David Serafín - El Ángel de Torremolinos
Здесь есть возможность читать онлайн «David Serafín - El Ángel de Torremolinos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Ángel de Torremolinos
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Ángel de Torremolinos: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Ángel de Torremolinos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Ángel de Torremolinos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Ángel de Torremolinos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Ponme al habla con Zurdo en Fuengirola lo antes posible, Paco. He localizado a la pareja vasca. Están colocando una bomba frente al jardincillo del club náutico de aquí. Si Zurdo consigue actuar rápidamente les atrapará. Sólo hay una vía de salida de Cabo Pino y queda sólo a seis kilómetros.
– ¿No habría que avisar a los clientes del club, jefe?
– No, eso espantaría a la presa, y, de todos modos, tengo el radiotransmisor que necesitan para activar el artefacto.
Bernal volvió al balcón para comprobar si los sospechosos etarras seguían concentrados en su tarea. Casi inmediatamente sonó el teléfono. Era Zurdo.
– He enviado un grupo de geos y dos jeeps de guardias civiles están también en camino, jefe.
Bernal le indicó claramente los accesos al lugar.
– Tienen que cerrar la salida del túnel e instalar un cordón en la colina más abajo de la general 340.
– ¿Qué están haciendo, jefe?
– Están sentados en una roca y cuando pasa alguien simulan ser una pareja de enamorados. Es evidente que no tienen prisa.
– Salgo ahora mismo.
Bernal pensó en otra cosa entonces.
– Por amor de Dios, avisa a la patrulla de guardacostas, Zurdo; podrían intentar coger un bote en cuanto se vean acorralados. Y habrá que cerrar también el acceso a la playa por el suroeste, por si escapan por la costa. Hay una gran extensión de dunas con pinos ralos hasta el interior, que podría proporcionarles un buen escondite.
– De acuerdo, jefe; Cabo Pino pronto estará completamente rodeado.
Bernal fue a la habitación de los niños y encontró lo que quería. Unos pequeños prismáticos. Volvió al balcón y enfocó los prismáticos hacia el jardín del club náutico. Ahora no pasaba nadie, y evidentemente los sospechosos intentaban esconder algo bajo una de las rocas ornamentales. Llegaba al puerto un barco potente con los faros y las luces de navegación encendidos. Entró y atracó en el embarcadero. La pareja de vascos dejaron de hacer lo que estuvieran haciendo y se sentaron abrazados, simulando ser una pareja de enamorados. Bernal enfocó los prismáticos hacia el barco. Santo cielo, era Consuelo, con su cuñada y los niños. ¿Dónde habrían estado hasta tan tarde? Con una sensación de aterrada impotencia, les vio pasar junto a la pareja de terroristas y salir al Paseo Marítimo. Pronto llegaron al dúplex de al lado y dieron las buenas noches al vecino que les había llevado a navegar. Bernal corrió al vestíbulo a su encuentro.
– No enciendas las luces, Chelo. Llevaos a los niños a la habitación de atrás.
– ¿Pero qué pasa, Luis? ¿Una amenaza de bomba?
– ¿Qué te hace pensarlo?
– Me ha parecido sospechosa la pareja que hemos visto en el jardín del club náutico.
– ¿Cómo se te ocurre semejante idea?
– Bueno, ¿quién ha visto a una pareja cortejando mientras él sostiene una pala con el mango roto? ¿Están colocando una bomba allí? -se colocó a su lado en el balcón a oscuras.
– Estoy seguro de que sí.
– Me quedaré con mi cuñada y los niños en la parte de atrás, y tú haz el favor de apartarte de esa ventana.
– No te preocupes, los geos están de camino, y yo tengo el aparato de control remoto que iban a utilizar -señaló la cómoda-. El artefacto no puede explotar sin eso.
Por el rabillo del ojo vio un súbito movimiento en la entrada del túnel de la carretera. Entonces, una hilera de hombres con uniforme oscuro, cascos y rostros ennegrecidos, surgieron de las tinieblas.
– Acércate a mirar, si quieres.
Más lejos, a lo largo de la costa, hacia el suroeste, vieron los jeeps que se aproximaban por las dunas; y en la bahía, dos lanchas patrulla rápidas doblaban el cabo a toda velocidad y se encaminaban hacia el puerto.
