Benjamin Black - El otro nombre de Laura

Здесь есть возможность читать онлайн «Benjamin Black - El otro nombre de Laura» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Детектив, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El otro nombre de Laura: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El otro nombre de Laura»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ha pasado el tiempo para Quirke, el hastiado forense que conocimos en El secreto de Christine. La muerte de su gran amor y el distanciamiento de su hija han conseguido acentuar su carácter solitario, pero su capacidad para meterse en problemas continúa intacta.
Cuando Billy Hunt, conocido de sus tiempos de estudiante, le aborda para hablarle del aparente suicidio de su esposa, Quirke se da cuenta de que se avecinan complicaciones, pero, como siempre, las complicaciones son algo a lo que no podrá resistirse. De este modo se verá envuelto en un caso sórdido en el que se mezclan las drogas, la pornografía y el chantaje, y que una vez más pondrá en peligro su vida.

El otro nombre de Laura — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El otro nombre de Laura», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Entró una pareja en el pub y lo saludaron. El hombre vestía un llamativo traje de color jengibre, hecho de un tejido áspero, velludo. La mujer que lo acompañaba se había teñido el pelo de un negro reluciente, y lo llevaba recogido en un nudo en lo alto de la cabeza, sujeto con una cinta muy apretada, que le daba un aspecto de pasmo, de que estuviera permanentemente boquiabierta. Leslie White se disculpó y se acercó a ellos con paso distendido. Ella lo miró charlar con la pareja, con su aire a medias lánguido, a medias animado. Si Laura Swan había sido algo más que una simple socia en un negocio, tal como sospechaba Phoebe, estaba claro que su fallecimiento no le había hecho trizas el corazón. En el acto imaginó con una inquietante claridad la cara amplia de Laura Swan, de Deirdre Hunt, con sus rasgos ligerísimamente defectuosos, con la franja de pecas en el puente de la nariz, los ojos azules, violáceos, la mirada ansiosa, deseosa, excitada, y sintió una puñalada de compasión -¿fue de veras eso?- tan penetrante que se le cortó la respiración un instante. Se sorprendió de sí misma, se quedó incluso asombrada. Había creído que esa clase de sentimientos los tenía ya olvidados.

Leslie White volvió a su lado como si pidiera disculpas, y la animó a que tomara otra copa, pero ella dijo que no. Se bajó del taburete. No estaba cómoda. Hacía mucho calor y el local carecía de ventilación; la tela de su vestido veraniego se le pegó unos instantes a la cara posterior de los muslos, así que tuvo que alargar la mano y despegar con dedos veloces la tela de la piel. Leslie -¿ya pensaba en él llamándolo por su nombre de pila?- apoyó dos dedos largos y esbeltos sobre su muñeca para detenerla. Se imaginó que percibía el tenue alboroto de la sangre bajo las yemas de sus dedos. La vida, reflexionó con una claridad avasalladora, consiste en una larga serie de errores de juicio. El hombre del traje velludo y su acompañante, la del cabello anudado en lo alto de la cabeza -la verdad es que daba la impresión de que estuviera suspendida del techo por una cuerda invisible, atada a su melena-, la examinaban desde la otra punta del local con rostros en los que la especulación sobre su persona no se disimulaba.

– Debo irme -le dijo-. Me están esperando.

Se dio cuenta de que él no la creyó.

– Tienes mi tarjeta -le dijo-. ¿Me llamarás?

Ladeó la cabeza para mirarlo, permitiéndose una ligera sonrisa.

– Lo dudo mucho.

Reparó entonces en que llevaba todavía el ramillete de violetas en la mano, húmeda y no del todo firme; parecía más bien una criatura pequeña y de múltiples cabezas que hubiera estrangulado por accidente.

También Quirke había estado meditando en ese punto, frente a la óptica de Anne Street, y también él había descubierto que llegó allí sin haberlo previsto luego de dar por concluida la jornada, de modo que cuando Phoebe salió del pub de Duke Lañe se encontraba en el lugar exacto, sin saberlo, en el que había estado ella media hora antes observando cómo salía Leslie White del portal con la caja de cartón en brazos. Ella no vio entonces a Quirke, pero él sí la vio a ella. No la saludó de lejos; la dejó seguir su camino y la vio entrar por Grafton Street, casi desierta a esas horas, y desaparecer de su vista. Frunció el ceño. No le gustaban las coincidencias; le provocaban inquietud. Volvió a sentir el roce de un frío tentáculo de intranquilidad. Pocos segundos después, cuando estaba a punto de marcharse, vio a otra figura salir por la puerta del pub, y en el acto dedujo quién debía de ser: sólo había una persona capaz de tener un pelo como aquél. Quirke tenía familiaridad con ese tipo de individuos: alto, desgarbado, con un paso agachadizo, sinuoso, de pies planos, las manos largas y pálidas colgadas al extremo de los brazos, como si se las conectasen a las muñecas no los huesos, sino sólo un colgajo de piel. Un hombre ahuecado: si se le golpease con los nudillos, tan sólo devolvería un eco amortiguado, plano. El individuo subió a su coche sin tomarse la molestia de abrir la puerta, pasando por encima una pierna y luego la otra, y dejándose caer en el asiento, al lado de la caja de cartón, antes de arrancar el motor con un rugido. ¿Cómo se llamaba? ¿White? Sí, no qué White, eso es. El coche salió veloz de la callejuela en dirección a Dawson Street, pasando por delante de Quirke, que estaba con la espalda pegada a una mercería. El hombre del cabello fino, despeinado por el viento, no le miró. Leslie se llamaba. Eso es. Leslie White.

