Pero no lo consiguió y estalló en carcajadas.
– Mira qué pájaro más divertido -comentó de manera poco convincente señalando por la ventana.
– Me alegro de poder contribuir a animar el ambiente -soltó ella mosqueada subiéndose las gafas hasta la frente.
Habían estado en el despacho de Bernhard Andrews, el joven experto en informática que se dedicaba a meter las narices en todos los recovecos posibles de la red en busca de Lamar Jennings. Quizá existiera una foto en algún sitio. Pero como ya se imaginaban no dio resultado alguno. En ningún registro figuraba la más mínima información sobre él; al parecer, llevaba más de veinticinco años eludiendo cualquier sistema de control social. Lo único que hallaron fue su certificado de nacimiento. A partir de ahí, era como si no hubiese existido.
La señora Wilma Stewart, por su parte, fracasó estrepitosamente en su intento de proporcionarles un retrato robot de Lamar Jennings. El rostro parecía tomar forma en la pantalla y todos, de pie e inclinados sobre el ordenador, estaban pendientes de sus palabras, pero la señora Stewart negaba con la cabeza una y otra vez. Los labios más gruesos. Oiga joven, le he dicho que los labios más finos. Escúcheme, le he dicho que más gruesos.
Al final el calor cosechó otra víctima más: la señora Stewart se quedó dormida delante del ordenador. Al despertarse, prometió volver en otra ocasión para intentarlo de nuevo.
De criminalística les llegó el primer informe del material procedente del piso de Lamar Jennings. Se trataba de la reconstrucción de los fragmentos de las hojas del diario. De inmediato, cada uno se abalanzó sobre su copia. Schonbauer, que como resultado del incidente con la camisa iba vestido con una ridícula camiseta interior de rejilla, se acomodó encima de la mesa de Larner y empezó a balancear las piernas. Larner estaba sentado en su silla, con las piernas encima de la mesa, al lado de Schonbauer. Jalm & Halm se habían instalado a una prudente distancia el uno del otro en dos de las sillas destinadas a los visitantes.
Se trataba de fragmentos inconexos, como anotaciones sueltas para una biografía. Sin duda, Larner tenía razón al afirmar que Jennings sólo había dejado lo justo como para dar una idea de la magnitud de su dolor. Cada fragmento llevaba su propia carga de información:
«no sé por qué escribo, ¿como conjuro?, intento detenerme antes de que me dé tiempo»
«una tumba en la perfección del gran vacío»
«la vieja me quería invitar a tomar té, le dije que no, que muchas gracias, le habría vomitado encima, habría tenido que»
«son tan pequeños, no quieren entender cómo» «cada vez más fuertes. ¿Por qué se vuelven cada vez más fuer»
«en mitad de la noche, sombra en el armario, se ha enganchado, bisagras invisibles»
«reducido a nadie, menos que cero, existe una vida por debajo del cero»
«de paso, la brasa del cigarro, ya puedo oír el chisporroteo, sentir la peste, pero el dolor no lo puedo prever nunca, sólo»
«19 de abril. Qué fuerza tienen ahora, ya no puedo resistir más»
«la abuela ha muerto. Vaya. Llegó un paquete. Sólo mierda, aparte de una carta. Pronto la leeré. La letra me inquieta»
«el planeta Tierra, una tumba, los seres humanos, gusanos, ¿dónde está el cadáver? ¿Es al dios muerto a quien nos estamos comiendo?»
«una escalera de la nada a la nada, como un sueño. Ahora llega en relámpagos, como si viajara dentro de mí, como si me empujara hacia un destino» «ir allí simplemente, decirles que estoy enfermo, intentar que me ayuden»
«si las imágenes pueden convertirse en una historia»
«27 de julio. ¿Qué me estoy imaginando? Pero si sólo existe una ayuda. Los aztecas mataban para poder vivir. Sacrificios humanos. Yo»
«sigo a la sombra, la manga de un abrigo se ha enganchado, una puerta, una escalera»
«lacartaestáallímeesperanopuedoimposible» «la abuela ha muerto. Intento de nuevo. La abuela ha muerto. Vaya»
«la luz detrás de la puerta, como el marco de un icono, una oscuridad más oscura, tengo que salir, tengo que conjurar»
«la escalera abajo, no puedo seguir, sólo relámpagos»
«el sótano, el sótano, el sótano» «hijo de puta en el bar, Arkaius, mierda de nombre, se jacta, jacta, jacta, montón de casas por todo el mundo, le hago una mamada, muerto y bien muerto, necesito la dirección ya, recompensa»
«abro la carta, leo, lo sabía, era imposible que él estuviera muer» «abro la puerta, entro a la luz. Caos, tengo que salir, tengo que»
«brasas de cigarro, nuestro pequeño secreto, nuestro pequeño infierno»
«por qué nosotros en medio de toda esta perfección, el más mínimo molusco está mejor adaptado a la vida en la Tierra, no puede sufrir»
Iban leyendo y de vez en cuando se miraban de reojo. Cuando todos terminaron Larner dijo:
– Esto era lo que hizo que nada cuadrara. Aquí tenemos a un clásico asesino en serie del tipo intelectual, enormemente perturbado, muy inteligente. No encajaba con la frialdad del principio. Debería haberme dado cuenta. Hay una anotación del 27 de julio. El 27 de julio de 1997, la prostituta Sally Browne fue asesinada en Manhattan. Fue el primer asesinato de Lamar Jennings. Ahí empieza todo: «Los aztecas mataban para poder vivir». ¿Alguna otra observación?
