programas para la corrección de disfunciones congénitas, para el tratamiento de enfermedades y para el control de los aspectos degenerativos de la vejez. Eso habría sido suficiente para la mayoría, pero Ergan Melford había visto más allá. Al fundar la Corporación de Equipos Biológicos ya había definido sus objetivos a largo plazo.

El alboroto empezó cuando Melford publicó su primer catálogo general. Se ponían en venta programas que permitían al usuario aplicar el equipo de realimentación biológica para modificar su apariencia: y todos, como bien sabía Melford, querían ser más altos, más bajos, más apuestos o más proporcionados. De pronto se podían comprar programas de cambio de forma para permitir que los hombres y mujeres fueran lo que deseaban ser. Y la empresa de equipos biológicos CEB, propiedad de Ergan Melford en un setenta y cinco por ciento, tenía el monopolio del equipo y los programas, además de las patentes.

En la pantalla, Capman continuaba con su argumentación.

—Yo recuerdo algo que la mayoría de ustedes no recuerdan: los extraños resultados de los primeros días de experimentación en cambio de forma. Eso fue antes de que se definiesen y comprendieran las formas ilegales. Vimos monstruos sexuales, deformaciones físicas, todas las represiones de una generación liberadas en un gran diluvio.

«Ustedes no recuerdan cómo eran las cosas antes de que hubiera una Oficina de Control de Formas. Yo lo recuerdo bien. Era un caos.

Larsen notó que Morris lo miraba.

—En nuestra oficina no estamos lejos del caos. Aún vemos las formas más extravagantes que se puedan imaginar. Supongo que la política actual consiste en sacar el caos de las calles y llevarlo a la Oficina de Control de Formas.

Wolf le pidió silencio, temiendo que Larsen se pusiera a contar anécdotas de la oficina. Capman seguía en la pantalla, construyendo su persuasivo edificio lógico. Tenía gran presencia y convicción. Bey empezaba a comprender el respeto y la reverencia con que Morris y otras personas del hospital hablaban del director.

—Recuerdo todas estas cosas de manera personal, no de oídas. Tal vez ustedes, como miembros de este comité, se pregunten qué tiene que ver todo esto con la propuesta de derribar el Hospital Central y edificar nuevas instalaciones en las afueras de la ciudad. Tiene mucho que ver con ello. En cada uno de los episodios que he mencionado, este hospital, el Hospital Central, este singular edificio, desempeñó un papel clave y crucial. Para la mayoría de la gente este edificio es un monumento al pasado del desarrollo del cambio de forma. Buena parte de ese pasado ha sido inquietante y aterrador, pero debemos recordarlo. Si olvidamos la historia, quizá tengamos que repetirla. ¿Qué mejor recordatorio de nuestro espinoso pasado que la presencia continua de este edificio como centro activo de trabajo? ¿Qué mejor garantía de que el cambio de forma está bajo control y se maneja con prudencia?

Capman hizo una larga pausa y miró a los miembros del comité, enfrentando la mirada de cada hombre y mujer como pidiendo respaldo.

—Concluiré diciendo algo más —dijo—. Para mí, la idea de eliminar semejante monumento al progreso humano es impensable. Por mi parte, no me agradaría trabajar en ningún otro edificio. Gracias.

Capman había ordenado sus papeles y había saludado con un gesto. Ya salía de la sala cuando estallaron los aplausos.

—Ése fue el golpe de gracia —dijo Morris, que también parecía dispuesto a aplaudir—. Me preguntaba si se atrevería a decirlo. Los del comité tiemblan ante la posibilidad de que Capman renuncie si van demasiado lejos. No se atreverán a insistir porque sufrirían presiones de todas partes.

Obviamente había olvidado su irritación con Wolf y Larsen, y cuando se disponían a irse, aseguró a Wolf que colaboraría con él si surgía alguna novedad. Se despidieron cortésmente, pero una vez fuera del hospital manifestaron sus verdaderos sentimientos.

Tohmir! ¿Qué hacemos ahora, John? Eso no nos llevó a ninguna parte.

—Lo sé. Supongo que tendremos que desistir. Rad-Kato cometió un error, y lo hemos seguido hasta el final. ¿No te parece?

—Casi. Lo único que aún no puedo tragar es lo de anoche, la pérdida de esos datos. Es demasiada mala suerte. Admito que las coincidencias son inevitables, pero prefiero examinarlas bien antes de aceptar que sólo se trata del azar. Hagamos un intento más. Llamemos de nuevo a Rad-Kato cuando regresemos a la oficina.

5

—Estoy seguro, señor Larsen. —El estudiante de medicina era joven y obviamente se sentía incómodo, pero su holoimagen mostraba una mandíbula firme y ojos enérgicos—. A pesar de lo que haya dicho el doctor Morris, cuyas opiniones creo adivinar, le aseguro que no cometí un error. La identificación que le di ayer era correcta. Además puedo probarlo.

Larsen frunció los labios y miró a Wolf, que estaba de pie a un lado.

—Lo lamento, Luis, pero ya lo revisamos todo en detalle. En nuestra presencia, sometieron el hígado de la paciente que recibió el trasplante a una microbiopsia. Estábamos allí, y presenciamos cada etapa del proceso. Encontramos otra identificación, y está en los archivos del banco central de datos.

Rad-Kato se sorprendió, pero se negó a ceder.

—Quizá se hayan equivocado de paciente, o quizás ellos cometieron un error.

—Imposible, Luis. —Larsen meneó la cabeza—. Te digo que presenciamos todo el procedimiento.

—Aun así, puedo demostrar que tengo razón. Verá usted, no mencioné esto anoche porque no creí que tuviera importancia, pero quería realizar un análisis de enzimas de la muestra que tomé, además de hacer la identificación cromosómica. No tuve tiempo para hacer todo el trabajo anoche. Así que guardé parte de la muestra en el refrigerador del hospital. Iba a terminar el trabajo esta noche.

Wolf aplaudió exaltado.

—¡Eso es, John! Era hora de tener un respiro. Hasta ahora sólo hemos tenido mala suerte con este asunto. Mira —le dijo a Rad-Kato—, ¿puedes quedarte donde estás hasta que lleguemos allí? Necesitamos parte de esa muestra.

—Claro. Estoy en Fertilidad. Pediré al recepcionista que los envíe a este departamento.

—No, no hagas eso. No digas a nadie, ni siquiera a tu madre, que tienes esa muestra. No hagas nada que sugiera que Control de Formas está interesado en ella. Alguien estará allí dentro de veinte minutos.

Wolf cortó y se volvió a Larsen.

—John, ¿puedes ir allí y traer la muestra de tejido? Trae también a Rad-Kato y haremos la prueba en nuestras propias instalaciones. Yo iría contigo, pero empiezo a tener ciertas ideas sobre lo que está ocurriendo. Necesito ir a un terminal y trabajar con los ordenadores. Si estoy en lo cierto, alguien se ha movido muy deprisa en las últimas veinticuatro horas. Quiero averiguar quién es.

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