Mirian Ethel Barberena - La enseñanza de la ética a través de la Regla de Oro

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La enseñanza de la ética a través de la Regla de Oro: краткое содержание, описание и аннотация

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La enseñanza de la ética a través Regla de Oro nos invita a pensar desde una nueva perspectiva los desafíos que enfrentan hoy las escuelas secundarias, instituciones concebidas como selectivas y expulsivas pero que hoy necesitan incluir a todos los jóvenes. Lejos de llevarnos a la convivencia armónica que imaginó Rousseau, el proyecto de la Modernidad, con su promesa de democracia creciente, nos ha traído a un presente donde las desintegraciones se manifiestan en la violencia social y en la interioridad de las personas.
Frente a esta crisis, algunos miran con nostalgia un pasado donde los conflictos se resolvían desde el llamado paradigma punitivista que en apariencia posibilitaba escuelas más ordenadas.
La autora, en cambio, piensa que la salida es hacia un futuro con más y mejor democracia. Y de la mano de Paul Ricoeur y de Silo afirma que un camino es practicar y enseñar la Regla de Oro: «Trata a los demás como quieres que te traten»; un principio que los filósofos encuentran, no inventan.
A pesar de que algunos ven a esta regla como ingenua -un trivial dicho, al decir de Kant-, en la argumentación expuesta a lo largo del trabajo se mostró cómo la obediencia a la Regla de Oro es un camino ético que borra la distancia entre la obediencia externa (que caracteriza a la personalidad autoritaria que posibilitó Auschwitz) y la obediencia a lo mejor del sí mismo. Y, desde su experiencia desde adentro de las instituciones y del testimonio que surge de las entrevistas analizadas, la autora nos muestra el potencial que tienen las escuelas secundarias para contribuir a una sociedad más democrática y más justa.
Una obra que contribuye a repensar el trabajo para la buena convivencia en las escuelas pero también en otras organizaciones o instituciones.

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Al final de la Ética, con el realismo que lo caracteriza, admite Spinoza que la vía que ha mostrado, que conduce al logro de convertir en sabio al ignorante “parece muy ardua”. Pero como en Spinoza tenemos junto al realismo lúcido un gran optimismo, también nos dice que a esta vía “es posible hallarla” (E5 P42, Escolio).

Los que han alcanzado la sabiduría viven de acuerdo a las leyes de la razón. Saber y actuar son dos aspectos que para Spinoza van juntos. Los conocimientos adecuados son los que nos permiten actuar. Los hombres tenemos la posibilidad de ser activos solo en la medida en que nuestra mente5 tiene ideas adecuadas, de lo contrario estrictamente no actuamos sino que padecemos:

Nuestra mente obra ciertas cosas, pero padece ciertas otras; a saber: en cuanto que tiene ideas adecuadas, entonces obra necesariamente ciertas cosas, y en cuanto que tiene ideas inadecuadas, entonces padece necesariamente ciertas otras. (E3 P1)

Los hombres estamos en general muy lejos de darnos cuenta de la situación en la que nos encontramos, y confundimos el padecer con el actuar. En el padecer no somos libres, justamente somos efectos de causas que desconocemos, por eso padecemos. Por esta falta de conciencia vivimos imaginando que actuamos libremente, idea sobre la que Spinoza insiste una y otra vez:

(…) los hombres se imaginan ser libres, puesto que son conscientes de sus voliciones y de su apetito, y ni soñando piensan en las causas que les disponen a apetecer y querer, porque las ignoran. (E1, Apéndice)

(…) los hombres se equivocan al creerse libres, opinión que obedece al solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignorantes de las causas que las determinan. Y, por tanto, su idea de “libertad” se reduce al desconocimiento de las causas de sus acciones, pues todo eso que dicen de que las acciones humanas dependen de la voluntad son palabras, sin idea alguna que les corresponda. (E2 P35, Escolio)

De modo que la experiencia misma, no menos claramente que la razón, enseña que los hombres creen ser libres sólo a causa de que son conscientes de sus acciones, e ignorantes de las causas que las determinan. (E3 P2, Escolio)

Ahora bien, ¿qué nos propone Spinoza en la Ética para salir de este estado de ignorancia y alcanzar el conocimiento adecuado y la libertad? Es lo que trataremos de sintetizar a continuación.

La principal dificultad con la que nos enfrentamos los seres humanos para actuar con libertad es que estamos condicionados por los afectos. Los afectos tienen sobre nosotros una fuerza tal que nos someten a la “servidumbre”, somos impotentes de moderarlos y reprimirlos, y “aún viendo qué es lo mejor” nos sentimos inclinados a hacer lo que es peor (E3, Prefacio).

Por esta razón, Spinoza dedica la 3ra Parte de la Ética a estudiar “el origen y la naturaleza de los afectos” y la 4ta Parte a estudiar “la servidumbre humana o la fuerza de los afectos”.

