Ilya Prakenskii no hizo nada mientras parpadeaba, pero Jonas lo supo, en la manera extraña en que a menudo sabía cosas, que había dado en el clavo.
– Trabajo para Sergei Nikitin.
– ¿Es él el blanco?
– Piensa lo que quieras.
Prakenskii se paró esperando a que Jonas se apartara de su camino.
Jonas sacudió la cabeza.
– No la puedes tener, Prakenskii, no si eres lo que quieres que el mundo crea, y pienso que lo sabes.
Ilya no se molestó en fingir que no entendía.
– Mi relación con Joley Drake no es de tu incumbencia.
– Realmente, lo es. Las Drake son mi familia y las cuido a mi manera.
– ¿Es eso lo que estás haciendo?
Jonas retrocedió, permitiendo a Ilya llevar la bandeja al salón, donde las Drake estaban sentadas, o tumbadas, en sillas, sofás o en el suelo, drenadas de energía, era el precio, después de ayudar a Hannah.
Jonas entrecerró los ojos, mirando como Ilya entregaba con cuidado a cada mujer una taza de té, dándole a Joley la que él había sorbido. Abrió la boca, pero le salió una tos en vez de palabras y Joley frunció el ceño, mirándole mientras sorbía, y después a Ilya.
– ¿Qué has hecho? -preguntó con voz ronca-. Siento una pequeña llamarada.
Jackson cruzó el cuarto para tocar la mejilla de Elle, colocando su cuerpo con cuidado entre ella y el ruso. Jonas lo conocía lo bastante bien como para saber que se había colocado en una posición desde la cual conseguiría un disparo claro si era necesario.
Ilya pareció no advertirlo, pero cuando se apartó de las hermanas, se situó con su espalda a la pared, directamente enfrente de Jackson y de los otros prometidos de las hermanas Drake.
– Puse vitaminas naturales en tu té. Nada venenoso.
Hannah tomó otro trago.
– Tendrás que decirme cómo lo haces. Ya puedo sentir la diferencia.
– Jonas. -Sarah le llamó la atención-. Hay un mensaje para ti de un hombre llamado Duncan Gray. -Se puso derecha en la silla y se echó el pelo oscuro hacia atrás-. Dijo que Petr Tarasov murió hace unas pocas horas por las heridas causadas durante el intento de fuga de la custodia. También dijo que el agente que te mencionó ha sido identificado.
– ¿Quién es Duncan Gray? -preguntó Libby-. ¿Por qué me resulta ese nombre tan familiar?
– Jonas trabajó para Gray cuando salió de los Rangers -dijo Sarah-. ¿Por qué te está llamándote ahora de repente, Jonas? ¿Es algo por lo que preocuparse?
– ¿Quién es Petr Tarasov? -preguntó Joley.
– Petr Tarasov es el hermano de Boris Tarasov, uno de los gángsteres más violentos vivos hoy día -contestó Elle-. Boris Tarasov está buscado por todo el mundo desde fraude hasta asesinatos. El Departamento de Defensa arrestó a Petr por asesinar a uno de sus agentes, y lo tenían en una ubicación desconocida. Hace pocos días, se produjo un intento de liberarlo por parte de la organización de Boris.
– ¿Qué más sabes, Elle? -preguntó Jonas.
– Petr fue disparado y llevado otra vez a una localización no revelada como trato. -Ella miró directamente a Jonas-. Debe haber habido alguien en el Departamento de Defensa dándole información a Boris para encontrar ambas localizaciones, y si no me equivoco, el críptico mensaje para Jonas era para contarle que el traidor ha sido identificado y ahora está muerto.
– ¿Cómo demonios sabes todo eso?-preguntó Jackson.
Elle levantó una ceja hacia él y tomó un sorbo de té para evitar contestar.
Jackson dio un paso, yendo de protector a amenazador en un latido del corazón.
– Tuvimos una discursión acerca de esto, Elle. Te dije que lo dejaras.
Ella se puso de pie, sus ojos oscuros echándole fuego rápidamente.
– Me dijiste un montón de cosas. Te dije que lo dejaras y veo que eres todavía ayudante del sheriff. -Miró a Prakenskii-. Darme órdenes no funciona, Jackson, así que déjalo. Y ahora no es el momento de todas maneras.