– Es la hora cero, Chelo.
Observaron, conteniendo la respiración, a la pareja de terroristas que se ponían en pie de un salto y corrían hacia el coche robado aparcado en el túnel. Y entonces, al ver la hilera de geos que corrían ahora hacia ellos, el individuo sacó un arma y, agarrando a la mujer por el brazo, tiró de ella corriendo hacia la playa. Cuando los dos jeeps de la Guardia Civil con las luces de larga distancia llegaban a las últimas dunas, la pareja se volvió desesperada hacia el embarcadero, donde las dos lanchas patrulla del guardacostas habían apagado los motores junto a la hilera de barcos amarrados.
Acorralado, el terrorista apuntó hacia el jardín ornamental y descargó su arma en la roca. Hubo un destello amarillo cegador, seguido de un sonido silbante y de una explosión ensordecedora, cuya onda expansiva lanzó a Luis y a Consuelo sobre la cama.
– Creía que me habías dicho que no podía estallar -dijo ella en tono acusador.
– No se me ocurrió que fuera a hacer eso. Sin duda ha sido un tiro de suerte.
Consuelo se levantó y se acercó al balcón.
– No tanta suerte. Creo que los dos lo consiguieron. Espero que no haya muerto nadie en el club náutico; parece que ha sufridos muchos daños.
Se armó ahora un gran alboroto; toda la gente salía, asustada, y los geos y los guardias civiles llegaron al lugar de los hechos. Se oían ya cerca las sirenas y las campanas de las ambulancias y de los coches de bomberos.
– Voy a localizar a Zurdo y a decirle que ordene todo esto -dijo Bernal-. Yo tengo que irme a trabajar.
– ¿Irte a trabajar? -repitió Consuelo, incrédula-. ¿Ya esto cómo lo llamas?
– El caso más importante todavía no se ha resuelto, Chelo.
A las 9.30 de la noche, el fornido forastero alto salió de su extraña morada y se encaminó hacia el Bajondillo con un paquete envuelto en plástico mucho más grande de lo habitual. Esta noche sus gatos tenían un obsequio especial, pensó, aunque no había sido capaz de trocearlo, pero tenían garras afiladas y no les costaría mucho despedazarlo.
Se detuvo en el cruce de la calleja cerca del bar Britannia; se oía bullicio y cantos ruidosos. De pronto tuvo la sensación de que le observaban, tal como le había sucedido la vez anterior en La Nogalera. Se quedó vacilante en la entrada en sombras y miró atentamente hacia la parte alta de la calleja; no se veía a nadie. Recorrió con la mirada las ventanas de la estrecha calle; no veía nada alarmante. Tranquilizado en parte, salió audazmente a la luz de la farola una vez más y empezó a subir las escaleras de la Cuesta del Tajo.
Elena Fernández temblaba en la suave brisa nocturna, no sabía si de frío o de miedo, quieta tras las raídas cortinas de color rosa de su ventana a oscuras. Desde su puesto de observación podía ver muy bien a los transeúntes. La trompeta con la que practicaba el chico que vivía en una de las casas más abajo de la Casa España gemía lúgubremente el jazz irremediablemente desentonado; ¡cómo le había atacado los nervios aquel sonido en los tres últimos días!
Hablando en un susurro, comprobó el funcionamiento del transmisor que la comunicaba con Varga, ahora en el tejado del Red Lion, enfrente, y con sus colegas Lista y Miranda. Bernal, Navarro y Ángel Gallardo, estaban, tal como ya sabía, en la oficina del Hotel Paraíso a la escucha en la misma frecuencia. El jefe había insistido en que Ángel no se dejara ver en esta operación preliminar, para no poner en peligro su papel clave en la encerrona que seguía en pie para la madrugada. Bernal había decidido que tenían que determinar primero dónde vivía el hombre de los gatos y si lo que les daba de comer era de procedencia humana; entonces podrían conseguir una orden judicial para registrar su casa y llevarle a comisaría para interrogarlo. Si el resultado era positivo, Ángel no tendría que correr ningún riesgo en la operación prevista. Claro que sería mejor cogerle in fraganti delicto, pero Bernal nunca quería que sus colegas corrieran riesgos innecesarios.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Ángel de Torremolinos»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Ángel de Torremolinos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Ángel de Torremolinos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.