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Lois Bujold: Hermanos de armas

Здесь есть возможность читать онлайн «Lois Bujold: Hermanos de armas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1999, ISBN: 84-406-9289-7, издательство: Ediciones B, категория: Космическая фантастика / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

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Lois Bujold Hermanos de armas

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El inefable Miles Vorkosigan se encuentra en esta ocasión en la Tierra, sin dinero y con los dolores de cabeza que le da el interpretar a dos personajes a la vez con sus respectivos enemigos. La situación se complica cuando algunos de sus hombres organizan un escándalo en una tienda de licores cuando la máquina no les acepta la tarjeta de crédito. Por culpa de una periodista perspicaz Miles se ve obligado a dar una nueva vuelta de tuerca en su farsa: decide que su otra identidad es en realidad un clon suyo, y engaña a la periodista. Sin embargo, lo que no se podía esperar es que realmente un clon suyo estuviera dispuesto a reemplazarle.

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»Mientras el caso esté pendiente, y a falta de pruebas de traición, continuará con sus deberes en la embajada. No me dé las gracias —añadió sombrío, mientras Miles sonreía, Ivan reprimía una risotada y Galeni parecía un poquitín menos envarado—, ha sido a petición del embajador. Pueden retirarse todos.

Miles contuvo las ganas de echar a correr antes de que Destang cambiara de opinión; le devolvió el saludo y caminó con normalidad hacia la puerta. Cuando la alcanzaron, Destang añadió:

—¿Capitán Galeni?

Galeni se detuvo.

—¿Señor?

—Mi más sentido pésame —las palabras podrían haberle sido sacadas con tenazas, pero su incomodidad era quizás una medida de su sinceridad.

—Gracias, señor.

La voz de Galeni carecía por completo de emoción, pero consiguió hacer un ligero gesto de reconocimiento con la cabeza.

Las compuertas y los pasillos de la Triumph resonaban ruidosamente con el regreso del personal, la colocación definitiva del equipo, las reparaciones de los técnicos y la carga de los últimos suministros. Ruido, pero no caos; energía y propósito, pero no frenesí. La ausencia de frenesí era buena señal, considerando cuánto tiempo llevaban amarrados. Los duros suboficiales de Tung no habían permitido que los preparativos de rutina aguardaran hasta el último minuto.

Miles, con Elli a su espalda, fue el centro de un huracán de curiosidad desde el momento en que subió a bordo. «¿Cuál es el nuevo contrato, señor?» La velocidad con que los rumores esparcían especulaciones a la vez absurdas y temerarias era sorprendente. Despidió a los especuladores con un repetido: «Sí, tenemos un contrato… Sí, salimos de la órbita. En cuanto estén preparados. ¿Está preparado, amigo? ¿Está preparado el resto de su escuadrón? Entonces tal vez será mejor que vaya a echarles una mano…»

—¡Tung! —Miles saludó a su jefe de personal. El grueso eurasiático iba vestido de civil y cargado de equipaje—. ¿Recién llegado?

—Me marcho. ¿No te localizó Auson, almirante? Llevo una semana intentando ponerme en contacto contigo.

—¿Qué? —Miles lo llevó aparte.

—He entregado mi dimisión. Voy a aprovecharme de mi opción de retiro.

—¿Qué? ¿Por qué?

Tung sonrió.

—Felicítame. Voy a casarme.

—Enhorabuena —croó Miles, aturdido—. Ah… ¿cuándo ha sido eso?

—Durante el permiso, claro. Ella es mi prima segunda política. Viuda. Lleva dirigiendo un barco de turistas en el Amazonas ella sola desde que murió su marido. Es la capitana y la cocinera también. Prepara un cerdo moo shu frito para chuparse los dedos. Pero se está haciendo un poco mayor… necesita algo de músculos —Tung, macizo como una bala de cañón, sin duda podría proporcionárselos—. Vamos a ser socios. Demonios, cuando acabes de pagarme la Triumph , hasta podríamos pasarnos sin turistas. Si alguna vez quieres hacer esquí acuático en el Amazonas detrás de un hoverbarco de cincuenta metros, hijo, pásate por allí.