– Arkaius -nombró Kerstin Holm-. Robert Arkaius es un fugitivo del fisco sueco. Es el propietario de la casa donde Lamar cometió su primer asesinato en Suecia. Al parecer recibió la dirección como pago por unos servicios sexuales. Arkaius no podía volver a Suecia de todos modos; y tampoco sabía, claro está, que el hijo de su ex amante, Andreas Gallano, se había instalado en esa casa tras escapar de la cárcel.
Larner asintió con la cabeza.
– Lo de Arkaius debe de haber sido tras abrir esa carta y enterarse de que el padre estaba vivo y residía en Suecia -intervino Schonbauer-. Ya había empezado a matar, y se lanza a sórdidos antros nocturnos en busca de suecos para hacerse con una casa allí, así que no creo que el sexo tenga mucho que ver. El trauma parece tener su origen antes de la pubertad.
– La reconstrucción que podemos hacer -empezó Larner- está muy cerca de tu hipótesis, Jalm. De niño, Lamar Jennings es maltratado por su padre; supongo que de ahí lo de las brasas de los cigarros. Y el punto culminante lo alcanza cuando, tras haber bajado por una escalera, abre aquella puerta y descubre a su padre en plena acción. Ya no será el mismo nunca más. Después llega un golpe tras otro: el padre muere y, al cabo de poco más de un año, la madre se suicida, posiblemente debido a esa carta que le llega por caminos desconocidos y que luego va a parar a una caja sin tocar en casa de la abuela. Muerta la abuela, la carta acaba en manos del hijo, de veinticuatro años de edad, en Nueva York, donde él, tal y como demuestra el apartamento, lleva una vida un tanto marginal. La misiva confirma lo que ha sospechado todo el tiempo: el padre está vivo. El atormentador sigue existiendo; su presencia le acosa como un fantasma y se apropia de su alma. Las imágenes reprimidas del pasado resurgen, moviéndose en una determinada dirección: «Como si eso viajara dentro de mí, como si me empujara hacia un destino». Al final, las imágenes lo impulsan a bajar por las escaleras hasta aquella puerta. La abre y se enfrenta con la visión más terrible de todas, la que más profundamente ha reprimido: el padre asesino inclinado encima de una víctima que echa espumarajos por la boca, la garganta penetrada por unas microtenazas. Tiene que borrarla, algo que sólo puede llevarse a cabo mediante la magia de la homeopatía: lo similar conjura lo similar, es decir, el mal conjura el mal. Las tenazas están en su poder; ahora las puede emplear. Sus recuerdos son precisos, sabe bien cómo funcionan. En cuanto le invaden las visiones tiene que salir a matar. Los asesinatos convierten las fulgurantes e impactantes imágenes en un relato más manejable. Eso le tranquiliza: «Si las imágenes pueden convertirse en una historia». Pero como ya has dicho, Jalm, al mismo tiempo se trata de prepararse para el gran asesinato, el decisivo: tiene que deshacerse del padre. Además, debe morir con sus propios métodos, los mismos que atormentan sin tregua al hijo. Por fin ha dado con la dirección de una casa segura en el área de Estocolmo; ha llegado el momento. La misiva revela de forma clara que el padre se encuentra por la capital sueca y, lo que es más importante, su nuevo nombre; sin eso toda la empresa resultaría imposible. Esperemos que los técnicos terminen pronto de analizar la carta quemada. Con un poco de suerte encontraremos el nombre allí. Bueno, a lo que iba, después se agencia un pasaporte falso, en el que figura como Edwin Reynolds, y se dirige al aeropuerto de Newark. El siguiente vuelo a Estocolmo, por irritante que pueda parecer, está lleno. En realidad no supone ninguna catástrofe, pero se cruza con Lars-Erik Hassel, no sabemos cómo, y seguro que la casualidad tuvo mucho que ver en eso. Quizá las imágenes le hayan vuelto a acosar en el aeropuerto; quizá se va perfilando en su mente la idea de matar dos pájaros de un tiro: hacerse con un billete y al mismo tiempo deshacerse de las visiones atormentadoras y así disfrutar de un vuelo tranquilo. No tener que sufrir seis infernales horas en el avión bien puede justificar ese riesgo relativamente pequeño. Hassel, de alguna manera, se revela como un viajero con destino a Estocolmo y que aún no ha facturado; por tanto, su asiento podría volver a estar disponible. Consigue meter al crítico sueco con su equipaje en el cuarto de limpieza y se encarga de él; a lo mejor recurre al sexo como señuelo una vez más. Luego se queda con el billete de Hassel, llama para cancelar la reserva y a continuación hace una nueva reserva a nombre de Reynolds, logrando así un vuelo tranquilo y agradable. Lo más probable es que no tenga ni idea de lo cerca que estuvisteis de detenerlo en Arlanda. Como sólo lleva equipaje de mano, atraviesa el aeropuerto sin más, coge un taxi, se para en algún sitio en el camino para comprar comida y luego va a la casa de campo. Allí, por casualidad, se halla vuestro traficante de droga. Pero Lamar Jennings es ahora un avezado asesino, no le supone ninguna dificultad entrar en la casa y matarlo. Poder ver al cadáver en el sótano cuando quiere es suficiente para mantener alejadas las imágenes mientras se dedica a buscar al padre y planificar cómo encargarse de él de la mejor forma. Lo que ocurre luego es cosa vuestra.
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