– Esto no ha acabado, Elle -dijo Jackson.
– Para mi, sí -replicó ella.
Jonas levantó una mano pidiendo paz, mirando alrededor de la habitación a las mujeres a las que llamaba familia. Estaban cansadas y pálidas, pero el té estaba ayudando.
– Vamos a dejar esto a un lado por ahora. Todos estamos cansados y disgustados.
– Tengo unas pocas noticias que te pueden interesar -dijo Ilya, mirándolo de cerca-. Corre el rumor de que cuatro de la banda de Boris Tarasov desaparecieron y cuando el quinto largó las primicias, contaba un cuento atroz sobre una casa comiendo hombres, árboles cobrando vida y ventanas rompiéndose y reparándose a si mismas, Boris le puso un arma en la cabeza y le disparó.
Jonas estaba absolutamente quieto. Todo en él se congeló. Las noticias fueron como un puñetazo en sus tripas. Duro. De ningún sitio. Completamente debilitador. Por un momento no pudo pensar o moverse, su mente gritando una negativa. Era imposible que Boris Tarasov lo conectara con el arresto de Petr. Imposible . El vistazo a hurtadillas y furtivo en el callejón no había estado en los libros. Gray había escogido a Jackson y a Jonas él mismo. Nadie más sabía que habían estado allí excepto Gray, y Jonas confiaba en él implícitamente.
El silencio se alargó. La tensión en el cuarto subió.
¿Le había visto alguien? ¿Le reconocieron? Nadie en San Francisco sabría quién era. Un extraño introducido, sin nombre, ni conexión. Había ido a la clínica, pero no había utilizado su propio nombre. Había sido cuidadoso para no ser identificado, cuidadoso de no tocar nada en la habitación. Nadie podía identificarlos.
Su mirada saltó a Hannah. La amaba con cada aliento de su cuerpo. No podía ser responsable del ataque. No podía ser responsable…
El ataque. El dolor. El terror. Su vida destruida a causa de él.
Sus ojos se encontraron con los suyos a través del cuarto con un conocimiento repentino, en una completa y total desesperación.
– La foto. -Sus pulmones ardieron-. Dios. Oh, Dios. La jodida foto, Hannah.
No podía mirarla, a ninguno de ellos. Sin una palabra se giró y salió del cuarto, cerrando de golpe la puerta de la cocina con tal fuerza que tembló la casa. Una silla golpeó la puerta con un siniestro golpe y el sonido de cristales rotos le siguió.
Jackson se dirigió hacia la cocina. Las hermanas Drake empujaron y se levantaron de las sillas. Sus prometidos las siguieron. Hannah les siguió a la puerta y se detuvo enfrente de ella, bloqueando el paso.
– No. Dejadle solo. Todos. Dejadle. -Sus ojos azules brillaban con real amenaza, manteniéndolos atrás-. Esto es mío. No importa el qué, quedaos fuera.
Lo decretó, encarándose con ellos, sabiendo lo que estaba mal, Jonas nunca querría que lo vieran tan completamente fuera de control.
Sarah asintió y ondeó la mano hacia sus hermanas para volver al salón. Esperó a que los hombres las siguieran de mala gana antes de apretar la mano de Hannah y dejarla sola.
Hannah respiró hondo y con cuidado abrió la puerta. Deslizándose dentro, giró la cerradura y dio una mirada alrededor de la habitación. Las sillas estaban volcadas, una estaba rota. Los platos estaban rotos en el suelo. Jonas estaba al otro lado de la habitación, sus brazos y hombros moviéndose rítmicamente mientras golpeaba la pared con el puño. Con cada golpe, la sangre salpicaba y él juraba obscenamente. Su cara era una máscara de furia, los puñetazos despiadados.
Hannah dio un paso con cuidado alrededor de los vidrios rotos, poniéndose deliberadamente a su vista.
– Jonas. Para. Sea lo que sea, pase lo que pase, podemos encargarnos de ello.
Giró hacia ella, sus ojos vivos con dolor.
– ¿Podemos, Hannah? -negó con la cabeza-. No hay manera de encargarse de esto. Ni ahora, ni nunca.
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