Samuel Pérez Millos - Comentario al libro de Josué

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El Comentario al libro de Josué de Samuel Pérez Millos es el estudio bíblico más actual y amplio que existe en español.
Está organizado en esta estructura:
Contexto histórico al libro, que incluye datos de historia, antropología, arqueología, sociología, lingüística, usos y costumbres, geografía, filosofía de la religión y otras áreas de conocimiento que ayudan a enriquecer la comprensión del mundo bíblico.
Estudio y exposición exegética versículo a versículo o pasaje a pasaje o los términos claves más importantes del texto.
Aplicación pastoral/ministerial con ayudas y exhortaciones prácticas.
Incluye 23 excursos o apéndices, para ampliar sobre un tema relevante.
Incluye infografías, gráficas y tablas.

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5. Ferezeos

Son el único pueblo de la lista de siete que se está considerando, que no aparece en la lista de descendientes de Canaán en Génesis 10:15-18. Este dato se ha puesto en relación con el significado etimológico de la palabra ferezeos, que significaría los moradores de la montaña o los aldeanos. Este significado cobra validez cuando se contrasta con la lista de Génesis 10.

No se sabe nada de ellos fuera de la Biblia. En ella son siempre mencionados en relación a otro pueblo, relacionándolos con los jebuseos en las montañas (Josué 11:3), con los cananeos cerca de Bet-el (Génesis 13:7), cerca de Siquem (Génesis 34:30) y en las montañas de Judea (Jueces 1:4ss) en relación con los refaitas (Josué 17.15). En ningún caso se aportan datos para conocer su cultura o su forma de vida, por lo que no se puede decir nada más que lo que acaba de reflejarse.

6. Gergeseos

Nada se sabe de este pueblo que acompaña a los otros seis en la lista de pueblos de Canaán32.

Debe ser una tribu o quizás un clan que figura entre los descendientes de Canaán (en las consabidas listas de Génesis 10 y 1 Crónicas 1) y la parte de la muy mezclada población de Canaán, según se describe en la promesa original a Abraham (Génesis 15:21). Llegado el momento, fueron derrotados por Israel (Deuteronomio 7:1; Josué 3.10; 24:11).

En el norte del Ugarit cananeo se han encontrado pruebas indirectas de la presencia de los gergeseos entre los siglos XIV y XII a.C. en base a dos nombres personales escritos en ugarítico. Probablemente, los gergeseos bíblicos y ugaríticos sean diferentes de un pueblo del Asia Menor llamado Karkisa en los anales hititas y con el que se creían relacionados hasta hace pocos años. En cualquier caso, el conocimiento de ellos se puede decir que es nulo.

7. Jebuseos

Este pueblo es un interesante ejemplo de un clan cananeo que fue capaz —al menos en lo que concierne a su principal ciudad fortificada, Jebús (Jerusalén)— de resistir a la presión de los israelitas conquistadores durante más de doscientos años. El topónimo de Jebús puede ser un simple derivado del jebuseo, mientras que Jerusalén (Urusalim), es un nombre que se remonta, por lo menos, a la época de Amarna. Jebús se encuentra en Josué 18:28; Jueces 19:10, 11, 14; 1 Crónicas 11:4, 5, pero puede tratarse de un término artificioso. Los jebuseos son enumerados con el resto de clanes cananeos en Génesis 10.16. Adonisedec es considerado a la vez como un rey jebuseo y amorreo en Josué 10:5. Puede ser que los jebuseos fuesen realmente amorreos, pues este término tiene un sentido etnológico muy amplio (Ezequiel 16:3-45), mientras que jebuseo sería más bien una designación geográfica33.

Jebús fue quemada después de ser capturada por los hombres de Judá (Jueces 1:8), pero sus habitantes originales recuperaron el control, al menos hasta el ataque dirigido por David (2 Samuel 5:6). Se permitió a los jebuseos permanecer en el monte del templo hasta que se les compraran las tierras o fueran absorbidos por los habitantes de Judea, quienes construyeron una zona habitacional en Sión (Jueces 1:21; 19:11)34.

C. El pueblo egipcio

No es posible concluir este trabajo sin mencionar, con la brevedad exigida, algunos aspectos de la forma de vida, la sociedad y otros detalles sobre un pueblo que no aparece mencionado en el libro de Josué, pero que entendemos que, sin una referencia a él, este trabajo pecaría por defecto, dejando al margen el pueblo más importante de aquella época. Nos estamos refiriendo a los Egipcios.

