Jackson señaló hacia el edificio y Jonas maldijo por lo bajo. Dio un paso tentativo de vuelta hacia las sombras, con el estómago pesado, cada cosa que había comido o bebido en las últimas horas empujando hacia arriba. El terrible retortijón le produjo otra oleada de mareo y martillos perforadores zapatearon una macabra danza, abriendo su cráneo. El sudor goteó, la sangre corrió y la realidad se retrajo solo un poco más.
Jackson le pasó un brazo bajo los hombros.
– ¿Necesitas que te lleve?
Necesitarían el arma de Jackson si iban a hacerlo. Jonas tenía que encontrar una forma de ahondar profundamente en su interior y permanecer en pie, cruzar la distancia y escalar hacia la libertad con dos balas en su interior, y una herida todavía fresca de un disparo anterior. Sacudió la cabeza y dio otro paso, apoyándose pesadamente en Jackson.
Hannah, nena. Ahora o nunca. Envió la silenciosa plegaria a la noche, porque si alguna vez había habido un momento en que él realmente necesitara las inusuales habilidades de ella, era ahora.
El viento respondió, alzándose rápida y furiosamente. Sopló callejón abajo con la fuerza de un huracán, aullando y arrancando trozos de madera de los edificios. La basura se arremolinó, alzándose en el aire y volaba en todas direcciones. Cajas de cartón y otras basuras fueron lanzadas por el aire, golpeando cualquier cosa a su paso mientras el viento se abría paso hacia la parte de atrás del callejón, donde giró y empezó a correr en un horrendo círculo más y más apretado, más y más rápido, cogiendo más velocidad y ferocidad.
El viento nunca tocó ni a Jackson ni a Jonas; en vez de eso, se movió alrededor de ellos creando un capullo, construyendo un escudo de polvo y basura alzados para formar una barrera entre ellos y el mundo.
Mantente a salvo. Dos pequeñas palabras, envueltas en sedas, satén y suaves colores.
– Tenemos que movernos -dijo Jackson.
Jonas obligó a sus pies a continuar arrastrándose, cada paso retorcía sus entrañas, el dolor rechinaba atravesando su cuerpo hasta que sólo pudo apretar los dientes e intentar exhalarlo fuera. Sus esfuerzos no funcionaban. Hannah. Nena. No creo que vaya a poder volver a casa contigo.
El viento se alzó a la altura de un chillido de protesta, lanzándolo todo por el aire a su paso. Brazos y piernas se enmarañaron cuando los hombres cayeron o se estrellaron contra los costados de los edificios junto con la basura. Jonas podía oír los gritos y gruñidos de dolor cuando sus enemigos, capturados por el antinatural tornado, eran lanzados por la furia del viento.
Jonas se tambaleó, arreglándoselas para sostenerse a sí mismo, pero el dolor y las oleadas de mareo y náusea eran sus enemigos ahora. Su estómago se revolvió y el suelo se inclinó. La negrura perfiló su visión. Se tambaleó de nuevo, y esta vez, estuvo seguro de que caería, sus piernas se volvieron de goma. Pero antes de que pudiera caer, sintió la presión del viento casi elevándole, sosteniéndole, envolviéndole y alzándole en brazos seguros.
Dejó que el viento tomara su peso y le cargara hasta la escalera. Jackson retrocedió para dejar que Jonas subiera primero, todo el rato vigilando el callejón y los edificios circundantes, entrecerrando la mirada contra la fuerza del viento.
Jonas extendió los brazos hacia el último peldaño de la escalera y un dolor candente estalló a través de él, haciéndole caer de rodillas. Al instante el viento acarició su cara, una suave ráfaga, como si una pequeña mano le tocara con dedos gentiles. A su alrededor rabiaba virtualmente un tornado, pero algunas hebras se separaban de la arremolinante masa y parecían alzarle en fuertes brazos.
Dejó que Jackson le ayudara a ponerse en pie, alentado por el viento, y lo intentó de nuevo, trabajando con el vendaval de Hannah, permitiendo que la fuerza ascendente le ayudara mientras flexionaba las rodillas y saltaba para cerrar el espacio entre él y el último escalón. El viento le empujó y alcanzó el siguiente peldaño antes de que su cuerpo pudiera absorber el shock de soportar su peso.