Capítulo 9

Quirke se sintió como un hombre que fuese avanzando sin complicaciones a la orilla de un mar tropical y traicionero y que de pronto hubiese comenzado a ver cómo la arena se desplazaba y engullía sus pies descalzos, indefensos, de pronto sin sujeción, sin modo de afianzarse. La posibilidad de que también Phoebe pudiera estar de alguna manera implicada en la muerte de Deirdre Hunt era algo que ni de lejos podría haber previsto, y que le produjo un sobresalto. De entrada, era Phoebe la que le había hablado de Leslie White. ¿Lo conocía tal vez mejor de lo que dio a entender? En tal caso, ¿qué clase de conocimiento tenía de él?

Echó a caminar despacio por Dawson Street y atravesó el Green rumbo a Harcourt Street. Había parejas sentadas en los bancos, cohibidas, cogiéndose de las manos, y algunos jóvenes de piel muy blanca, con la camisa abierta hasta la cintura, se habían tumbado sobre la hierba para gozar de los últimos rayos de sol. Sintió con especial intensidad, como tan a menudo le pasaba, el peso de sí mismo, un peso que no cedía, el cuello grueso y los hombros descomunales, los brazos poderosos, la inmensa y compacta caja del tórax. Era de un tamaño excesivo, demasiado corpulento, desproporcionado con el mundo. Tenía la frente empapada bajo la badana del sombrero. Necesitaba una copa. Qué extraño el modo en que esa necesidad aumentaba y menguaba. Podían pasar varios días sin que pensara con una cierta seriedad en el alcohol; en otras ocasiones, se pasaba las horas tembloroso, horas sin fin, en tensión, con todos los nervios resecos, pidiendo a gritos que saciara su sed. Había otro yo en su interior, el que lo intimidaba de palabra, el que lo camelaba, el que le exigía saber con qué derecho le había impuesto esta cruel abstinencia, o bien le susurraba que había sido bueno, muy bueno, durante muchísimo tiempo, durante meses y meses y meses, y que casi con toda seguridad se había ganado a pulso una copa, una miserable copichuela de nada.

En Harcourt Street tocó el timbre del piso en que vivía Phoebe y oyó el remoto temblor eléctrico allá arriba, en la cuarta planta. Aguardó mirando la anchura de la calle hasta la esquina del Green, y al fondo llegó a entrever el follaje denso y abatido. Le llegó a la cara una racha de brisa caliente con una mezcla polvorienta de olores diversos, el aliento agotado del verano. Se acordó de los tranvías de antaño que por allí mismo pasaban traqueteando con gran estrépito y arrancando chispas de las vías. Había vivido en esa ciudad durante la mayor parte de su vida y seguía sintiéndose como un forastero.

Phoebe no trató de disimular su sorpresa; era parte del acuerdo tácito que existía entre ellos, el contrato entre padre e hija -el padre traicionero, la hija herida-, que él nunca iría a visitarla a su casa sin haber avisado antes. Llevaba el cabello sujeto con una banda; llevaba unas chinelas puntiagudas, de terciopelo negro, y una bata de seda a aguas, con un complicado dibujo de dragones y aves que había pertenecido, él se dio cuenta entonces, a Sarah.

– Estaba a punto de darme un baño -le dijo-. Todo se pone asqueroso con este tiempo.

El uno junto al otro subieron los largos tramos de la escalera. La casa estaba descuidada, mal iluminada, y en la caja de la escalera pendía un olor grisáceo, semejante al de la casa en que vivía él, en Mount Street. Imaginó otras casas similares repartidas por toda la ciudad, cada una de ellas una madriguera que fue de amplios salones de techos altos, convertida en pisos minúsculos, en habitaciones de alquiler, para ciudadanos semejantes tanto a él como a su hija, los sin techo, los que habían hecho de la falta de un alojamiento propio una enfermedad crónica.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El otro nombre de Laura»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El otro nombre de Laura» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Benjamin Black - The Black-Eyed Blonde
Benjamin Black
Benjamin Black - Even the Dead
Benjamin Black
Benjamin Black - Holy Orders
Benjamin Black
Benjamin Black - Vengeance
Benjamin Black
Benjamin Black - El lémur
Benjamin Black
Benjamin Black - El secreto de Christine
Benjamin Black
Benjamin Black - Christine Falls
Benjamin Black
Benjamin Black - Elegy For April
Benjamin Black
Benjamin Black - The Silver Swan
Benjamin Black
Benjamin Black - The Lemur
Benjamin Black
Cristián Pérez - La vida con otro nombre
Cristián Pérez
Jorge Gutiérrez Reyna - El otro nombre de los árboles
Jorge Gutiérrez Reyna
Отзывы о книге «El otro nombre de Laura»

Обсуждение, отзывы о книге «El otro nombre de Laura» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x