Y las pirañas mutantes podrían comerse lo que quedara, sin duda. El encanto de la visión de Tung pasando sus años de ocaso contemplando… ocasos, desde la cubierta de un barco fluvial, con una gruesa (Miles estaba seguro de que era gruesa) dama eurasiática en su regazo, una bebida en una mano y engullendo cerdo moo shu con la otra, quedó en segundo plano mientras Miles reflexionaba sobre: a) lo que iba a costarle a la flota comprarle a Tung su parte de la Triumph ; b) el enorme agujero en forma de Tung que iba a quedar en su estructura de mando.

Sollozar, sudar o correr a saltitos no eran respuestas válidas, así que Miles preguntó con cautela:

—Ah… ¿seguro que no te aburrirás?

Tung, malditos fueran sus agudos ojos, bajó la voz y respondió a la auténtica pregunta.

—No me marcharía si no pensara que eres capaz de manejarte solo. Has mejorado mucho, hijo. Sigue como hasta ahora —sonrió de nuevo e hizo crujir sus nudillos—. Además, tienes una ventaja que no comparte ningún otro comandante mercenario de la galaxia.

—¿Cuál? —picó Miles.

Tung bajó aún más la voz.

—No tienes que obtener beneficios.

Y eso, y su sardónica sonrisa, fue lo más cerca que el avispado Tung estuvo jamás de admitir que hacía tiempo que había adivinado quién era su auténtico jefe. Saludó al marcharse.

Miles tragó saliva y se volvió hacia Elli.

—Bueno… convoca una reunión de Inteligencia para dentro de media hora. Querremos que todas nuestras naves exploradoras se pongan en ruta lo más pronto posible. Lo ideal sería infiltrar a un equipo en la organización enemiga antes de llegar.

Miles hizo una pausa, al darse cuenta de que estaba mirando a la cara a la exploradora más dispuesta de toda su flota para las situaciones humanas, así como las situaciones sobre el terreno requerían el talento de cierto teniente Christof. Enviarla a ella por delante, fuera de su alcance, al peligro… «No, no», era lo más lógico. Los mejores talentos ofensivos de Quinn se malgastaban con su trabajo como guardaespaldas; era por puro accidente que realizaba ese trabajo protector tan a menudo. Miles se obligó a mover los labios como si nunca lo tentara nada ilógico.

—Son mercenarios; algunos de los nuestros podrían unirse a ellos sin problemas. Si encontramos a alguien capaz de imitar de modo convincente la mente de psicópata criminal de esos piratas…

El soldado Danio, que caminaba por el pasillo, se detuvo a saludarlo.

—Gracias por sacarnos de la cárcel, señor. Yo… realmente no me lo esperaba. No lo lamentará, lo juro.

Miles y Elli se miraron mientras el soldado se marchaba.

—Es todo tuyo —dijo Miles.

—Bien. ¿Y luego?

—Que Thorne busque en la red de comunicaciones de la Tierra todo sobre este secuestro antes de que nos larguemos del espacio local. Quizás el cuartel general imperial haya pasado por alto un par de cosas.

Palpó el disco de seguridad de su bolsillo y suspiró, concentrándose para la tarea que se avecinaba.

—Al menos esto debería ser más sencillo que nuestras vacaciones en la Tierra —dijo esperanzado—. Una operación puramente militar, sin parientes, ni política, ni altas finanzas. Sólo los buenos contra los malos.

—Magnífico —dijo Quinn—. ¿Y nosotros cuáles somos?

Miles todavía estaba pensando en la respuesta cuando la flota salió de la órbita.

Título original: Brothers in Arms

Traducción: Rafael Marín

1. ª edición: septiembre 1999

© 1989 by Lois McMaster Bujold

© Ediciones B, S.A., 1999

Bailén, 84 — 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.es

Printed in Spain

ISBN: 84-406-9289-7

Depósito legal: B. 32.578-1999

Impreso por PURESA, S.A.

Girona, 206 — 08203 Sabadell

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