En alguna parte en la distancia, oyó a alguien gemir roncamente de agonía. Su garganta parecía al rojo vivo y su costado ardía, pero dejó que el viento empujara y empujara hasta que estuvo subiendo por la escalera hasta el tejado. Gateó hasta el techo, rezando por no tener que subir de nuevo, sabiendo que no tenía elección.
Jackson dejó caer una mano sobre su hombro cuando Jonas se arrodilló sobre el edificio, luchando por coger aire.
– ¿Tienes fuerzas para otra carrera?
Sus oídos tronaban tan ruidosamente, que Jonas casi se perdió el débil susurró. Demonios no. ¿Era eso lo que parecía? Asintió y apretó la mandíbula, luchando por volver a ponerse en pie. La lluvia era implacable, cayendo sobre ellos, conducida lateralmente por el viento, pero aún así parecía envolverlos en un capullo de protección.
Abajo, oyeron gritos cuando unos pocos de los hombres más valientes intentaron seguirlos por la escalera. El viento ganó fuerza, golpeando el edificio tan duramente que las ventanas se sacudieron y la escalera de incendios traqueteó amenazadoramente. La escalera se meció con tanta fuerza que los pernos y tornillos empezaron a soltarse y cayeron hacia la calle de abajo. El viento capturó las pequeñas piezas de metal y las envió como misiles letales contra los hombres que intentaban subir a toda prisa los escalones.
Los hombres gritaron y soltaron la escalera, saltando a tierra en un intento por alejarse de la explosión de pernos que se lanzaban hacia ellos. Algunos de los pernos se hundieron profundamente en la pared y otros en carne y hueso. Los gritos se volvieron frenéticos.
– Demonios, Hannah está realmente cabreada -dijo Jackson-. Nunca he visto nada parecido. -Pasó el brazo alrededor de Jonas y medio le alzó sobre sus pies.
Jonas tenía que estar de acuerdo. El viento era el medio de acción favorito de Hannah y podía controlarlo. Y demonios, lo estaba controlando. No quería pensar en cuanta de esa furia podía estar dirigida hacia él. Había prometido a las hermanas Drake que no volvería a hacer este tipo de trabajo. Ellas sabían que había arrastrado a Jackson con él, y decirles que Jackson había insistido en venir no serviría de nada para sacarle del apuro.
Se concentró en su respiración, en contar pasos, en cualquier cosa excepto en el dolor mientras Jackson le arrastraba por el tejado hasta el borde. Jonas sabía lo que se avecinaba. Iba a tener que saltar y aterrizar en el otro tejado, donde podrían bajar a la calle a salvo. Hannah contendría a los gánsters rusos tanto como pudiera, pero solamente Sarah estaba en el país para ayudarla y la fuerza de Hannah tarde o temprano se agotaría. Estaría totalmente sola en la almena del capitán a la intemperie. Odiaba eso, odiaba lo que le había hecho.
– ¿Puedes hacerlo, Jonas? -preguntó Jackson, su voz era áspera y chillona.
Jonas evocó a Hannah de pie en la almena del capitán mirando al mar. Alta. Hermosa. Sus grandes ojos azules feroces mientras se concentraba, las manos en el aire, dirigiendo el viento mientras canturreaba.
Si no podía hacerlo, no volvería a Hannah, y no le había dicho ni una sola vez que la amaba. Ni una vez. Ni siquiera cuando sentada junto a su cama del hospital le daba fuerzas para que se recuperara le había dicho realmente las palabras. Las había pensado, soñado con decirlas, una vez incluso había empezado, pero no quería arriesgarse a perderla así que había permanecido en silencio.
Él protegía a la gente, eso era lo que hacía, quién era. Sobre todo, protegía a Hannah, incluso de sí mismo. Sus emociones siempre eran intensas; su rabia incontrolable, su necesidad de ella, el puro deseo que sentía cuando pensaba en ella. Había aprendido a ocultarle sus emociones desde que era un muchacho, cuando había comprendido que era empática y le hacía daño leer a la gente todo el tiempo. Había estado ocultando sus sentimientos tanto tiempo que era una segunda naturaleza para él, y sin importar el momento, siempre caía en la vieja excusa de que su trabajo la pondría en peligro.
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