Los hombres no actúan libremente porque en realidad toman sus decisiones por sus afectos, no por razones:

(…) porque las decisiones de la mente (mentis) no son otra cosa que los apetitos mismos, y varían según la diversa disposición del cuerpo, pues cada cual se comporta según su afecto, y quienes padecen conflicto entre afectos contrarios no saben lo que quieren, y quienes carecen de afecto son impulsados acá y allá por cosas sin importancia. (E3 P2, Escolio)

Esta es la razón por la cual los hombres, aunque deseen vivir en armonía no lo logran, ya que son “semejantes a las olas del mar agitadas por vientos contrarios” (E3 P59, Escolio), y “queriendo todos ser amados o alabados por todos, resulta que se odian entre sí” (E3 P31, Escolio).

En el conocimiento adecuado de los afectos está nuestra posibilidad de alcanzar la libertad humana, que es lo que desarrolla en la 5ta y última Parte: “Del poder del entendimiento o de la libertad humana”.

La propuesta que nos hace Spinoza sobre cómo alcanzar la libertad se deduce de lo que nos planteó en la metafísica que describió en la 1ra Parte “De Dios” y en la teoría del conocimiento que planteó en la 2da Parte “De la Naturaleza y origen de la mente”. Spinoza plantea que existe una sola sustancia, a la que también menciona como Dios o la Naturaleza; esa sustancia tiene infinitos atributos, de los cuales los seres humanos, conocemos solo dos, la extensión y el pensamiento.

Los seres humanos somos “modos finitos”, “cosas singulares”, no somos sustancia.6 Nos manifestamos, existimos en una dimensión mental y en una dimensión corporal, “el hombre consta de mente y cuerpo” (“hominem mente et corpore constare”) (E2 P13, Corolario). Como esas dos dimensiones son dos manifestaciones de una única sustancia, entre esas dos dimensiones existe un paralelismo, y todo lo que se manifiesta en una dimensión se manifiesta en la otra; pero lo que corresponde a una dimensión no puede alterar a la otra. Las ideas, que pertenecen a la dimensión mental, no pueden modificar los afectos, que pertenecen a la dimensión corporal. Las ideas entran en contacto con las ideas, y los afectos con los afectos. Justamente las Partes 3ra, 4ta y 5ta describen los sutiles mecanismos por los cuales se relacionan esas dos dimensiones.

Spinoza define así los afectos:

Por afectos entiendo las afecciones del cuerpo, por las cuales aumenta o disminuye, es favorecida o perjudicada, la potencia de obrar del mismo cuerpo, y entiendo al mismo tiempo, las ideas de esas afecciones. (E3, Definición 3)

Los afectos pueden ser acciones o pasiones: “si podemos ser causa adecuada de alguna de esas afecciones, entonces entiendo por ‘afecto’ una acción; en los otros casos, una pasión” (E3, Definición 3). La alegría y la tristeza son las dos pasiones básicas: las pasiones tristes son las que disminuyen nuestra potencia de obrar; por el contrario, las pasiones alegres son las que aumentan nuestra potencia de obrar. Son ejemplos de pasiones tristes el miedo, el odio, la envidia, la desesperación y muchas otras; de pasiones alegres son ejemplos el amor, la esperanza, la seguridad, la aprobación, el contento de sí mismo, la misericordia, el agradecimiento entre otras. De cada una de ellas da una definición y explicación en la última sección de la 3ra Parte. Son estas pasiones las que nos hacen vivir agitados como las olas del mar. Sin embargo, al cobrar conciencia de este estado aparece la posibilidad de liberarnos, ya que “un afecto que es una pasión deja de ser una pasión tan pronto como nos formamos de él una idea clara y distinta” (E5 P3).

Por esto, en su concepción, el conocimiento también se expresa en su dimensión corporal: “El conocimiento del bien y el mal no es otra cosa que el afecto de la alegría o el de la tristeza, en cuanto que somos conscientes de él” (E4 P8). Por ejemplo, en la Proposición 12 nos dice: “La mente se esfuerza, cuanto puede, en imaginar las cosas que aumentan o favorecen la potencia de obrar del cuerpo”. Así, en el conocimiento de esos mecanismos es que aparece la posibilidad de la libertad humana. El desconocimiento del mecanismo de los afectos en el marco general del funcionamiento de la naturaleza es lo que explica por qué los buenos consejos de los hombres sabios no son obedecidos, ya que no explican la “impotencia e inconstancia humanas” por “la potencia común de la naturaleza”, y se la atribuyen “a no sé qué vicio de la naturaleza humana” (E3, Prefacio).

Con el planteo del paralelismo, Spinoza intentó explicar cómo se relacionan la mente y el cuerpo. Él conocía bien la explicación que años antes había dado Descartes en Las pasiones del alma y no le satisfacía. En el Prefacio de la 5ta Parte presenta con cierto detalle la función que asigna Descartes a la glándula pineal (que sería el medio por el cual el alma incide sobre el cuerpo) y a “los espíritus animales”; afirma que estas explicaciones, si no fuera que “son tan ingeniosas” le resultaría difícil de creer “que provenían de un hombre tan eminente”. El núcleo de su refutación lo podemos presentar así:

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