La historia de este pueblo ha sido dividida tradicionalmente en tres períodos denominados sucesivamente: Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo, con dos períodos entre ellos designados como períodos intermedios. La época que se considera corresponde con la del Imperio Nuevo (1552-1069 a.C.), ya que se ha propuesto y considerado como la datación más probable para el Éxodo entorno al año 1445 a.C. y para el libro de Josué alrededor del año 1405 a.C. Por tanto, todo lo que sigue a continuación es una reseña sencilla de los usos y costumbres de los egipcios en tiempos del Imperio Nuevo. También se dará una pequeña bibliografía sobre la historia de Egipto, recomendado algunos textos para una mayor profundización en el tema. Igualmente, comentar que el lector se dará cuenta que no hemos tratado el tema de la Religión Egipcia que tan popularizada ha sido. La razón para ello es bien sencilla: en ningún texto de la Escritura se hace referencia a ella y, por tanto, su influencia en la forma de vida de los israelitas nunca ha sido considerada. Ello nos induce a considerar innecesario un tratamiento de ella, por muy interesante que personalmente pareciera el tema.

1. El Estado

1.1. La administración

En Egipto Antiguo no existió un concepto de Estado comparable al de polis en Grecia o al de res publica en Roma. No obstante, existió un estado con todos los órganos de dirección y administración, pero las competencias de estos no están definidas de una manera clara y, por ello, resulta a veces farragoso tratar de ordenarlos racionalmente. A principios del Imperio Nuevo (ca. 1550), desaparecen algunos cargos como el de portador del sello real, que pasa a tener un contenido meramente de prestigio. Igualmente, se constata que no hay ninguna oficina administrativa dirigida por el mer nenuti o superintendente de la residencia. También deja de funcionar como colegio jurídico del visir los Diez grandes del Alto Egipto. Esto hace pensar que, a comienzos del Imperio Nuevo, hubo una reorganización de la administración en la que destaca la importancia que toma el hijo real de Jush que administra el sur de Egipto. Se afirma la antigua división del visirato desde Tutmosis III (1501-1450). Se presta atención a la administración de Siria, que se hace desde Menfis y no desde Tebas. Es típico de la época la importancia del ejército y de sus caudillos, que van entrando en los puestos de la administración del estado. También es típico de la época, a mediados de la Dinastía XVIII, los cargos de mayordomo y de senescal.

Durante el reinado de Amenofis II (1449-1421), hubo un cambio en la administración. El rey se rodeó de gentes de su generación que se habían criado con él como pajes de la corte. Con Tutmosis IV (1421-1412) surgieron conflictos entre el faraón y la burocracia, tanto civil como de los templos, conflictos que la documentación no atestigua explícitamente pero que son conocidos a través de las biografías y alusiones que se conservan. Estos conflictos desembocarían en la crisis amárnica con un enfrentamiento directo. Parece que el núcleo más duro de estos funcionarios era el tebano, lo que explicaría que, en ciertos momentos posteriores, los grandes funcionarios procedieran del norte, concretamente de Menfis. La llamada crisis amárnica consistiría en la ruptura de Akhenatón (1364-1347 a.C.) con el pasado, no solo en la lucha con el sacerdocio tebano y la ideología que propugnaban, sino con la búsqueda de apoyo en el ejército para construir un mundo de pensamiento ya no vinculado con la tradición. Con todo esto desaparece un tipo de funcionarios, y en la época de Homremheb (1333-1305) la administración sale del ejército y de entre extranjeros que se suponen más afectos a la corona. Estos funcionarios de nuevo cuño se fabrican árboles genealógicos ficticios, porque en el fondo tienen aspiraciones de permanencia a la vez que se esfuerzan en demostrar que son egipcios de pura cepa. En tiempos de Ramsés II (1290-1224) la nueva capital de Pi-Ramsés en el Delta Oriental, agrupa a un funcionariado típico porque los altos cargos no se entierran allí, sino en sus provincias de origen, a diferencia de los de la primera época de la Dinastía XVIII, que se enterraban en la necrópolis tebana. Continúa la extracción militar de ellos. La consecuencia de la falta de una clase productora de familias de funcionarios es la intervención de los senescales reales en la corte, que desempeñan papeles muy variados; en consecuencia, ya no se da, o se da cada vez menos, que se hereden los cargos. En todo caso hay que tener presente que en Egipto el rey es, en última instancia, el que concede el empleo y quien derriba al funcionario que pierde su confianza. Las biografías idealizadas que se conocen dejan entrever un tipo de servidor del estado que está en la tradición egipcia clásica. Este debía ser reflexivo, exacto, incorruptible, sincero e inteligente. El visir que no se enfada contra los que piden con el corazón en la mano, que no juzga parcialmente o recibe corruptelas; el sacerdote que no mete el diente a las ofrendas, o divulga los misterios; el escanciador callado, dueño de sí mismo y amistoso; todos estos son ejemplos idealizados de algunos funcionarios del Egipto Antiguo, según aparecen en las biografías. La educación del funcionario en los buenos tiempos se hace por el magisterio del padre y después se sustituye por las “enseñanzas” que se han transmitido en la tradición.

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